No solo de aprender a aprender, sino también de aprender a desaprender, es lo que trata de explicarnos en una nueva contribución que nos brinda el educador catalán, Jaume Sarramona. Analiza por qué es crucial que posean esta capacidad todas las personas si se quiere que estén en condiciones del impresionante avance científico y tecnológico.
Leamos el artículo elaborado por Jaume Sarramona.
Toda la vida debemos aprender pero también desaprender
Jaume Sarramona (www.sarramona.net)
En estos tiempos de cambios constantes y acelerados, resulta imprescindible aprender continuamente, para así poder estar al día en cualquiera de los ámbitos de la vida actual, desde el profesional al social. Se acabaron aquellos tiempos en los que la vida humana se podía dividir en dos. partes: la parte inicial de preparación y la siguiente de aplicación de los conocimientos y habilidades adquiridas. Esto era cuando las expectativas de vida humana eran la mitad de las actuales y los cambios eran lentos; desde hace más de medio siglo podemos afirmar que estamos condenados a aprender de por vida.
El sistema educativo debe tener como objetivo prioritario la adquisición del hábito de aprender, sin necesidad de depender exclusivamente de aquello que los docentes enseñan, como garantía de que se seguirá aprendiendo fuera de la escuela y a lo largo de toda la vida. Y cabe destacar que el hábito de aprendizaje es un hábito personal, que toma formas propias según las características e intereses de cada sujeto, que se puede desarrollar tanto mediante actividades personales como de grupo, pero que siempre termina en una versión personal, de modo que es preciso combinar ambos tipos de actividades de aprendizaje.
Los nuevos aprendizajes que constantemente vamos acumulando muchas veces abrirán campos nuevos, desconocidos hasta el momento, al menos para la persona que los adquiere, y así se ensancharán los ámbitos del conocimiento personal y social. Pero no siempre ocurrirá de este modo. Las nuevas aportaciones se enfrentarán directamente con conocimientos y actitudes ya arraigadas, con el consiguiente efecto de disonancia, que obligará a tomar posición respecto a un posible cambio de convicciones y creencias, o bien de confirmación y mantenimiento de lo ya poseído. Es ese momento es cuando entra en juego la capacidad de desaprender, sin que esto suponga forzosamente un resultado de cambio, pero sí de necesidad de valoración entre lo nuevo y lo anterior, que lleve a la correspondiente decisión sobre si aceptar o no el cambio.
Podríamos afirmar que el cambio, a pesar de no ser fácil, resulta más probable si se trata de conocimientos que el avance científico va dejando obsoletos. Pero incluso en este terreno hay quien no admite los nuevos hallazgos, para así evitar poner en crisis las convicciones que se tienen bien arraigadas, y que en principio proporcionan seguridad. Esto ocurre en todos los ámbitos científicos, pero en el terreno de las ciencias sociales, incluida la educación, se da en mayor medida; las innovaciones no son bienvenidas de entrada.
Pero si de los conocimientos científicos y técnicas profesionales pasamos al terreno de las creencias, de las actitudes, la resistencia al cambio aumenta considerablemente. Tenemos la tendencia a buscar aquellas informaciones que reafirman nuestros prejuicios y creencias y rehuimos todo aquello que las puede poner en duda. Tampoco se trata de cambiar por cambiar, ciertamente, pero sí resulta necesario mantener una actitud de apertura hacia lo que vamos. recibiendo todos los días, y de tener la capacidad de contrastarlo con lo que ya hemos adquirido; más si hay elementos de peso para modificar nuestros planteamientos hasta el momento. Es así como ha evolucionado la humanidad. Lo contrario equivale a quedar sometido por informaciones erróneas, desfasadas, que no permiten avanzar y cambiar, si se requiere. Quien no tenga el hábito de aprender constantemente quedará marginado en un mundo que está en constante evolución, y que puede ofrecer mejores alternativas para la vida personal y social. Pero el aprendizaje permanente también someterá a prueba conocimientos y actitudes que convendrá modificar en bien del progreso y del mismo enriquecimiento personal. Por tanto, cuando preguntamos a nuestros hijos, nietos y conocidos, ¿qué has aprendido hoy en la escuela?, podríamos añadir también: ¿y qué has desaprendido? Y estas mismas preguntas nos las podemos formular a nosotros mismos.
No solo de aprender a aprender, sino también de aprender a desaprender, es lo que trata de explicarnos en una nueva contribución que nos brinda el educador catalán, Jaume Sarramona. Analiza por qué es crucial que posean esta capacidad todas las personas si se quiere que estén en condiciones del impresionante avance científico y tecnológico.
Leamos el artículo elaborado por Jaume Sarramona.
Toda la vida debemos aprender pero también desaprender
Jaume Sarramona (www.sarramona.net)
En estos tiempos de cambios constantes y acelerados, resulta imprescindible aprender continuamente, para así poder estar al día en cualquiera de los ámbitos de la vida actual, desde el profesional al social. Se acabaron aquellos tiempos en los que la vida humana se podía dividir en dos. partes: la parte inicial de preparación y la siguiente de aplicación de los conocimientos y habilidades adquiridas. Esto era cuando las expectativas de vida humana eran la mitad de las actuales y los cambios eran lentos; desde hace más de medio siglo podemos afirmar que estamos condenados a aprender de por vida.
El sistema educativo debe tener como objetivo prioritario la adquisición del hábito de aprender, sin necesidad de depender exclusivamente de aquello que los docentes enseñan, como garantía de que se seguirá aprendiendo fuera de la escuela y a lo largo de toda la vida. Y cabe destacar que el hábito de aprendizaje es un hábito personal, que toma formas propias según las características e intereses de cada sujeto, que se puede desarrollar tanto mediante actividades personales como de grupo, pero que siempre termina en una versión personal, de modo que es preciso combinar ambos tipos de actividades de aprendizaje.
Los nuevos aprendizajes que constantemente vamos acumulando muchas veces abrirán campos nuevos, desconocidos hasta el momento, al menos para la persona que los adquiere, y así se ensancharán los ámbitos del conocimiento personal y social. Pero no siempre ocurrirá de este modo. Las nuevas aportaciones se enfrentarán directamente con conocimientos y actitudes ya arraigadas, con el consiguiente efecto de disonancia, que obligará a tomar posición respecto a un posible cambio de convicciones y creencias, o bien de confirmación y mantenimiento de lo ya poseído. Es ese momento es cuando entra en juego la capacidad de desaprender, sin que esto suponga forzosamente un resultado de cambio, pero sí de necesidad de valoración entre lo nuevo y lo anterior, que lleve a la correspondiente decisión sobre si aceptar o no el cambio.
Podríamos afirmar que el cambio, a pesar de no ser fácil, resulta más probable si se trata de conocimientos que el avance científico va dejando obsoletos. Pero incluso en este terreno hay quien no admite los nuevos hallazgos, para así evitar poner en crisis las convicciones que se tienen bien arraigadas, y que en principio proporcionan seguridad. Esto ocurre en todos los ámbitos científicos, pero en el terreno de las ciencias sociales, incluida la educación, se da en mayor medida; las innovaciones no son bienvenidas de entrada.
Pero si de los conocimientos científicos y técnicas profesionales pasamos al terreno de las creencias, de las actitudes, la resistencia al cambio aumenta considerablemente. Tenemos la tendencia a buscar aquellas informaciones que reafirman nuestros prejuicios y creencias y rehuimos todo aquello que las puede poner en duda. Tampoco se trata de cambiar por cambiar, ciertamente, pero sí resulta necesario mantener una actitud de apertura hacia lo que vamos. recibiendo todos los días, y de tener la capacidad de contrastarlo con lo que ya hemos adquirido; más si hay elementos de peso para modificar nuestros planteamientos hasta el momento. Es así como ha evolucionado la humanidad. Lo contrario equivale a quedar sometido por informaciones erróneas, desfasadas, que no permiten avanzar y cambiar, si se requiere. Quien no tenga el hábito de aprender constantemente quedará marginado en un mundo que está en constante evolución, y que puede ofrecer mejores alternativas para la vida personal y social. Pero el aprendizaje permanente también someterá a prueba conocimientos y actitudes que convendrá modificar en bien del progreso y del mismo enriquecimiento personal. Por tanto, cuando preguntamos a nuestros hijos, nietos y conocidos, ¿qué has aprendido hoy en la escuela?, podríamos añadir también: ¿y qué has desaprendido? Y estas mismas preguntas nos las podemos formular a nosotros mismos.
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