En las haciendas de la costa, cuya mano de obra mayoritaria fue la de esclavos negros, se dieron las primeras manifestaciones de apoyo, mientras que la campaña de Álvarez de Arenales en la sierra atrajo no pocos adeptos a la causa separatista.
Donde la causa sanmartiniana no fue vista con buenos ojos, evidentemente, fue en la aristócrata Lima. Inclusive con la crisis económica causada por la onerosa y ya inútil defensa del virreinato y el asilamiento económico, las elites apostaron al monopolio y absolutismo económico brindado por la Corona española, al menos hasta 1820 antes de la rebelión del general Rafael de Riego. Finalmente el ejército extranjero tuvo que ser aceptado en la medida que garantizaba el orden interno y planteaba una monarquía constitucional, pero su debilidad militar, los errores tácticos de San Martín y su adicción al opio producto de enfermedades quebraron las posibilidades de consolidar la independencia en el Perú.
Los primeros atisbos de vida republicana formal se ven en la creación del primer Congreso Constituyente en 1822 y la primera constitución ese mismo año, de corte liberal. También se ve el inicio de la anarquía política y de la intromisión del ejército en los asuntos del poder civil, tendencias de la vida republicana que durarían más de un siglo.
Finalmente, con la independencia consolidada gracias a las tropas bolivarianas con la participación de montoneras peruanas que respondieron a intereses de elites y grupos medios provinciales, y luego con el fracaso del proyecto confederativo bolivariano, el Perú asumió el reto de vivir en una república. Sin embargo, como veremos en las líneas siguientes, no se produjeron las rupturas estructurales necesarias que mantuvieron a la sociedad peruana colonial por más de trescientos años, y la nueva república nació con más permanencias que con cambios. El atraso galopante que se vería en los años siguientes fueron producto del mantenimiento de estructuras arcaicas de segregación, poder, clientelismo y feudalización que prevalecieron gracias a los deseos de la aristocracia. Nuevos sectores como los caudillos, ligados al ejército y a las elites provinciales, serían los portavoces de exigencias y demandas de grupos de poder que no tenían participación directa en la política, mientras que la gran mayoría de la población indígena permanecería al margen de la comunidad imaginada.