La solución no vino desde lo impuesto, sino desde lo que realmente les apasionaba: la construcción libre, la robótica y ahora la programación. 💡⚙️ A partir de estas actividades, los alumnos encontraron un espacio para expresarse, colaborar y aprender a convivir, mientras desarrollaban pensamiento lógico, creatividad e innovación.

Sistematizar esta experiencia no fue sencillo —como suele pasar con los docentes—, pero resultó ser una oportunidad valiosa para reconocer lo aprendido y seguir creciendo. Hoy vemos cómo lo que empezó como un reto se convirtió en una práctica que une tecnología, convivencia y educación integral.