Las redes digitales tienen no menos de veinte años de vigencia. A medida que la conectividad se iba expandiendo y aparecían nuevas herramientas digitales, las redes fueron multiplicándose. No obstante, cabe indicar que en América Latina, y el Perú no es una excepción, son pocas las instituciones de enseñanza superior que supieron aprovechar las ventajas de estas herramientas para fines de formación e investigación para el desarrollo y la innovación. La pandemia evidenció el escaso avance tecnológico de la mayoría de centros de formación y de sus docentes, así como la necesidad de emprender una transformación sustantiva que siga el que vendrá en otros ordenes de la vida social, económica y cultural.
Es cierto que en la educación superior se dan una variedad de desarrollos institucionales y que no es posible pensar en recetas y modelos únicos para planificar su futuro, pero también es verdad que no se trata de un simple cambio dirigido a organizar plataformas, usar la tecnología para dar modernidad a lo que se hacía en una clase presencial o digitalizar los procesos académicos, institucionales y de investigación para reducir costos aumentar en algo la eficiencia. Se trata de conducir a las instituciones a lograr alta eficacia en medio de un complejo proceso en donde, además de la digitalización, el mundo enfrenta grandes desafíos en lo ético, ciudadano, el empleo, la globalización, el medio ambiente, las migraciones internacionales, etc. Concretamente en el campo digital de lo que se trata es que se conviertan en reales instituciones digitales.
Existe creciente consenso en que una de las características de la educación superior será la convivencia de la educación presencial y virtual en procesos en que los estudiantes podrán recibir en unos momentos formación presencial en los campus o edificios y en otros clases virtuales. Los modelos híbridos irán imponiéndose gradualmente a medida que las universidades y los estudiantes en sus hogares dispongan de los recursos tecnológicos para hacer posible esa simultaneidad de formación. Más o menos presencialidad dependerá de factores, como el tipo de formación y de experiencias a trabajar. Por ejemplo, es posible que las ofertas de posgrado sean más virtuales que presenciales, y que lo contrario pueda darse en el pregrado, por lo menos en los primeros ciclos de esa formación. Será determinante que en esas opciones haya siempre la necesidad de contar con diseños curriculares y de tutoría que sigan el ritmo de los avances científicos y tecnológicos de la época, que adapten sus estructuras y dinámicas académicas y de gestión del aprendizaje a las potencialidades de cada alumno, las del grupo de clase y las que necesitan las sociedades. Igualmente, es deseable que se abran oportunidades de formación a personas que por ahora no pueden formarse o actualizarse por distintos motivos para dar cabida a una educación a lo largo de la vida.
La digitalización de los procesos académicos obligará a que las instituciones de educación superior y los profesores asuman el liderazgo necesario para institucionalizar una cultura y competencias tecnológicas y para la vida diferentes a las del pasado. Sin él no habrá transformación aún cuando existan los otros factores requeridos[1]. Los docentes deberán dejar su protagonismo en la formación para que los estudiantes lo asuman y desarrollen capacidades de autoaprendizaje. Esto último será determinante ante el hecho producido como consecuencia de la pandemia: que los docentes durante la educación remota tuvieron que reducir sus expectativas y exigencias a los estudiantes. Para revertir la situación conviene recordar que la gran mayoría pertenecen a generaciones que nacieron y conviven permanentemente con las herramientas digitales, lo que les da la ventaja de aprender, relacionarse, tener ratos de ocio y manifestarse individual y colectivamente teniendo una presencia e influencia cada vez mayor de esos recursos. Las instituciones y docentes deben aprovechar ese perfil de estudiantes ya que de lo contrario correrán el riesgo de ser desplazados del mercado de formación.
Claves para proyectar las universidades del futuro
La misión de las universidades para transformar su futuro tienen múltiples aristas, que van desde la revisión de sus finalidades y prácticas de servicio a la sociedad, evitar la interrupción de las actividades de formación resultado del surgimiento de otras pandemias o fenómenos que lo ocasionen, hasta cuestiones asociadas a sus funciones básicas y, por supuesto, el costo que representará transformar su desarrollo. A continuación las principales claves[2]:
El desafío para el Perú
Las claves para el futuro de la universidad peruana son indudablemente vastas pero todas ellas necesarias pues el escenario futuro es el de una mayor y compleja competencia con similares instituciones locales y de cualquier otra nación del mundo y con programas que podrían resultar más atractivos para un sector de la población que no necesariamente serán ofertados por las universidades. Ellas han ido siempre a la zaga del desarrollo científico y tecnológico y la gran mayoría casi siempre a espaldas de las necesidades de formación y de investigación aplicada que necesita el país. La transformación digital de la universidad no es la única, pero si indispensable para responder a las expectativas de cambio acelerado en todo orden de vida. Lo importante será que la universidad no olvide que hay otras demandas de formación como las mencionadas en este informe.
Frente a la transformación hay varias preguntas que surgen: ¿quiénes serán los líderes que la impulsarán?, ¿cómo generar una normativa que la facilite?, ¿cómo incentivar los casos de éxito?, ¿si para algunas áreas no existe el capital humano necesario, cómo suplirlo o conseguirlo rápidamente?, ¿cómo enfrentar la resistencia al cambio y la desactualización que no es pequeña de un sector de trabajadores?, ¿qué tipo de instituciones, procesos y alianzas sería necesario crear o fortalecer para facilitar los planes de transformación y de aplicación de los modelos de enseñanza hibrida o virtual que se adopten? ¿cómo acreditar la calidad de las instituciones y programas de educación semipresencial y virtual?, ¿qué mecanismos serían deseables instaurar para que las instituciones que lo merecen cuenten con el apoyo necesario para la adecuación de su infraestructura, equipamiento y materiales de enseñanza?,¿siendo el costo un factor a determinar, pero que la experiencia comparada enseña que es elevado inicialmente, qué alternativas podrían facilitar el financiamiento?. Son algunas de las preguntas que los gobernantes y las autoridades universitarias deberán evaluar y encontrar las respuestas más convenientes.
Definitivamente hay costos considerables que inicialmente deben asumirse y lo conveniente será buscar alternativas que aminoren tamaño esfuerzo, imposible de realizar por la gran mayoría de universidades individualmente[6]. Algunas experiencias comienzan a darse en algunos países, como el fusionar pequeñas universidades en una de mayor tamaño, hacer inversiones que favorezcan a toda una red de universidades en vez de hacerlo aisladamente, fortalecer los sistemas de becas y crédito educativo, estos últimos bajo mecanismos que no terminen ahogando a futuro profesional durante o después de sus estudios[7]. Igualmente buscar mayor eficiencia y eficacia en el uso de los recursos que actualmente se disponen, aceptar que en la transformación habrán empleos que ya no son necesarios y otros nuevos que deben crearse, permitir y alentar que las universidades realicen actividades de emprendimiento que a la vez de permitirles captar recursos, apoyen la formación práctica de los estudiantes.
1/ UNIR. Transformación digital de las Universidades. Hacia un futuro post-pandemia. Madrid, 2022.
2/ Tomado principalmente de Delgado-Kloss y Alario-Hoyos. Claves de la Universidad del Futuro. InnovaT, Erasmus, Unión Europea. Octubre, 2022, a lo que se han sumado otras contribuciones.
3/ Pardo, Kuklinski, Hugo; Cobo, Cristóbal (2020). Expandir la universidad más allá de la enseñanza remota de emergencia Ideas hacia un modelo híbrido post-pandemia. Outliers School. Barcelona.
4/ Cortés, Y. Berenice, C., Landeta, JM., Bocarando,J., Guadalupe,J., Aguilar, F., Larios, M. El Entorno de la Industria 4.0: Implicaciones y Perspectivas Futuras, Conciencia Tecnológica, núm. 54, 2017
5/ McKinsey Global Institute, 2017.
6/ En el Perú, en el 2020, tenían menos de mil alumnos el 16% de las universidades estatales y un tercio de las privadas. INEI.
7/ Una experiencia exitosa a evaluar debería ser la de crédito educativo adoptada por TECSUP
Las redes digitales tienen no menos de veinte años de vigencia. A medida que la conectividad se iba expandiendo y aparecían nuevas herramientas digitales, las redes fueron multiplicándose. No obstante, cabe indicar que en América Latina, y el Perú no es una excepción, son pocas las instituciones de enseñanza superior que supieron aprovechar las ventajas de estas herramientas para fines de formación e investigación para el desarrollo y la innovación. La pandemia evidenció el escaso avance tecnológico de la mayoría de centros de formación y de sus docentes, así como la necesidad de emprender una transformación sustantiva que siga el que vendrá en otros ordenes de la vida social, económica y cultural.
Es cierto que en la educación superior se dan una variedad de desarrollos institucionales y que no es posible pensar en recetas y modelos únicos para planificar su futuro, pero también es verdad que no se trata de un simple cambio dirigido a organizar plataformas, usar la tecnología para dar modernidad a lo que se hacía en una clase presencial o digitalizar los procesos académicos, institucionales y de investigación para reducir costos aumentar en algo la eficiencia. Se trata de conducir a las instituciones a lograr alta eficacia en medio de un complejo proceso en donde, además de la digitalización, el mundo enfrenta grandes desafíos en lo ético, ciudadano, el empleo, la globalización, el medio ambiente, las migraciones internacionales, etc. Concretamente en el campo digital de lo que se trata es que se conviertan en reales instituciones digitales.
Existe creciente consenso en que una de las características de la educación superior será la convivencia de la educación presencial y virtual en procesos en que los estudiantes podrán recibir en unos momentos formación presencial en los campus o edificios y en otros clases virtuales. Los modelos híbridos irán imponiéndose gradualmente a medida que las universidades y los estudiantes en sus hogares dispongan de los recursos tecnológicos para hacer posible esa simultaneidad de formación. Más o menos presencialidad dependerá de factores, como el tipo de formación y de experiencias a trabajar. Por ejemplo, es posible que las ofertas de posgrado sean más virtuales que presenciales, y que lo contrario pueda darse en el pregrado, por lo menos en los primeros ciclos de esa formación. Será determinante que en esas opciones haya siempre la necesidad de contar con diseños curriculares y de tutoría que sigan el ritmo de los avances científicos y tecnológicos de la época, que adapten sus estructuras y dinámicas académicas y de gestión del aprendizaje a las potencialidades de cada alumno, las del grupo de clase y las que necesitan las sociedades. Igualmente, es deseable que se abran oportunidades de formación a personas que por ahora no pueden formarse o actualizarse por distintos motivos para dar cabida a una educación a lo largo de la vida.
La digitalización de los procesos académicos obligará a que las instituciones de educación superior y los profesores asuman el liderazgo necesario para institucionalizar una cultura y competencias tecnológicas y para la vida diferentes a las del pasado. Sin él no habrá transformación aún cuando existan los otros factores requeridos[1]. Los docentes deberán dejar su protagonismo en la formación para que los estudiantes lo asuman y desarrollen capacidades de autoaprendizaje. Esto último será determinante ante el hecho producido como consecuencia de la pandemia: que los docentes durante la educación remota tuvieron que reducir sus expectativas y exigencias a los estudiantes. Para revertir la situación conviene recordar que la gran mayoría pertenecen a generaciones que nacieron y conviven permanentemente con las herramientas digitales, lo que les da la ventaja de aprender, relacionarse, tener ratos de ocio y manifestarse individual y colectivamente teniendo una presencia e influencia cada vez mayor de esos recursos. Las instituciones y docentes deben aprovechar ese perfil de estudiantes ya que de lo contrario correrán el riesgo de ser desplazados del mercado de formación.
Claves para proyectar las universidades del futuro
La misión de las universidades para transformar su futuro tienen múltiples aristas, que van desde la revisión de sus finalidades y prácticas de servicio a la sociedad, evitar la interrupción de las actividades de formación resultado del surgimiento de otras pandemias o fenómenos que lo ocasionen, hasta cuestiones asociadas a sus funciones básicas y, por supuesto, el costo que representará transformar su desarrollo. A continuación las principales claves[2]:
El desafío para el Perú
Las claves para el futuro de la universidad peruana son indudablemente vastas pero todas ellas necesarias pues el escenario futuro es el de una mayor y compleja competencia con similares instituciones locales y de cualquier otra nación del mundo y con programas que podrían resultar más atractivos para un sector de la población que no necesariamente serán ofertados por las universidades. Ellas han ido siempre a la zaga del desarrollo científico y tecnológico y la gran mayoría casi siempre a espaldas de las necesidades de formación y de investigación aplicada que necesita el país. La transformación digital de la universidad no es la única, pero si indispensable para responder a las expectativas de cambio acelerado en todo orden de vida. Lo importante será que la universidad no olvide que hay otras demandas de formación como las mencionadas en este informe.
Frente a la transformación hay varias preguntas que surgen: ¿quiénes serán los líderes que la impulsarán?, ¿cómo generar una normativa que la facilite?, ¿cómo incentivar los casos de éxito?, ¿si para algunas áreas no existe el capital humano necesario, cómo suplirlo o conseguirlo rápidamente?, ¿cómo enfrentar la resistencia al cambio y la desactualización que no es pequeña de un sector de trabajadores?, ¿qué tipo de instituciones, procesos y alianzas sería necesario crear o fortalecer para facilitar los planes de transformación y de aplicación de los modelos de enseñanza hibrida o virtual que se adopten? ¿cómo acreditar la calidad de las instituciones y programas de educación semipresencial y virtual?, ¿qué mecanismos serían deseables instaurar para que las instituciones que lo merecen cuenten con el apoyo necesario para la adecuación de su infraestructura, equipamiento y materiales de enseñanza?,¿siendo el costo un factor a determinar, pero que la experiencia comparada enseña que es elevado inicialmente, qué alternativas podrían facilitar el financiamiento?. Son algunas de las preguntas que los gobernantes y las autoridades universitarias deberán evaluar y encontrar las respuestas más convenientes.
Definitivamente hay costos considerables que inicialmente deben asumirse y lo conveniente será buscar alternativas que aminoren tamaño esfuerzo, imposible de realizar por la gran mayoría de universidades individualmente[6]. Algunas experiencias comienzan a darse en algunos países, como el fusionar pequeñas universidades en una de mayor tamaño, hacer inversiones que favorezcan a toda una red de universidades en vez de hacerlo aisladamente, fortalecer los sistemas de becas y crédito educativo, estos últimos bajo mecanismos que no terminen ahogando a futuro profesional durante o después de sus estudios[7]. Igualmente buscar mayor eficiencia y eficacia en el uso de los recursos que actualmente se disponen, aceptar que en la transformación habrán empleos que ya no son necesarios y otros nuevos que deben crearse, permitir y alentar que las universidades realicen actividades de emprendimiento que a la vez de permitirles captar recursos, apoyen la formación práctica de los estudiantes.
1/ UNIR. Transformación digital de las Universidades. Hacia un futuro post-pandemia. Madrid, 2022.
2/ Tomado principalmente de Delgado-Kloss y Alario-Hoyos. Claves de la Universidad del Futuro. InnovaT, Erasmus, Unión Europea. Octubre, 2022, a lo que se han sumado otras contribuciones.
3/ Pardo, Kuklinski, Hugo; Cobo, Cristóbal (2020). Expandir la universidad más allá de la enseñanza remota de emergencia Ideas hacia un modelo híbrido post-pandemia. Outliers School. Barcelona.
4/ Cortés, Y. Berenice, C., Landeta, JM., Bocarando,J., Guadalupe,J., Aguilar, F., Larios, M. El Entorno de la Industria 4.0: Implicaciones y Perspectivas Futuras, Conciencia Tecnológica, núm. 54, 2017
5/ McKinsey Global Institute, 2017.
6/ En el Perú, en el 2020, tenían menos de mil alumnos el 16% de las universidades estatales y un tercio de las privadas. INEI.
7/ Una experiencia exitosa a evaluar debería ser la de crédito educativo adoptada por TECSUP
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