Avances de la política universitaria
En el balance del desarrollo educativo en la última década, no cabe duda que uno de los avances mayores se encuentran en la política universitaria. Después de varias reformas que sufrió a lo largo de la histioria republicana, cuenta con un nuevo marco legal que si bien puede ser objeto de mejoras, en sus pocos años de aplicación muestra logros importantes. El más importante, posiblemente, haber denegado el licenciamiento de 49 universidades sobre un total de 141, y de dos escuelas de posgrado de las cuatro evaluadas. Asimismo, la sustantiva mejora de la composición del profesorado universitario. Un reciente informe de la SUNEDU (2020), muestra que en las universidades públicas los docentes con posgrado crecieron en 18% en el período 2015-2020; es decir, entre antes y después del licenciamiento. Similares mejoras se dieron en las universidades privadas. En las asociativas los docentes con posgrado aumentaron en 21% y en las societarias en 36%.
El licenciamiento permitió a muchas universidades ordenar su gestión, preocuparse por la calidad de sus servicios de formación, investigación y apoyo al desarrollo, así como por su infraestructura, equipamiento y recursos académicos. Analizando el citado informe de la SUNEDU, O. Schiappa destaca que los indicadores sobre producción de investigaciones en las universidades reflejan de modo muy directo la contribución del licenciamiento a la elevación de las condiciones básicas de calidad. El número de publicaciones en revistas indexadas en Scopus, que en el 2014 fue de 1 770, se quintuplicó en el 2020, llegando a 5 823. En el 2017, el 56% de esas publicaciones de revistas indexadas eran producidas por tres universidades limeñas; para el 2020, esa participación se había reducido a 39%. También en el período 2015-2018 se quintuplicaron las patentes otorgadas a universidades peruanas. El licenciamiento permitió igualmente que estudiantes, padres de familia y empleadores cuenten con información confiable acerca de la calidad de las universidades y el valor de lo que ofrecen. Si bien no debe sobredimensionarse este proceso evaluativo, estas referencias resultan de un gran apoyo al momento de elegir donde estudiar o a quien contratar.
Lo recomendable para el futuro próximo es seguir consolidando la estrategia iniciada. Las evaluaciones periódicas a las universidades deberían continuar, pues contribuyen a incrementar su valor y reconocimiento y a fomentar una cultura de mantenimiento de unos estándares o condiciones básicas de calidad. La experiencia europea es muy ilustrativa en el objetivo de consolidar un Espacio Europeo de Educación Superior. Allí, agencias equivalentes a la SUNEDU, como ANECA en España o Hcéres en Francia, desarrollan procesos bastante rigurosos de orientación, evaluación, certificación y acreditación de instituciones y programas. No obstante, esas exigentes evaluaciones, las universidades buscan obtener otras certificaciones o acreditaciones, pues saben que ello les permitirá fortalecer su imagen, la empleabilidad de sus egresados, la demanda por sus estudios, la selección de mejor personal para la docencia y la investigación y su financiamiento.
Es cierto que las leyes son suceptibles de actualización y perfeccionamiento. Habrá que hacerlo de ser necesario pero vigilando que ese proceso no sea motivo para debilitar el rol de la SUNEDU. Se sabe que se han ido venciendo los cuestionamientos hechos a la SUNEDU por un sector de promotores universitarios cuyas universidades no fueron licenciadas, pero todavía ellos se utilizan para neutralizarla o desaparecerla. Se olvida que el licenciamiento se convirtió en una herramienta muy útil para las mejoras institucionales y académicas.
Desafíos pendientes
Mayor articulación con el entorno educativo en que actúan. Indispensable para que las universidades tengan éxito en su misión. En primer lugar, con el conjunto del sistema educativo, especialmente con la educación secundaria y el resto de ofertas de la educación superior. El escaso valor que la mayoría de universidades otorga a las evaluaciones aplicadas en la secundaria, tomando más bien los memoristas examenes de ingreso y las calificaciones que obtienen los estudiantes durante el primer semestre pasa una costosa factura: la deserción y el cambio de carreras estudiadas representan alrededor del 40% la matrícula de ese semestre y una inversión mal redituada para las familias, sobre todo de clase media y menores ingresos.
En parte, las universidades se quejan porque los egresados de la secundaria no vienen con una adecuada formación previa en lo académico y en lo vocacional. Queda la duda, como sucede en otros países, si no sería recomendable instaurar una prueba nacional de aptitudes para estudiantes que estén por concluir su secundaria (en 4º o 5ª año) y que voluntariamente deseen someterse a ella. Lo importante sería que, si esa decisión se adopta, los resultados de la prueba sean realmente aprovechados para diseñar las reformas de los programas de formación, tanto de la secundaria como de las universidades. Un indicador que habría que superar es el que tristemente revela el PIAAC, de evaluación de adultos de 16 a 65 años realizada por la OCDE: el nivel promedio de habilidades matemáticas básicas de los adultos peruanos con estudios universitarios completos es equivalente al promedio de habilidades de técnicos chilenos y a la media de habilidades de adultos de países OCDE que no culminaron la educación secundaria (Yamada, 2020).
Servicios de orientación y tutoría eficientes son claves. Los tutores requieren capacitación permanente y referencias de fuentes de información que les permitan ayudar los estudiantes en la decisión que adopten sobre sus futuros profesionales. Para esa decisión no solo se requieren bancos de datos sobre los desempeños y habilidades detectadas durante la escolaridad básica que dan idea de las potencialidades en ciencias o humanidades de los estudiantes. También es indispensable que ellos conozcan sobre el mercado ocupacional y sus tendencias: las profesiones más y menos demandadas, las competencias, actitudes y valores más apreciadas por los empresarios, las claves para existir en un mercado ocupacional competitivo y a la vez dinámicamente transformándose.
Articulación con los sectores de la producción y servicios. INIDEN ha destacado en varias oportunidades que las universidades exitosas tienen como una de sus características su permanente relación con esos sectores. Esa relación les ayuda a establecer su oferta de carreras, perfiles de formación y planes de estudio, así como posibles formas de colaboración entre las universidades, empresas y Estado en investigaciones que ayuden a elevar la competitividad y productividad laboral, explorar nuevos mercados y productos, automatizar procesos y sistemas de producción y gestión, entre otros. Se añade que intensificar la relación con esos actores es una opción para nuevas fuentes de financiamiento, sobre todo en momentos en los que la perspectiva de financiamiento público y privado podría ser poco alentadora por los impactos que trae el enfrentamiento de la COVID-19.
La investigación, innovación y desarrollo es la función más débil que ejecutan las universidades. Lo contrario a lo que sucede en las mejores del mundo, que desarrollan la ciencia y la innovación tecnológica a través de la formación científica y técnica, la investigación y desarrollo (I+D) y los servicios científicos tecnológicos. En Perú, salvo contadas expcepciones, nuestras universidades solo hacen formación científica y técnica, desaprovechando para las actividades de innovación y desarrollo (I+D) la relación que debe darse con la empresa y el Estado. Avanzar en ese enfoque de cumplimiento de esa función seríauna manera de fortalecer las capacidades emprendedoras de las universidades, de la cual pueden surgir iniciativas como las spin offs, start ups, spin outs y los centros de transferencia de tecnología (Luque, 2020). Urgente es igualmente que las universidades alienten la participación de sus docentes e investigadores en la creación o presencia en redes que ya funcionan destinadas a revolucionar el conocimiento en alianza entre ellas, con las empresas, consultoras, centros de investigación y gobierno. La competencia e investigación es este campo es imprescindible.
Inteligente inserción de las tecnologías y los enfoques de formación por competencias. La pandemia precipitó los cambios en los perfiles de las ocupaciones y el personal que las cubre, la cantidad de empresas que automatizan sus procesos de producción y servicios, intensificó el empleo de modalidades de formación no presencial e híbrida en la formación universitaria, y aceleró la obsolecencia de muchos conocimientos y prácticas de vida. Ahora la pregunta es: ¿cómo formar a los futuros profesionales y técnicos si todo cambia aceleradamente y todo está rápidamente disponible en YouTube o en otros portales con muy buenos tutoriales y cursos en línea gratuitos? (Yamada 2020).
Las nuevas oportunidades de formación que surgen con el avance tecnológico hace que sean un factor de insoslayable presencia en cualquier proyecto de reinvención de la universidad, la cual está obligada a revisar sus metodologías y didácticas, su inserción en la globalización y profundizar la internacionalización de sus actividades para responder a los nuevos escenarios. En ese propósito las universidades peruanas podrían avanzar en iniciativas de trabajo conjunto, como la del Consorcio de Universidades Públicas para la Educación a Distancia, que en México reúne a 39 instituciones. Allí se coordina la oferta de cursos, las posibilidades de movilidad virtual y programas masivos que contribuyen a la formación y actualización profesional en el marco del principio de la educación a lo largo de la vida. Enseñar desde los primeros años de escolaridad el aprender a aprender para lograr empleabilidad durante toda la vida y asegurar una experiencia inicial de educación superior significativa deben ser herramientas que habiliten a todo peruano a construir su proyecto de vida.
Es cierto que las universidades que más habían aprovechado las tecnologías digitales antes de la emergencia sanitaria han tenido mayores posibilidades de enfrentar mejor la situación, pero es igualmente verdad que para que las modalidades no presenciales o híbridas de formación funcionen con eficiencia se necesitan más esfuerzos e inversiones que ayuden a precisar con detalle las características de los modelos que se adopten, sus estategias de transición del corto al largo plazo, las formas como se incluirá el tratamiento de problemas medioambientales, migratorios y otros multidimensionales que cobran mayor vigencia con la globalización.
Es solamente cuando se tenga claridad respecto del modelo de formación a seguir, que podrán definirse los requerimientos de infraestructura, equipamiento, materiales, capacitación, sistemas de monitoreo y de gestión académica, entre otros. Son requerimientos que por lo imprevisto de la pandemia no se hicieron a su tiempo ni tampoco se han hecho el 2021 en la mayor parte de las universidades, en parte debido a que sus presupuestos disminuyeron. No obstante, dado que esos modelos de formación seguirán teniendo vigencia en el futuro no debería descuidarse la inversión en sus componentes.
Replantear las ofertas de educación superior. La estadística de matrícula en las modalidades de educación superior muestra una estructura que conviene evaluar e ir corrigiendo gradualmente. La forma como se ha masificado la matrícula universitaria ha hecho que represente el 71% de la oferta de educación superior, mientras que la formación tecnológica alcanza el 25%. Han sido factores como las bajas pensiones para estudiar en varias de las universidades y el mayor valor que dan los jóvenes a un titulo universitario que a uno técnico, los que llevan a esta situación. No obstante, el mercado ocupacional requiere técnicos y ante su ausencia, muchas veces profesionales universitarios de áreas afines terminan cubriendo esas posiciones. Otros, con peor suerte, ejercen una actividad que no solo no corresponde a lo que estudiaron sino que están sobrecalificados para el ejercicio de la misma. La reforma de la formación de técnicos es tan prioritaria como la universitaria.
A manera de conclusión
Las distorsiones al interior de la oferta universitaria también deberían revisarse. Un país que aspira asegurar un desarrollo sostenible necesita que la población con los más altos niveles de formación tenga mayor presencia en la estructura demográfica y de la oferta universitaria. Por ahora es solo de 5% para las maestrías y 1% para los doctorados. Aumentar la oferta de posgrados es un indicador de mejor practica del principio de educación a lo largo de la vida. El otro desafío es mejorar la composición de la oferta de posgrados pues el 73% corresponden a ciencias sociales y educación y solo 12% a ingenierías.
Avances de la política universitaria
En el balance del desarrollo educativo en la última década, no cabe duda que uno de los avances mayores se encuentran en la política universitaria. Después de varias reformas que sufrió a lo largo de la histioria republicana, cuenta con un nuevo marco legal que si bien puede ser objeto de mejoras, en sus pocos años de aplicación muestra logros importantes. El más importante, posiblemente, haber denegado el licenciamiento de 49 universidades sobre un total de 141, y de dos escuelas de posgrado de las cuatro evaluadas. Asimismo, la sustantiva mejora de la composición del profesorado universitario. Un reciente informe de la SUNEDU (2020), muestra que en las universidades públicas los docentes con posgrado crecieron en 18% en el período 2015-2020; es decir, entre antes y después del licenciamiento. Similares mejoras se dieron en las universidades privadas. En las asociativas los docentes con posgrado aumentaron en 21% y en las societarias en 36%.
El licenciamiento permitió a muchas universidades ordenar su gestión, preocuparse por la calidad de sus servicios de formación, investigación y apoyo al desarrollo, así como por su infraestructura, equipamiento y recursos académicos. Analizando el citado informe de la SUNEDU, O. Schiappa destaca que los indicadores sobre producción de investigaciones en las universidades reflejan de modo muy directo la contribución del licenciamiento a la elevación de las condiciones básicas de calidad. El número de publicaciones en revistas indexadas en Scopus, que en el 2014 fue de 1 770, se quintuplicó en el 2020, llegando a 5 823. En el 2017, el 56% de esas publicaciones de revistas indexadas eran producidas por tres universidades limeñas; para el 2020, esa participación se había reducido a 39%. También en el período 2015-2018 se quintuplicaron las patentes otorgadas a universidades peruanas. El licenciamiento permitió igualmente que estudiantes, padres de familia y empleadores cuenten con información confiable acerca de la calidad de las universidades y el valor de lo que ofrecen. Si bien no debe sobredimensionarse este proceso evaluativo, estas referencias resultan de un gran apoyo al momento de elegir donde estudiar o a quien contratar.
Lo recomendable para el futuro próximo es seguir consolidando la estrategia iniciada. Las evaluaciones periódicas a las universidades deberían continuar, pues contribuyen a incrementar su valor y reconocimiento y a fomentar una cultura de mantenimiento de unos estándares o condiciones básicas de calidad. La experiencia europea es muy ilustrativa en el objetivo de consolidar un Espacio Europeo de Educación Superior. Allí, agencias equivalentes a la SUNEDU, como ANECA en España o Hcéres en Francia, desarrollan procesos bastante rigurosos de orientación, evaluación, certificación y acreditación de instituciones y programas. No obstante, esas exigentes evaluaciones, las universidades buscan obtener otras certificaciones o acreditaciones, pues saben que ello les permitirá fortalecer su imagen, la empleabilidad de sus egresados, la demanda por sus estudios, la selección de mejor personal para la docencia y la investigación y su financiamiento.
Es cierto que las leyes son suceptibles de actualización y perfeccionamiento. Habrá que hacerlo de ser necesario pero vigilando que ese proceso no sea motivo para debilitar el rol de la SUNEDU. Se sabe que se han ido venciendo los cuestionamientos hechos a la SUNEDU por un sector de promotores universitarios cuyas universidades no fueron licenciadas, pero todavía ellos se utilizan para neutralizarla o desaparecerla. Se olvida que el licenciamiento se convirtió en una herramienta muy útil para las mejoras institucionales y académicas.
Desafíos pendientes
Mayor articulación con el entorno educativo en que actúan. Indispensable para que las universidades tengan éxito en su misión. En primer lugar, con el conjunto del sistema educativo, especialmente con la educación secundaria y el resto de ofertas de la educación superior. El escaso valor que la mayoría de universidades otorga a las evaluaciones aplicadas en la secundaria, tomando más bien los memoristas examenes de ingreso y las calificaciones que obtienen los estudiantes durante el primer semestre pasa una costosa factura: la deserción y el cambio de carreras estudiadas representan alrededor del 40% la matrícula de ese semestre y una inversión mal redituada para las familias, sobre todo de clase media y menores ingresos.
En parte, las universidades se quejan porque los egresados de la secundaria no vienen con una adecuada formación previa en lo académico y en lo vocacional. Queda la duda, como sucede en otros países, si no sería recomendable instaurar una prueba nacional de aptitudes para estudiantes que estén por concluir su secundaria (en 4º o 5ª año) y que voluntariamente deseen someterse a ella. Lo importante sería que, si esa decisión se adopta, los resultados de la prueba sean realmente aprovechados para diseñar las reformas de los programas de formación, tanto de la secundaria como de las universidades. Un indicador que habría que superar es el que tristemente revela el PIAAC, de evaluación de adultos de 16 a 65 años realizada por la OCDE: el nivel promedio de habilidades matemáticas básicas de los adultos peruanos con estudios universitarios completos es equivalente al promedio de habilidades de técnicos chilenos y a la media de habilidades de adultos de países OCDE que no culminaron la educación secundaria (Yamada, 2020).
Servicios de orientación y tutoría eficientes son claves. Los tutores requieren capacitación permanente y referencias de fuentes de información que les permitan ayudar los estudiantes en la decisión que adopten sobre sus futuros profesionales. Para esa decisión no solo se requieren bancos de datos sobre los desempeños y habilidades detectadas durante la escolaridad básica que dan idea de las potencialidades en ciencias o humanidades de los estudiantes. También es indispensable que ellos conozcan sobre el mercado ocupacional y sus tendencias: las profesiones más y menos demandadas, las competencias, actitudes y valores más apreciadas por los empresarios, las claves para existir en un mercado ocupacional competitivo y a la vez dinámicamente transformándose.
Articulación con los sectores de la producción y servicios. INIDEN ha destacado en varias oportunidades que las universidades exitosas tienen como una de sus características su permanente relación con esos sectores. Esa relación les ayuda a establecer su oferta de carreras, perfiles de formación y planes de estudio, así como posibles formas de colaboración entre las universidades, empresas y Estado en investigaciones que ayuden a elevar la competitividad y productividad laboral, explorar nuevos mercados y productos, automatizar procesos y sistemas de producción y gestión, entre otros. Se añade que intensificar la relación con esos actores es una opción para nuevas fuentes de financiamiento, sobre todo en momentos en los que la perspectiva de financiamiento público y privado podría ser poco alentadora por los impactos que trae el enfrentamiento de la COVID-19.
La investigación, innovación y desarrollo es la función más débil que ejecutan las universidades. Lo contrario a lo que sucede en las mejores del mundo, que desarrollan la ciencia y la innovación tecnológica a través de la formación científica y técnica, la investigación y desarrollo (I+D) y los servicios científicos tecnológicos. En Perú, salvo contadas expcepciones, nuestras universidades solo hacen formación científica y técnica, desaprovechando para las actividades de innovación y desarrollo (I+D) la relación que debe darse con la empresa y el Estado. Avanzar en ese enfoque de cumplimiento de esa función seríauna manera de fortalecer las capacidades emprendedoras de las universidades, de la cual pueden surgir iniciativas como las spin offs, start ups, spin outs y los centros de transferencia de tecnología (Luque, 2020). Urgente es igualmente que las universidades alienten la participación de sus docentes e investigadores en la creación o presencia en redes que ya funcionan destinadas a revolucionar el conocimiento en alianza entre ellas, con las empresas, consultoras, centros de investigación y gobierno. La competencia e investigación es este campo es imprescindible.
Inteligente inserción de las tecnologías y los enfoques de formación por competencias. La pandemia precipitó los cambios en los perfiles de las ocupaciones y el personal que las cubre, la cantidad de empresas que automatizan sus procesos de producción y servicios, intensificó el empleo de modalidades de formación no presencial e híbrida en la formación universitaria, y aceleró la obsolecencia de muchos conocimientos y prácticas de vida. Ahora la pregunta es: ¿cómo formar a los futuros profesionales y técnicos si todo cambia aceleradamente y todo está rápidamente disponible en YouTube o en otros portales con muy buenos tutoriales y cursos en línea gratuitos? (Yamada 2020).
Las nuevas oportunidades de formación que surgen con el avance tecnológico hace que sean un factor de insoslayable presencia en cualquier proyecto de reinvención de la universidad, la cual está obligada a revisar sus metodologías y didácticas, su inserción en la globalización y profundizar la internacionalización de sus actividades para responder a los nuevos escenarios. En ese propósito las universidades peruanas podrían avanzar en iniciativas de trabajo conjunto, como la del Consorcio de Universidades Públicas para la Educación a Distancia, que en México reúne a 39 instituciones. Allí se coordina la oferta de cursos, las posibilidades de movilidad virtual y programas masivos que contribuyen a la formación y actualización profesional en el marco del principio de la educación a lo largo de la vida. Enseñar desde los primeros años de escolaridad el aprender a aprender para lograr empleabilidad durante toda la vida y asegurar una experiencia inicial de educación superior significativa deben ser herramientas que habiliten a todo peruano a construir su proyecto de vida.
Es cierto que las universidades que más habían aprovechado las tecnologías digitales antes de la emergencia sanitaria han tenido mayores posibilidades de enfrentar mejor la situación, pero es igualmente verdad que para que las modalidades no presenciales o híbridas de formación funcionen con eficiencia se necesitan más esfuerzos e inversiones que ayuden a precisar con detalle las características de los modelos que se adopten, sus estategias de transición del corto al largo plazo, las formas como se incluirá el tratamiento de problemas medioambientales, migratorios y otros multidimensionales que cobran mayor vigencia con la globalización.
Es solamente cuando se tenga claridad respecto del modelo de formación a seguir, que podrán definirse los requerimientos de infraestructura, equipamiento, materiales, capacitación, sistemas de monitoreo y de gestión académica, entre otros. Son requerimientos que por lo imprevisto de la pandemia no se hicieron a su tiempo ni tampoco se han hecho el 2021 en la mayor parte de las universidades, en parte debido a que sus presupuestos disminuyeron. No obstante, dado que esos modelos de formación seguirán teniendo vigencia en el futuro no debería descuidarse la inversión en sus componentes.
Replantear las ofertas de educación superior. La estadística de matrícula en las modalidades de educación superior muestra una estructura que conviene evaluar e ir corrigiendo gradualmente. La forma como se ha masificado la matrícula universitaria ha hecho que represente el 71% de la oferta de educación superior, mientras que la formación tecnológica alcanza el 25%. Han sido factores como las bajas pensiones para estudiar en varias de las universidades y el mayor valor que dan los jóvenes a un titulo universitario que a uno técnico, los que llevan a esta situación. No obstante, el mercado ocupacional requiere técnicos y ante su ausencia, muchas veces profesionales universitarios de áreas afines terminan cubriendo esas posiciones. Otros, con peor suerte, ejercen una actividad que no solo no corresponde a lo que estudiaron sino que están sobrecalificados para el ejercicio de la misma. La reforma de la formación de técnicos es tan prioritaria como la universitaria.
A manera de conclusión
Las distorsiones al interior de la oferta universitaria también deberían revisarse. Un país que aspira asegurar un desarrollo sostenible necesita que la población con los más altos niveles de formación tenga mayor presencia en la estructura demográfica y de la oferta universitaria. Por ahora es solo de 5% para las maestrías y 1% para los doctorados. Aumentar la oferta de posgrados es un indicador de mejor practica del principio de educación a lo largo de la vida. El otro desafío es mejorar la composición de la oferta de posgrados pues el 73% corresponden a ciencias sociales y educación y solo 12% a ingenierías.
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