¿Qué tal si tomamos conciencia sobre nuestras percepciones?

#Evaluación #Percepciones #MentalidadDeCrecimiento

Map with pin con relleno sólido Laguna Espejo. Huánuco, Perú

La evaluación es un proceso esencial en el aprendizaje de los alumnos porque impacta de manera crítica en su vida académica, tanto a corto como a largo plazo. Un asunto poco discutido es el impacto que las percepciones de los profesores tienen en el proceso de evaluación y en el rendimiento de sus alumnos. 

Por esta razón, en este nuevo post, nos enfocaremos en la concienciación de nuestras percepciones, con el objetivo de fomentar una perspectiva positiva y alentadora que contribuya a una cultura de evaluación formativa en el ámbito escolar.  

Dale play al video.

https://www.youtube.com/watch?v=NrEx6cLV0Ps

Nuestras percepciones importan

Las creencias que tenemos los profesores sobre la evaluación representan el fundamento central que informa y guía nuestras prácticas. Tienen efectos incidentales no siempre deseados y pueden acarrear consecuencias críticas y desfavorables para los estudiantes.

En sus investigaciones, Prieto (2008) indica que las prácticas evaluativas de los profesores, orientadas por sus creencias, han influido en parte en esta percepción negativa sobre la evaluación y constituyen verdaderas «teorías implícitas» sobre el aprendizaje y la enseñanza. Estas teorías están profundamente enraizadas, no solo en la cultura escolar dominante y su organización del aula, sino también en la propia estructura cognitiva de profesores y estudiantes. La influencia de estas creencias es decisiva; por ejemplo, al elegir el contenido que enseñan los docentes y sesgar su inclusión o no en las pruebas de evaluación.

Por tanto, las creencias que tiene el docente sobre sus estudiantes, respecto a su origen y rendimiento, pueden influir en la realización de una «profecía», a modo de efecto Pigmalión. El experimento realizado por Rosenthal y Jacobson en 1968 es emblemático en el campo de la psicología educativa, que destaca el poder del efecto Pigmalión en el ámbito escolar. 

El efecto Pigmalión se refiere a cómo las expectativas de una persona influyen en el rendimiento de otra. En educación, demostraron que cuando un profesor espera que sus estudiantes «florezcan», esos alumnos tienden a mejorar su rendimiento; por el contrario, cuando se anticipa que serán «lentos» o poco aptos, esos mismos estudiantes suelen confirmar esas expectativas. Entonces, un docente que considera a un estudiante como vago o flojo es posible que lo califique con menor puntaje que otro alumno que tiene una producción similar, pero sobre el cual no ha desarrollado un prejuicio. Este fenómeno opera como una profecía autocumplida: los alumnos internalizan las etiquetas y acaban comportándose como se espera. La investigación demostró que el efecto Pigmalión es real y ejerce una poderosa influencia en el comportamiento de las personas, convirtiendo las expectativas en profecías autocumplidas.

Por otro lado, Pou (2025) explica que este efecto puede ser positivo o negativo: expectativas altas y genuinas se traducen en mayor esfuerzo, autoestima y rendimientos mejores; mientras que expectativas bajas acaban cumpliéndose y frenan el crecimiento del estudiante. Además de incidir en las notas, estas expectativas moldean el autoconcepto académico; cuando los jóvenes escuchan que son «buenos» o «malos» en una materia, incorporan esos mensajes y luego les cuesta deconstruirlos. 

Asimismo, las creencias y los prejuicios basados, por ejemplo, en el origen social de los estudiantes, también pueden llevar a disminuir las expectativas y evaluar de manera injusta, contribuyendo al fracaso escolar y a menoscabar la identidad. La evaluación no debería determinar la trayectoria escolar basada en el capital cultural, sino atender a la diversidad.

Por ello, es necesario que los profesores develen sus creencias sobre la evaluación y reflexionen en torno a ellas para favorecer acciones pedagógicas que tiendan a superar las dificultades de los estudiantes y promuevan su aprendizaje y desarrollo personal. Esta reflexión proporciona datos para tomar nuevas decisiones y adecuar las tareas.

Te propongo trabajar en dos estrategias simples:

Estrategia 1. Cultivar una «mirada fresca»

Adoptar una mirada fresca significa observar a cada estudiante como si fuera la primera vez que lo conoces. Evita anclarte en experiencias pasadas, reconócelo como un aprendiz en proceso que puede mostrar su mejor versión. Las expectativas acumuladas pueden nublar la percepción y conducir a juicios automáticos: si pensamos que un alumno es «brillante», quizá atribuyamos sus errores a despistes; si creemos que es «flojo», podemos ser más rígidos y confirmar nuestras expectativas. 

Para cultivar una mirada fresca:

  • Analiza evidencias recientes. Antes de valorar sus producciones, revisa lo que el estudiante ha hecho en esa tarea concreta, sin dejarte arrastrar por su historial. Elabora rúbricas y realiza registros que te obliguen a justificar cada decisión con ejemplos concretos.
  • Escucha y pregunta. Da a cada estudiante tiempo para explicar su razonamiento; muchas veces, detrás de un error hay una comprensión parcial o un intento creativo.
  • Toma notas individuales. Después de cada encuentro, registra fortalezas y áreas de mejora. Así tendrás datos objetivos y no dependerás de recuerdos sesgados cuando evalúes.

Esta práctica no significa ignorar la trayectoria de los estudiantes, sino separar los datos de las suposiciones. Al mirarlos con ojos renovados, es más probable que identifiques avances reales y brindes apoyo específico.

Estrategia 2. Alentar una «mentalidad de crecimiento»

La psicóloga Carol Dweck distingue entre mentalidad fija y mentalidad de crecimiento. Las personas con mentalidad de crecimiento creen que la inteligencia y las habilidades pueden desarrollarse; esta creencia se asocia con objetivos de aprendizaje más sólidos, valoran el esfuerzo y emplean estrategias basadas en la dedicación. En cambio, quienes tienen una mentalidad fija tienden a ver la capacidad como algo estático y son más propensos a los estereotipos. Fomentar una mentalidad de crecimiento en el aula ayuda a contrarrestar las profecías negativas y crea un entorno de confianza. Para ello:

  • Modela la mentalidad de crecimiento. Reconoce tus propios errores y comparte cómo aprendes de ellos. Anima a los estudiantes a ver el fracaso como una oportunidad de aprendizaje.
  • Enfócate en el proceso, no solo en el resultado. Elogia la estrategia, el esfuerzo y la persistencia («veo que probaste varios métodos para resolver el problema») en lugar de etiquetar las producciones como «buenas» o «malas».
  • Proporciona retroalimentación formativa. Explica por qué una respuesta no es correcta y ofrece pistas para avanzar; evita juicios globales que puedan convertirse en etiquetas.
  • Crea oportunidades para intentar cosas nuevas. Dweck y otros autores señalan que las personas con mentalidad de crecimiento se sienten motivadas a afrontar retos y disfrutar del aprendizaje. Introduce actividades variadas y deja espacio para la experimentación.

Al combinar una mirada fresca con una mentalidad de crecimiento, el docente envía un mensaje potente: lo que importa es el proceso de aprendizaje y el potencial de cada alumno. Esto no solo reduce el sesgo en la evaluación, sino que también ofrece a los estudiantes la oportunidad de desarrollar resiliencia y persistencia, capacidades esenciales para su futuro.

Coméntanos tus experiencias en la comunidad de Educared.

Música original: Adriel Calvelo

Dirección de fotografía: Sergio Paris

Filmación y edición: Lea Sulmont

Books on shelf con relleno sólidoReferencias

Prieto P., M. (2008). «Creencias de los profesores sobre evaluación y efectos incidentales». Revista de Pedagogía, 29(84), 123-144 [fecha de consulta 22 de marzo de 2020]. ISSN: 0798-9792. Disponible en: https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=659/65908405

Pou Sabaté, L. (2025). «El efecto Pigmalión en el aula: cómo la mirada del docente transforma al estudiante». Revista Educación, UNIR. https://www.unir.net/revista/educacion/efecto-pigmalion-aula-como-mirada-docente-transforma-estudiante/

Rosenthal, R., Jacobson, L. (1968). «Pygmalion in the classroom». Urban Rev 3, 16-20 (1968). https://doi.org/10.1007/BF02322211 

¿Qué tal si tomamos conciencia sobre nuestras percepciones?

Autor: Lea Sulmont Publicado: septiembre 2, 2025

#Evaluación #Percepciones #MentalidadDeCrecimiento

Map with pin con relleno sólido Laguna Espejo. Huánuco, Perú

La evaluación es un proceso esencial en el aprendizaje de los alumnos porque impacta de manera crítica en su vida académica, tanto a corto como a largo plazo. Un asunto poco discutido es el impacto que las percepciones de los profesores tienen en el proceso de evaluación y en el rendimiento de sus alumnos. 

Por esta razón, en este nuevo post, nos enfocaremos en la concienciación de nuestras percepciones, con el objetivo de fomentar una perspectiva positiva y alentadora que contribuya a una cultura de evaluación formativa en el ámbito escolar.  

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Nuestras percepciones importan

Las creencias que tenemos los profesores sobre la evaluación representan el fundamento central que informa y guía nuestras prácticas. Tienen efectos incidentales no siempre deseados y pueden acarrear consecuencias críticas y desfavorables para los estudiantes.

En sus investigaciones, Prieto (2008) indica que las prácticas evaluativas de los profesores, orientadas por sus creencias, han influido en parte en esta percepción negativa sobre la evaluación y constituyen verdaderas «teorías implícitas» sobre el aprendizaje y la enseñanza. Estas teorías están profundamente enraizadas, no solo en la cultura escolar dominante y su organización del aula, sino también en la propia estructura cognitiva de profesores y estudiantes. La influencia de estas creencias es decisiva; por ejemplo, al elegir el contenido que enseñan los docentes y sesgar su inclusión o no en las pruebas de evaluación.

Por tanto, las creencias que tiene el docente sobre sus estudiantes, respecto a su origen y rendimiento, pueden influir en la realización de una «profecía», a modo de efecto Pigmalión. El experimento realizado por Rosenthal y Jacobson en 1968 es emblemático en el campo de la psicología educativa, que destaca el poder del efecto Pigmalión en el ámbito escolar. 

El efecto Pigmalión se refiere a cómo las expectativas de una persona influyen en el rendimiento de otra. En educación, demostraron que cuando un profesor espera que sus estudiantes «florezcan», esos alumnos tienden a mejorar su rendimiento; por el contrario, cuando se anticipa que serán «lentos» o poco aptos, esos mismos estudiantes suelen confirmar esas expectativas. Entonces, un docente que considera a un estudiante como vago o flojo es posible que lo califique con menor puntaje que otro alumno que tiene una producción similar, pero sobre el cual no ha desarrollado un prejuicio. Este fenómeno opera como una profecía autocumplida: los alumnos internalizan las etiquetas y acaban comportándose como se espera. La investigación demostró que el efecto Pigmalión es real y ejerce una poderosa influencia en el comportamiento de las personas, convirtiendo las expectativas en profecías autocumplidas.

Por otro lado, Pou (2025) explica que este efecto puede ser positivo o negativo: expectativas altas y genuinas se traducen en mayor esfuerzo, autoestima y rendimientos mejores; mientras que expectativas bajas acaban cumpliéndose y frenan el crecimiento del estudiante. Además de incidir en las notas, estas expectativas moldean el autoconcepto académico; cuando los jóvenes escuchan que son «buenos» o «malos» en una materia, incorporan esos mensajes y luego les cuesta deconstruirlos. 

Asimismo, las creencias y los prejuicios basados, por ejemplo, en el origen social de los estudiantes, también pueden llevar a disminuir las expectativas y evaluar de manera injusta, contribuyendo al fracaso escolar y a menoscabar la identidad. La evaluación no debería determinar la trayectoria escolar basada en el capital cultural, sino atender a la diversidad.

Por ello, es necesario que los profesores develen sus creencias sobre la evaluación y reflexionen en torno a ellas para favorecer acciones pedagógicas que tiendan a superar las dificultades de los estudiantes y promuevan su aprendizaje y desarrollo personal. Esta reflexión proporciona datos para tomar nuevas decisiones y adecuar las tareas.

Te propongo trabajar en dos estrategias simples:

Estrategia 1. Cultivar una «mirada fresca»

Adoptar una mirada fresca significa observar a cada estudiante como si fuera la primera vez que lo conoces. Evita anclarte en experiencias pasadas, reconócelo como un aprendiz en proceso que puede mostrar su mejor versión. Las expectativas acumuladas pueden nublar la percepción y conducir a juicios automáticos: si pensamos que un alumno es «brillante», quizá atribuyamos sus errores a despistes; si creemos que es «flojo», podemos ser más rígidos y confirmar nuestras expectativas. 

Para cultivar una mirada fresca:

  • Analiza evidencias recientes. Antes de valorar sus producciones, revisa lo que el estudiante ha hecho en esa tarea concreta, sin dejarte arrastrar por su historial. Elabora rúbricas y realiza registros que te obliguen a justificar cada decisión con ejemplos concretos.
  • Escucha y pregunta. Da a cada estudiante tiempo para explicar su razonamiento; muchas veces, detrás de un error hay una comprensión parcial o un intento creativo.
  • Toma notas individuales. Después de cada encuentro, registra fortalezas y áreas de mejora. Así tendrás datos objetivos y no dependerás de recuerdos sesgados cuando evalúes.

Esta práctica no significa ignorar la trayectoria de los estudiantes, sino separar los datos de las suposiciones. Al mirarlos con ojos renovados, es más probable que identifiques avances reales y brindes apoyo específico.

Estrategia 2. Alentar una «mentalidad de crecimiento»

La psicóloga Carol Dweck distingue entre mentalidad fija y mentalidad de crecimiento. Las personas con mentalidad de crecimiento creen que la inteligencia y las habilidades pueden desarrollarse; esta creencia se asocia con objetivos de aprendizaje más sólidos, valoran el esfuerzo y emplean estrategias basadas en la dedicación. En cambio, quienes tienen una mentalidad fija tienden a ver la capacidad como algo estático y son más propensos a los estereotipos. Fomentar una mentalidad de crecimiento en el aula ayuda a contrarrestar las profecías negativas y crea un entorno de confianza. Para ello:

  • Modela la mentalidad de crecimiento. Reconoce tus propios errores y comparte cómo aprendes de ellos. Anima a los estudiantes a ver el fracaso como una oportunidad de aprendizaje.
  • Enfócate en el proceso, no solo en el resultado. Elogia la estrategia, el esfuerzo y la persistencia («veo que probaste varios métodos para resolver el problema») en lugar de etiquetar las producciones como «buenas» o «malas».
  • Proporciona retroalimentación formativa. Explica por qué una respuesta no es correcta y ofrece pistas para avanzar; evita juicios globales que puedan convertirse en etiquetas.
  • Crea oportunidades para intentar cosas nuevas. Dweck y otros autores señalan que las personas con mentalidad de crecimiento se sienten motivadas a afrontar retos y disfrutar del aprendizaje. Introduce actividades variadas y deja espacio para la experimentación.

Al combinar una mirada fresca con una mentalidad de crecimiento, el docente envía un mensaje potente: lo que importa es el proceso de aprendizaje y el potencial de cada alumno. Esto no solo reduce el sesgo en la evaluación, sino que también ofrece a los estudiantes la oportunidad de desarrollar resiliencia y persistencia, capacidades esenciales para su futuro.

Coméntanos tus experiencias en la comunidad de Educared.

Música original: Adriel Calvelo

Dirección de fotografía: Sergio Paris

Filmación y edición: Lea Sulmont

Books on shelf con relleno sólidoReferencias

Prieto P., M. (2008). «Creencias de los profesores sobre evaluación y efectos incidentales». Revista de Pedagogía, 29(84), 123-144 [fecha de consulta 22 de marzo de 2020]. ISSN: 0798-9792. Disponible en: https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=659/65908405

Pou Sabaté, L. (2025). «El efecto Pigmalión en el aula: cómo la mirada del docente transforma al estudiante». Revista Educación, UNIR. https://www.unir.net/revista/educacion/efecto-pigmalion-aula-como-mirada-docente-transforma-estudiante/

Rosenthal, R., Jacobson, L. (1968). «Pygmalion in the classroom». Urban Rev 3, 16-20 (1968). https://doi.org/10.1007/BF02322211 

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