Educación mediática: proteger y promover

Los medios de comunicación históricamente han generado miedo. Es natural temer a lo desconocido y, en el caso de los medios, lo desconocido siempre fue predecir sus impactos. Dudo que Mark Zuckerberg, mientras imaginaba el Facebook con sus colegas, imaginara que en unos años tendría que defenderse ante una comisión del Congreso de los Estados Unidos preocupada por el poder de su creación para distorsionar procesos electorales y afectar la privacidad de más de dos mil millones de personas.

Por esa incertidumbre sobre sus impactos, la idea de enseñar sobre medios de comunicación en la escuela ha pasado varias etapas, condicionadas por las tecnologías dominantes en cada una y el contexto social en que se desarrollan. Pero como todo en la historia, lejos de haberse superado, estas etapas, y las ideas que las acompañan, conviven con plena vigencia y definen el sentido que tiene --o debería tener-- educar(nos) mediáticamente en la escuela (y fuera, claro).

Inicialmente, la educación mediática estuvo basada en la noción de que los medios influyen de forma definitiva en las personas. Era el auge de una famosa teoría de la “aguja hipodérmica”, que explicaba el poder de los medios sobre las personas a partir del fenómeno de la propaganda bélica en las guerras mundiales. La tesis era simple: los medios “inyectan” sus ideas en sujetos débiles que no oponen resistencia, logrando manipularlos. Se decía entonces --y se sigue diciendo ahora-- que los medios representan un riesgo para la moralidad y que nos persuaden ideológicamente. Esta fase dio pie al llamado modelo proteccionista, que se interesó por crear mecanismos de control y debatir el rol de los medios en la sociedad.

Con la masificación de nuevos medios, como la televisión, se empezó a creer en ellos también como una oportunidad (antes había ocurrido tímidamente con el cine y la radio). Sea porque facilitan la educación a distancia (lo que empezaba a constatarse en experiencias de teleducación) o porque nos permiten aprender diferentes maneras de acceder e intercambiar información, este nuevo sentido de la educación mediática está marcado por la capacidad de leer e interpretar sus mensajes de forma autónoma. El modelo promotor de los medios busca desarrollar capacidades críticas en las personas. Sin negar la importancia de la regulación de los contenidos, enfatiza las formas como los ciudadanos nos apropiamos de los medios  para promover una cultura de colaboración y exigir mayores estándares de calidad.

Ambos modelos conviven y se actualizan a partir de nuevas situaciones comunicacionales, como la del Facebook y la privacidad de la que hablamos al inicio. A decir de diversos expertos, estamos en una fase mixta, que combina la protección y la promoción. Para José Manuel Pérez Tornero, hay que incorporar el poder creativo de los usuarios (las más de 300 horas de video que subimos cada minuto a Youtube son una demostración de ello). Sobre todo en un momento de la historia en que los medios se han hecho más sociales y convergentes entre sí. En suma, son imprescindibles los marcos que regulen e incentiven la calidad de los medios, así como la promoción de un uso responsable y creativo de los mismos. ¿Qué estamos haciendo en la escuela para desarrollar estas capacidades? Temer o desconocer los efectos de los medios no es la mejor razón para evitar asumir esta responsabilidad que tenemos como maestros. 

Texto de Julio César Mateus.

Educación mediática: proteger y promover

Autor: Julio César Mateus Publicado: abril 29, 2018

Los medios de comunicación históricamente han generado miedo. Es natural temer a lo desconocido y, en el caso de los medios, lo desconocido siempre fue predecir sus impactos. Dudo que Mark Zuckerberg, mientras imaginaba el Facebook con sus colegas, imaginara que en unos años tendría que defenderse ante una comisión del Congreso de los Estados Unidos preocupada por el poder de su creación para distorsionar procesos electorales y afectar la privacidad de más de dos mil millones de personas.

Por esa incertidumbre sobre sus impactos, la idea de enseñar sobre medios de comunicación en la escuela ha pasado varias etapas, condicionadas por las tecnologías dominantes en cada una y el contexto social en que se desarrollan. Pero como todo en la historia, lejos de haberse superado, estas etapas, y las ideas que las acompañan, conviven con plena vigencia y definen el sentido que tiene –o debería tener– educar(nos) mediáticamente en la escuela (y fuera, claro).

Inicialmente, la educación mediática estuvo basada en la noción de que los medios influyen de forma definitiva en las personas. Era el auge de una famosa teoría de la “aguja hipodérmica”, que explicaba el poder de los medios sobre las personas a partir del fenómeno de la propaganda bélica en las guerras mundiales. La tesis era simple: los medios “inyectan” sus ideas en sujetos débiles que no oponen resistencia, logrando manipularlos. Se decía entonces –y se sigue diciendo ahora– que los medios representan un riesgo para la moralidad y que nos persuaden ideológicamente. Esta fase dio pie al llamado modelo proteccionista, que se interesó por crear mecanismos de control y debatir el rol de los medios en la sociedad.

Con la masificación de nuevos medios, como la televisión, se empezó a creer en ellos también como una oportunidad (antes había ocurrido tímidamente con el cine y la radio). Sea porque facilitan la educación a distancia (lo que empezaba a constatarse en experiencias de teleducación) o porque nos permiten aprender diferentes maneras de acceder e intercambiar información, este nuevo sentido de la educación mediática está marcado por la capacidad de leer e interpretar sus mensajes de forma autónoma. El modelo promotor de los medios busca desarrollar capacidades críticas en las personas. Sin negar la importancia de la regulación de los contenidos, enfatiza las formas como los ciudadanos nos apropiamos de los medios  para promover una cultura de colaboración y exigir mayores estándares de calidad.

Ambos modelos conviven y se actualizan a partir de nuevas situaciones comunicacionales, como la del Facebook y la privacidad de la que hablamos al inicio. A decir de diversos expertos, estamos en una fase mixta, que combina la protección y la promoción. Para José Manuel Pérez Tornero, hay que incorporar el poder creativo de los usuarios (las más de 300 horas de video que subimos cada minuto a Youtube son una demostración de ello). Sobre todo en un momento de la historia en que los medios se han hecho más sociales y convergentes entre sí. En suma, son imprescindibles los marcos que regulen e incentiven la calidad de los medios, así como la promoción de un uso responsable y creativo de los mismos. ¿Qué estamos haciendo en la escuela para desarrollar estas capacidades? Temer o desconocer los efectos de los medios no es la mejor razón para evitar asumir esta responsabilidad que tenemos como maestros. 

Texto de Julio César Mateus.

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