Cómo enfrenta la educación el avance de la inteligencia artificial

No cabe duda que las herramientas de inteligencia artificial facilitarán la vida de las personas. Son varios los aplicativos que circulan en el mercado, siendo los más conocidos, el ChatGPT y otros que fueron difundiéndose, como el Coaching Melany, las extensiones en el Google Chrome, WhatsApp, Telegram; un preparador físico personal; creadores de libros en varios idiomas; planificadores de viaje, de selección de música, de compras y otros más.

Lo que es indiscutible es que este tsunami tecnológico no puede ser ignorado a pesar de los cuestionamientos que tiene. Por un lado, las nuevas generaciones nacen con la tecnología; por otro lado, las habilidades digitales que demanda son necesarias para poder vivir en la sociedad actual y futura y aprovechar sus aportes en todo orden de vida -el hogar, el trabajo, el entretenimiento- y aumentar la productividad y competitividad de las personas, empresas y del país en su conjunto; en tercer lugar, favorecen una convivencia global sin fronteras y el desarrollo de una nueva forma de ciudadanía -la digital-; también nos termina de convencer que  el monopolio del saber, que antes estaba en las instituciones de enseñanza, ahora es compartido con lo que ofrecen las redes de navegación. Frente a un desarrollo de tecnologías emergentes que difícilmente podrá revertirse, lo conveniente será convertir este escenario en una oportunidad para países como el Perú.

El punto de partida en educación

Aún cuando los esfuerzos de muchos maestros fueron notables, el cierre durante dos años de las instituciones educativas significó un retroceso en los rendimientos estudiantiles si se comparan las evaluaciones previas al inicio de la pandemia y la del 2022. Además, se pensaba que el retorno a las escuelas vendría acompañado de una mayor utilización de las tecnologías apoyando el trabajo de profesores y estudiantes, pero estamos en el 2023 y el esfuerzo por mejorar las herramientas que se utilizaban durante la pandemia es casi no percibido. En parte este descuido explica la decepción que fue creciendo respecto de la enseñanza en casa, que comenzó y continuó desarrollándose con improvisación, sin mayor preocupación por el desarrollo de modelos híbridos que combinen educación presencial y no presencial, la formal y no formal. La falta de esfuerzos relevantes para mejorar su funcionamiento se refleja en la evaluación de estudiantes del 2º grado de primaria 2022: en lectura, los que logran los aprendizajes evaluados son apenas 37.6%, comparable con lo sucedido el 2013; en matemáticas únicamente 11.8% de estudiantes logra los aprendizajes evaluados, lo que los sitúa en resultados obtenidos antes del 2009[1].

El cierre prolongado de las escuelas, en un contexto en el que estudiantes y profesores no estaban preparados para trabajar en sus hogares y en que la capacitación y diseño de materiales se hizo con grandes limitaciones, agravó en los años siguientes los índices de escolarización, los aprendizajes y el desarrollo de aspectos tan básicos como la socialización, la salud mental y física, los avances en ciudadanía y valores, entre otros. No son pocas las quejas de profesores sobre los niveles de agresividad con que retornaron algunos estudiantes a sus escuelas.

Sin embargo, tampoco hay concluir que buena parte de los limitados logros durante la pandemia tuvieron como causa la educación a distancia. La necesidad de reaccionar frente a una pandemia que cambió nuestras vidas, obligo a crear formas novedosas de mantener el servicio educativo para que los estudiantes no pierdan el año. Es así como se improvisaron plataformas, orientaciones curriculares, recursos educativos y capacitaciones basadas en lo que ya existía, no tomando en consideración que una educación en casa requería estrategias diferentes a las del pasado. Lo grave fue que el tiempo transcurría y los esfuerzos por mejorar los componentes de una educación no presencial no se percibían. Las medidas que proponía la administración carecían de la flexibilidad suficiente para enfrentar una situación muy heterogénea y que demandaba un mayor grado de autonomía e independencia para que los centros de enseñanza enfrenten creativamente los problemas que tenían delante.

Es verdad que cambios tan significativos y rápidos como los que se esperaban iniciar son difícilmente viables y resistidos por un sector de los docentes, sobre todo en un país como Perú, caracterizado por el alto promedio de edad de su profesorado estatal. Se trata, además, de un cambio que exige costos iniciales altos para adecuar la organización y funcionamiento de los centros de enseñanza y la disponibilidad de la tecnología en los hogares al uso de modalidades presenciales y virtuales. Sin las inversiones iniciales que hagan posible un mayor impacto de las tecnologías en los procesos educativos fue poco lo que pudo avanzarse.

Lo lamentable ha sido el escaso éxito que tuvieron en el pasado reciente las iniciativas para expandir el acceso a estas herramientas; se olvidó que no se trata solo de conectividad, máquinas y software, sino de muchas otras reformas, que gradual, coordinada y simultáneamente debían ejecutarse en campos como el currículo, la alfabetización digital de la población en general, la formación inicial y en servicio del docente, la infraestructura, la gestión y el financiamiento. Todas esas reformas tenían que contribuir al uso responsable de la tecnología, a los valores, al fomento de la innovación y de las industrias tecnológicas que ayuden a contar con las plataformas, materiales, otros recursos que faciliten la combinación de modalidades presenciales y virtuales. Asimismo, a impulsar metodologías activas que hagan posible el aprendizaje personalizado, colaborativo, integrado y aplicado a situaciones de la vida cotidiana.

Los acelerados cambios tecnológicos no deben conducirnos a emprender reformas radicales ni dirigirnos a una educación predominantemente tecnológica. El objetivo es, como se busca en países de mayor desarrollo, diseñar un servicio en el que convivan las tecnologías con las buenas prácticas y recursos -que como el texto escolar- ya se vienen utilizando y que la escuela y el docente sigan siendo fundamentales en el desarrollo de habilidades sociales y socio-emocionales. Por lo tanto hay que invertir en tecnología y también en recursos convencionales que resulten útiles.


[1] INIDEN. Informe de Educación, Abril 2023.

Cómo enfrenta la educación el avance de la inteligencia artificial

Autor: Hugo Diaz Publicado: mayo 4, 2023

No cabe duda que las herramientas de inteligencia artificial facilitarán la vida de las personas. Son varios los aplicativos que circulan en el mercado, siendo los más conocidos, el ChatGPT y otros que fueron difundiéndose, como el Coaching Melany, las extensiones en el Google Chrome, WhatsApp, Telegram; un preparador físico personal; creadores de libros en varios idiomas; planificadores de viaje, de selección de música, de compras y otros más.

Lo que es indiscutible es que este tsunami tecnológico no puede ser ignorado a pesar de los cuestionamientos que tiene. Por un lado, las nuevas generaciones nacen con la tecnología; por otro lado, las habilidades digitales que demanda son necesarias para poder vivir en la sociedad actual y futura y aprovechar sus aportes en todo orden de vida -el hogar, el trabajo, el entretenimiento- y aumentar la productividad y competitividad de las personas, empresas y del país en su conjunto; en tercer lugar, favorecen una convivencia global sin fronteras y el desarrollo de una nueva forma de ciudadanía -la digital-; también nos termina de convencer que  el monopolio del saber, que antes estaba en las instituciones de enseñanza, ahora es compartido con lo que ofrecen las redes de navegación. Frente a un desarrollo de tecnologías emergentes que difícilmente podrá revertirse, lo conveniente será convertir este escenario en una oportunidad para países como el Perú.

El punto de partida en educación

Aún cuando los esfuerzos de muchos maestros fueron notables, el cierre durante dos años de las instituciones educativas significó un retroceso en los rendimientos estudiantiles si se comparan las evaluaciones previas al inicio de la pandemia y la del 2022. Además, se pensaba que el retorno a las escuelas vendría acompañado de una mayor utilización de las tecnologías apoyando el trabajo de profesores y estudiantes, pero estamos en el 2023 y el esfuerzo por mejorar las herramientas que se utilizaban durante la pandemia es casi no percibido. En parte este descuido explica la decepción que fue creciendo respecto de la enseñanza en casa, que comenzó y continuó desarrollándose con improvisación, sin mayor preocupación por el desarrollo de modelos híbridos que combinen educación presencial y no presencial, la formal y no formal. La falta de esfuerzos relevantes para mejorar su funcionamiento se refleja en la evaluación de estudiantes del 2º grado de primaria 2022: en lectura, los que logran los aprendizajes evaluados son apenas 37.6%, comparable con lo sucedido el 2013; en matemáticas únicamente 11.8% de estudiantes logra los aprendizajes evaluados, lo que los sitúa en resultados obtenidos antes del 2009[1].

El cierre prolongado de las escuelas, en un contexto en el que estudiantes y profesores no estaban preparados para trabajar en sus hogares y en que la capacitación y diseño de materiales se hizo con grandes limitaciones, agravó en los años siguientes los índices de escolarización, los aprendizajes y el desarrollo de aspectos tan básicos como la socialización, la salud mental y física, los avances en ciudadanía y valores, entre otros. No son pocas las quejas de profesores sobre los niveles de agresividad con que retornaron algunos estudiantes a sus escuelas.

Sin embargo, tampoco hay concluir que buena parte de los limitados logros durante la pandemia tuvieron como causa la educación a distancia. La necesidad de reaccionar frente a una pandemia que cambió nuestras vidas, obligo a crear formas novedosas de mantener el servicio educativo para que los estudiantes no pierdan el año. Es así como se improvisaron plataformas, orientaciones curriculares, recursos educativos y capacitaciones basadas en lo que ya existía, no tomando en consideración que una educación en casa requería estrategias diferentes a las del pasado. Lo grave fue que el tiempo transcurría y los esfuerzos por mejorar los componentes de una educación no presencial no se percibían. Las medidas que proponía la administración carecían de la flexibilidad suficiente para enfrentar una situación muy heterogénea y que demandaba un mayor grado de autonomía e independencia para que los centros de enseñanza enfrenten creativamente los problemas que tenían delante.

Es verdad que cambios tan significativos y rápidos como los que se esperaban iniciar son difícilmente viables y resistidos por un sector de los docentes, sobre todo en un país como Perú, caracterizado por el alto promedio de edad de su profesorado estatal. Se trata, además, de un cambio que exige costos iniciales altos para adecuar la organización y funcionamiento de los centros de enseñanza y la disponibilidad de la tecnología en los hogares al uso de modalidades presenciales y virtuales. Sin las inversiones iniciales que hagan posible un mayor impacto de las tecnologías en los procesos educativos fue poco lo que pudo avanzarse.

Lo lamentable ha sido el escaso éxito que tuvieron en el pasado reciente las iniciativas para expandir el acceso a estas herramientas; se olvidó que no se trata solo de conectividad, máquinas y software, sino de muchas otras reformas, que gradual, coordinada y simultáneamente debían ejecutarse en campos como el currículo, la alfabetización digital de la población en general, la formación inicial y en servicio del docente, la infraestructura, la gestión y el financiamiento. Todas esas reformas tenían que contribuir al uso responsable de la tecnología, a los valores, al fomento de la innovación y de las industrias tecnológicas que ayuden a contar con las plataformas, materiales, otros recursos que faciliten la combinación de modalidades presenciales y virtuales. Asimismo, a impulsar metodologías activas que hagan posible el aprendizaje personalizado, colaborativo, integrado y aplicado a situaciones de la vida cotidiana.

Los acelerados cambios tecnológicos no deben conducirnos a emprender reformas radicales ni dirigirnos a una educación predominantemente tecnológica. El objetivo es, como se busca en países de mayor desarrollo, diseñar un servicio en el que convivan las tecnologías con las buenas prácticas y recursos -que como el texto escolar- ya se vienen utilizando y que la escuela y el docente sigan siendo fundamentales en el desarrollo de habilidades sociales y socio-emocionales. Por lo tanto hay que invertir en tecnología y también en recursos convencionales que resulten útiles.


[1] INIDEN. Informe de Educación, Abril 2023.

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    • Teresa del Pilar. Gracias por su comentario. Es cierto, puede aportar mucho la inteligencia artificial a pesar de las preocupaciones que ahora se manifiestan. De hecho ya ingreso a los sistemas educativos del mundo. Se dice ahora que ya hay 300 millones de usuarios. Saludos

  • Buenas noches, pienso que la inteligencia artificial es muy útil en educación porque permite realizar búsquedas sobre temas de interés en la educación ejemplo el uso de chatGPT y nos ahorra tiempo y trabajo para realizar actividades con los estudiantes.

    • Mirtha. Es como dice. Ayudara a ahorrar tiempo, pero igualmente obligará a los docentes a replantear sus practicas de enseñanza ya que la IA también provee conocimiento. Proto publicaré un articulo sobre como podrían cambiar las prácticas docentes. Saludos

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