Una buena estrategia metodológica debe guiar la trayectoria de aprendizaje hacia el logro de la meta. Para definirla es importante conocer a los estudiantes, entender cómo aprenden, qué es lo que se van a aprender, con qué recursos, en qué tiempo y en qué contexto sucede el aprendizaje.
Hoy en día, gracias a los estudios de la psicología del aprendizaje, las teorías socio constructivistas y, más recientemente, los hallazgos de las neurociencias, tenemos una mayor comprensión acerca de los procesos cognitivos y afectivos implicados en el aprendizaje. Sabemos que el estudiante necesita involucrarse activamente en su proceso de aprendizaje y, por ello, necesitamos usar metodologías que lo motiven para adquirir nueva información, recordarla, procesarla y aplicarla de diferentes formas para poder construir un nuevo conocimiento.
Además, sabemos que no es posible esperar que todos los estudiantes aprendan al mismo tiempo ni de la misma forma y, por eso, tenemos que diseñar una estrategia metodológica que considere la diversidad. Si bien esta tarea ya era retadora, hoy en día enfrentamos nuevas variables que la hacen más compleja: la emergencia sanitaria, el prolongado confinamiento, las limitaciones tecnológicas, las habilidades digitales de estudiantes y de docentes, entre otras.
Necesitamos usar metodologías que lo motiven para adquirir nueva información, recordarla, procesarla y aplicarla de diferentes formas para poder construir un nuevo conocimiento.
Los maestros conocemos la importancia de las metodologías activas. Hoy en día, el desafío es utilizarlas en entornos híbridos que incluyen modalidades de educación que van desde lo presencial a lo no presencial, combinando las variables: espacio físico y el virtual, la interacción sincrónica o asincrónica, los tipos de agrupamiento y la metodología.
Un entorno híbrido es finalmente, la combinación de diferentes variables que configuran escenarios para aprender, en donde la flexibilidad debe ser un criterio prioritario para diseñar trayectorias de aprendizaje. La estrategia metodológica propone un viaje que nos invita a recorrer situaciones de interacción que atiendan a la diversidad de las necesidades de los estudiantes, en función a un propósito y a un contexto.
Quien mejor que el docente para diseñar trayectorias de aprendizaje flexibles, donde en algunos momentos todos los estudiantes pueden estar juntos, por ejemplo, a través de una videoconferencia. En otros momentos tendrán que trabajar de manera independiente o en equipos, utilizando los medios que tengan a su alcance. Seguramente, también tendrá que organizar alternativas de acompañamiento para grupos específicos, que respondan a la coyuntura de una educación remota.
Los entornos híbridos requieren reforzar nuestras competencias para aprender. Básicamente los estudiantes necesitan desarrollar primero habilidades para aprender con autonomía y, luego, de manera cooperativa. En ese proceso, la adquisición de competencias digitales deben apuntar a reforzar ambos procesos de aprendizaje.
Sin embargo, no hay que confundir aprender de manera autónoma con aprender solos. La autonomía significa estar equipado para hacerse responsable de dirigir su aprendizaje, identificar cuál es tu objetivo, cuáles son tus recursos, cuáles son los pasos a seguir, cuáles son tus aliados, etc. La autonomía no se adquiere de golpe, sino, a través de un proceso que acompaña en la propia maduración del ser humano. Por otro lado, la autonomía es la base para un aprendizaje cooperativo, en la que un equipo de personas orientan con iniciativa sus esfuerzos y recursos para el logro de un objetivo común.
Entonces, si queremos que nuestros estudiantes trabajen de manera autónoma y cooperativa en entornos híbridos, tenemos que seleccionar cuidadosamente la estrategia metodológica. El aula invertida aparece como una buena opción que trabaja ambas formas de aprendizaje en estos entornos con mucha flexibilidad para aprovechar diferentes aplicaciones digitales.
Al hablar de aula invertida, muchas veces se suele pensar que consiste en simplemente invertir el orden de la secuencia pedagógica una clase puede. Sin embargo, lo importante es que la decisión de “cambio o inversión” se traduzca en invertir los roles tradicionales en una relación pedagógica en la que el estudiante recibe un contenido de parte del profesor para aprender. Esa es la clave del cambio para conducir al aprendizaje invertido.
El modelo de aula invertida es útil para diseñar trayectorias que saquen provecho al tiempo, espacio y agrupamiento.. Propone usar el tiempo en el que todo el grupo está junto para desarrollar actividades desafiantes, cooperativas, ofrecer retroalimentación y, el tiempo de dedicación individual actividades orientarlo para que cada estudiante se prepare, adquiera información nueva, practique, investigue, etc.
Una herramienta útil para ayudar al docente en esta toma de decisiones es la conocida taxonomía del dominio cognitivo de B. Bloom. Se sugiere que las actividades autónomas se relacionen con las habilidades de orden inferior como recordar, distinguir y aplicar. Y, las experiencias en las que coincidan los estudiantes de manera síncrona se orienten a potenciar la interacción y la cooperación, potenciando habilidades de orden superior, incluyendo la aplicación, análisis, evaluación y creación.
A continuación, observa un ejemplo de una trayectoria de aprendizaje que usa el aula invertida:
El desarrollo de la autonomía y de la colaboración son procesos que se adquieren de manera progresiva. El docente al principio tendrá un rol más instructivo y luego su rol será de guía y acompañante de sus estudiantes.
Ahora, qué tal si te animas a:
Una buena estrategia metodológica debe guiar la trayectoria de aprendizaje hacia el logro de la meta. Para definirla es importante conocer a los estudiantes, entender cómo aprenden, qué es lo que se van a aprender, con qué recursos, en qué tiempo y en qué contexto sucede el aprendizaje.
Hoy en día, gracias a los estudios de la psicología del aprendizaje, las teorías socio constructivistas y, más recientemente, los hallazgos de las neurociencias, tenemos una mayor comprensión acerca de los procesos cognitivos y afectivos implicados en el aprendizaje. Sabemos que el estudiante necesita involucrarse activamente en su proceso de aprendizaje y, por ello, necesitamos usar metodologías que lo motiven para adquirir nueva información, recordarla, procesarla y aplicarla de diferentes formas para poder construir un nuevo conocimiento.
Además, sabemos que no es posible esperar que todos los estudiantes aprendan al mismo tiempo ni de la misma forma y, por eso, tenemos que diseñar una estrategia metodológica que considere la diversidad. Si bien esta tarea ya era retadora, hoy en día enfrentamos nuevas variables que la hacen más compleja: la emergencia sanitaria, el prolongado confinamiento, las limitaciones tecnológicas, las habilidades digitales de estudiantes y de docentes, entre otras.
Necesitamos usar metodologías que lo motiven para adquirir nueva información, recordarla, procesarla y aplicarla de diferentes formas para poder construir un nuevo conocimiento.
Los maestros conocemos la importancia de las metodologías activas. Hoy en día, el desafío es utilizarlas en entornos híbridos que incluyen modalidades de educación que van desde lo presencial a lo no presencial, combinando las variables: espacio físico y el virtual, la interacción sincrónica o asincrónica, los tipos de agrupamiento y la metodología.
Un entorno híbrido es finalmente, la combinación de diferentes variables que configuran escenarios para aprender, en donde la flexibilidad debe ser un criterio prioritario para diseñar trayectorias de aprendizaje. La estrategia metodológica propone un viaje que nos invita a recorrer situaciones de interacción que atiendan a la diversidad de las necesidades de los estudiantes, en función a un propósito y a un contexto.
Quien mejor que el docente para diseñar trayectorias de aprendizaje flexibles, donde en algunos momentos todos los estudiantes pueden estar juntos, por ejemplo, a través de una videoconferencia. En otros momentos tendrán que trabajar de manera independiente o en equipos, utilizando los medios que tengan a su alcance. Seguramente, también tendrá que organizar alternativas de acompañamiento para grupos específicos, que respondan a la coyuntura de una educación remota.
Los entornos híbridos requieren reforzar nuestras competencias para aprender. Básicamente los estudiantes necesitan desarrollar primero habilidades para aprender con autonomía y, luego, de manera cooperativa. En ese proceso, la adquisición de competencias digitales deben apuntar a reforzar ambos procesos de aprendizaje.
Sin embargo, no hay que confundir aprender de manera autónoma con aprender solos. La autonomía significa estar equipado para hacerse responsable de dirigir su aprendizaje, identificar cuál es tu objetivo, cuáles son tus recursos, cuáles son los pasos a seguir, cuáles son tus aliados, etc. La autonomía no se adquiere de golpe, sino, a través de un proceso que acompaña en la propia maduración del ser humano. Por otro lado, la autonomía es la base para un aprendizaje cooperativo, en la que un equipo de personas orientan con iniciativa sus esfuerzos y recursos para el logro de un objetivo común.
Entonces, si queremos que nuestros estudiantes trabajen de manera autónoma y cooperativa en entornos híbridos, tenemos que seleccionar cuidadosamente la estrategia metodológica. El aula invertida aparece como una buena opción que trabaja ambas formas de aprendizaje en estos entornos con mucha flexibilidad para aprovechar diferentes aplicaciones digitales.
Al hablar de aula invertida, muchas veces se suele pensar que consiste en simplemente invertir el orden de la secuencia pedagógica una clase puede. Sin embargo, lo importante es que la decisión de “cambio o inversión” se traduzca en invertir los roles tradicionales en una relación pedagógica en la que el estudiante recibe un contenido de parte del profesor para aprender. Esa es la clave del cambio para conducir al aprendizaje invertido.
El modelo de aula invertida es útil para diseñar trayectorias que saquen provecho al tiempo, espacio y agrupamiento.. Propone usar el tiempo en el que todo el grupo está junto para desarrollar actividades desafiantes, cooperativas, ofrecer retroalimentación y, el tiempo de dedicación individual actividades orientarlo para que cada estudiante se prepare, adquiera información nueva, practique, investigue, etc.
Una herramienta útil para ayudar al docente en esta toma de decisiones es la conocida taxonomía del dominio cognitivo de B. Bloom. Se sugiere que las actividades autónomas se relacionen con las habilidades de orden inferior como recordar, distinguir y aplicar. Y, las experiencias en las que coincidan los estudiantes de manera síncrona se orienten a potenciar la interacción y la cooperación, potenciando habilidades de orden superior, incluyendo la aplicación, análisis, evaluación y creación.
A continuación, observa un ejemplo de una trayectoria de aprendizaje que usa el aula invertida:
El desarrollo de la autonomía y de la colaboración son procesos que se adquieren de manera progresiva. El docente al principio tendrá un rol más instructivo y luego su rol será de guía y acompañante de sus estudiantes.
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