¿Revisar contenidos curriculares o enseñar mejor los establecidos, es suficiente?

En su presentación ante el Congreso de la República, el Presidente del Consejo de Ministerios expresó: “Revisaremos el Currículo Nacional Básico para hacer explícitos los contenidos, valores y actitudes que aseguren una formación ciudadana y cívica transversal a todas las áreas orientada al progreso y desarrollo en paz de nuestra sociedad”. Además, consciente de los pobres resultados en las evaluaciones estudiantiles reiteró que se fortalecerá la comprensión lectora y matemática en primaria y secundaria; se incluirán temas de economía y filosofía en secundaria con una sólida formación que tenga en cuenta, como ejes transversales, la educación vial, la educación ambiental y la toma de conciencia sobre el cambio climático, en todos los niveles.

Son palabras que en declaraciones posteriores han sido ratificadas por el Ministro de Educación. Paralelamente, hay voces de congresistas que reclaman convertir en asignatura en el currículo nacional -como en el pasado-, la enseñanza de la historia nacional. No cabe duda que se trata, a la hora actual de profunda crisis social, de temas muy importantes, no solo para la formación de la población que cursa estudios en el sistema educativo formal, sino para toda la población en general a la cual el sistema educativo no debe olvidar.

La pregunta es si estas propuestas deben hacerse añadiendo más contenidos o cursos en el currículo y si se requiere incrementar el tiempo de aprendizaje para tales contenidos. Para varios especialistas, el currículo ya incluye lo que aspiran el Presidente del Consejo de Ministros, el Ministro de Educación y los congresistas. Además, está recargado de contenidos y requiere más bien una racionalización. Reiteradas veces se ha recordado que mientras en Perú se trabaja con veintinueve competencias, en los países europeos se trabaja con ocho a diez. Que mientras el currículo se organiza en nueve áreas curriculares en primaria y once en secundaria, los países de mayor desarrollo educativo se esfuerzan por reducirlas y muestran tendencia a priorizar, integrar y asociar contenidos de diversas asignaturas, más que atomizarlas. Por ello crece la importancia de las competencias transversales que como bien las define J. Sarramona, son aquellas que deberían ser tratadas en todas las materias del currículo, como garantes de una formación integral de la persona (Competencias Básicas y el Currículo de Catalunya. 2014).

El presente artículo sostiene que el problema no está en hacer más denso el currículo pues ello repercute en la dispersión del conocimiento, en un mayor número de evaluaciones y en más trabajo para profesores y estudiantes, sin que necesariamente ello se traduzca en aprendizajes mejores y más pertinentes. Es mejor priorizar la buena enseñanza de contenidos seleccionados por su trascendencia en la vida de las personas que dr de todo un poco.

Principalmente el desafío está en diseñar una estrategia que permita asegurar las condiciones para que en las aulas se logre una mejor enseñanza-aprendizaje de contenidos, que trasciendan la mera transmisión de teórica logrando que los estudiantes adquieran las competencias esperadas, en este caso, las relacionadas con educación ciudadana, democracia, valores y la historia nacional a partir de procesos reflexivos que tomen en cuenta los problemas cotidianos que sobre estos aspectos se viven en la vida . Ellos deberían ser partícipes de la búsqueda de soluciones y no entes pasivos que se conforman con convivir con los problemas existentes. Es a lo que tendrán que contribuir cuando ingresen al mundo laboral.

¿Y cómo acercarnos a este objetivo? Hay factores que inciden en la calidad de los aprendizajes que han venido siendo descuidados, sobre todo en la escuela pública. En el artículo anterior publicado en este blog se puso de relieve, con preocupación, los bajísimos niveles de inversión en capacitación y en materiales educativos. En el 2022 representaron el 0.15% y 0.2% del presupuesto total de educación; es decir, menos del 0.5%. La pregunta que se planteaba era si es posible hacer una reforma exitosa con tales niveles de inversión. Hace pocos días revisando un artículo sobre la transformación digital de la educación, publicado en el Nº 183 de la Nueva Revista (Unir, España), descubría que en capacitación docente en Brasil se invierte entre el 3% y 4% del presupuesto de Educación.

Pero no solo se trata de aumentar los recursos para capacitación y materiales educativos. También resulta indispensable invertir en lo que aporta más a la buena enseñanza. Por ejemplo, en metodologías activas que ayuden a asociar los contenidos curriculares con situaciones y problemas de la vida cotidiana. En tal sentido, debería ser prioritaria la capacitación en metodologías como el Aprendizaje Basado en Problemas, Aprendizaje Basado en Proyectos, Aula Invertida. Asimismo, la distribución y difusión de material impreso o digital para docentes y estudiantes que ayuden a que, aprovechando diversas áreas del conocimiento, realicen ejercicios de análisis y solución de problemas aplicando procesos que permitan saber cómo modelar y descomponer un problema, procesar datos, crear algoritmos y generalizarlos a distintas asignaturas para encontrar las mejores alternativas de solución.

Docentes competentes en la aplicación de estas metodologías y dependiendo de los contextos, podrían definir las estrategias de trabajo y tipos de prácticas que más convengan. Si bien la tecnología no es indispensable, lo deseable sería aprovecharla en aquellas escuelas donde es posible. Es otra de las demandas de capacitación indispensable.

Pero, como hemos mencionado en este artículo, la población en general requiere también reforzar sus prácticas de educación ciudadana. En este caso las estrategias deberán recurrir a herramientas y procesos que de preferencia tengan un impacto masivo y gran efectividad. Las tecnologías son claves al igual que los medios de comunicación. La emisión de telenovelas, documentales o películas que tengan mensajes que impacten en las conductas de las personas, las acciones de capacitación y sensibilización que se pueda hacer en los centros laborales, son entre otras, algunas de las opciones.

El gobierno, en especial el Ministerio de Educación, y los principales actores de la sociedad en toda instancia geográfica tienen la palabra.

¿Revisar contenidos curriculares o enseñar mejor los establecidos, es suficiente?

Autor: Hugo Diaz Publicado: enero 18, 2023

En su presentación ante el Congreso de la República, el Presidente del Consejo de Ministerios expresó: “Revisaremos el Currículo Nacional Básico para hacer explícitos los contenidos, valores y actitudes que aseguren una formación ciudadana y cívica transversal a todas las áreas orientada al progreso y desarrollo en paz de nuestra sociedad”. Además, consciente de los pobres resultados en las evaluaciones estudiantiles reiteró que se fortalecerá la comprensión lectora y matemática en primaria y secundaria; se incluirán temas de economía y filosofía en secundaria con una sólida formación que tenga en cuenta, como ejes transversales, la educación vial, la educación ambiental y la toma de conciencia sobre el cambio climático, en todos los niveles.

Son palabras que en declaraciones posteriores han sido ratificadas por el Ministro de Educación. Paralelamente, hay voces de congresistas que reclaman convertir en asignatura en el currículo nacional -como en el pasado-, la enseñanza de la historia nacional. No cabe duda que se trata, a la hora actual de profunda crisis social, de temas muy importantes, no solo para la formación de la población que cursa estudios en el sistema educativo formal, sino para toda la población en general a la cual el sistema educativo no debe olvidar.

La pregunta es si estas propuestas deben hacerse añadiendo más contenidos o cursos en el currículo y si se requiere incrementar el tiempo de aprendizaje para tales contenidos. Para varios especialistas, el currículo ya incluye lo que aspiran el Presidente del Consejo de Ministros, el Ministro de Educación y los congresistas. Además, está recargado de contenidos y requiere más bien una racionalización. Reiteradas veces se ha recordado que mientras en Perú se trabaja con veintinueve competencias, en los países europeos se trabaja con ocho a diez. Que mientras el currículo se organiza en nueve áreas curriculares en primaria y once en secundaria, los países de mayor desarrollo educativo se esfuerzan por reducirlas y muestran tendencia a priorizar, integrar y asociar contenidos de diversas asignaturas, más que atomizarlas. Por ello crece la importancia de las competencias transversales que como bien las define J. Sarramona, son aquellas que deberían ser tratadas en todas las materias del currículo, como garantes de una formación integral de la persona (Competencias Básicas y el Currículo de Catalunya. 2014).

El presente artículo sostiene que el problema no está en hacer más denso el currículo pues ello repercute en la dispersión del conocimiento, en un mayor número de evaluaciones y en más trabajo para profesores y estudiantes, sin que necesariamente ello se traduzca en aprendizajes mejores y más pertinentes. Es mejor priorizar la buena enseñanza de contenidos seleccionados por su trascendencia en la vida de las personas que dr de todo un poco.

Principalmente el desafío está en diseñar una estrategia que permita asegurar las condiciones para que en las aulas se logre una mejor enseñanza-aprendizaje de contenidos, que trasciendan la mera transmisión de teórica logrando que los estudiantes adquieran las competencias esperadas, en este caso, las relacionadas con educación ciudadana, democracia, valores y la historia nacional a partir de procesos reflexivos que tomen en cuenta los problemas cotidianos que sobre estos aspectos se viven en la vida . Ellos deberían ser partícipes de la búsqueda de soluciones y no entes pasivos que se conforman con convivir con los problemas existentes. Es a lo que tendrán que contribuir cuando ingresen al mundo laboral.

¿Y cómo acercarnos a este objetivo? Hay factores que inciden en la calidad de los aprendizajes que han venido siendo descuidados, sobre todo en la escuela pública. En el artículo anterior publicado en este blog se puso de relieve, con preocupación, los bajísimos niveles de inversión en capacitación y en materiales educativos. En el 2022 representaron el 0.15% y 0.2% del presupuesto total de educación; es decir, menos del 0.5%. La pregunta que se planteaba era si es posible hacer una reforma exitosa con tales niveles de inversión. Hace pocos días revisando un artículo sobre la transformación digital de la educación, publicado en el Nº 183 de la Nueva Revista (Unir, España), descubría que en capacitación docente en Brasil se invierte entre el 3% y 4% del presupuesto de Educación.

Pero no solo se trata de aumentar los recursos para capacitación y materiales educativos. También resulta indispensable invertir en lo que aporta más a la buena enseñanza. Por ejemplo, en metodologías activas que ayuden a asociar los contenidos curriculares con situaciones y problemas de la vida cotidiana. En tal sentido, debería ser prioritaria la capacitación en metodologías como el Aprendizaje Basado en Problemas, Aprendizaje Basado en Proyectos, Aula Invertida. Asimismo, la distribución y difusión de material impreso o digital para docentes y estudiantes que ayuden a que, aprovechando diversas áreas del conocimiento, realicen ejercicios de análisis y solución de problemas aplicando procesos que permitan saber cómo modelar y descomponer un problema, procesar datos, crear algoritmos y generalizarlos a distintas asignaturas para encontrar las mejores alternativas de solución.

Docentes competentes en la aplicación de estas metodologías y dependiendo de los contextos, podrían definir las estrategias de trabajo y tipos de prácticas que más convengan. Si bien la tecnología no es indispensable, lo deseable sería aprovecharla en aquellas escuelas donde es posible. Es otra de las demandas de capacitación indispensable.

Pero, como hemos mencionado en este artículo, la población en general requiere también reforzar sus prácticas de educación ciudadana. En este caso las estrategias deberán recurrir a herramientas y procesos que de preferencia tengan un impacto masivo y gran efectividad. Las tecnologías son claves al igual que los medios de comunicación. La emisión de telenovelas, documentales o películas que tengan mensajes que impacten en las conductas de las personas, las acciones de capacitación y sensibilización que se pueda hacer en los centros laborales, son entre otras, algunas de las opciones.

El gobierno, en especial el Ministerio de Educación, y los principales actores de la sociedad en toda instancia geográfica tienen la palabra.

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