Ministro anuncia reformulación del currículum de la educación básica
El ministro de Educación, Rosendo Serna, ha anunciado que se iniciará la reformulación del currículum y que su elaboración responderá a un enfoque territorial, promovido desde la escuela; que requerirá la colaboración de los padres de familia y la activa participación de docentes y directores. Ha hecho referencia a que se pretende mejorar el perfil de egreso de los estudiantes.
Según sus declaraciones es un proceso que comienza a ponerse en marcha aunque se desconocen las características que tendrá la reformulación. Sin embargo, siendo el currículum un factor clave, lo recomendable sería que se difunda un documento que establezca los propósitos que llevan a la reformulación, las fases, la forma como se organizará un proceso con componentes políticos y técnicos complejos que difícilmente se manejan sino existen grupos de trabajo especializados y con una visión de lo que se quiere como producto normativo. Por último, cuál será el aporte real de la reforma que se emprende a la mejora las prácticas y resultados académicos.
En tal sentido, dicho documento debería precisar con claridad cómo lograr un balance entre las aspiraciones de participación del nivel local en la elaboración de la propuesta curricular y lo que serán consideraciones de carácter macro que orientarán la concepción global del diseño. Es cierto que tener en cuenta la visión de la realidad que tienen las comunidades locales es fundamental en el tratamiento de temas como la inclusión, la interculturalidad, la diversificación y las posibilidades de incorporar metodologías híbridas que resulten eficientes en contextos territoriales donde las condiciones de aprendizaje son precarias. Pero también será importante que los estudiantes tengan el derecho de aspirar a una base común de metas mínimas de aprendizaje para todo el país, que puedan aspirar a superar dichas metas, a recibir aprendizajes que respondan no únicamente a demandas locales, sino también a las insertas en el proceso de globalización. La tendencia es que los estándares de formación de áreas curriculares como las matemáticas y las ciencias naturales vayan creciendo en contenidos universales de aprendizaje. Es un aspecto que va teniendo creciente relevancia si se tiene en cuenta que la movilidad internacional de los estudiantes es cada vez mayor.
En segundo lugar, deberá asegurarse de concebir una herramienta que encuentre un equilibrio entre las metas de aprendizaje que desearían quienes son responsables de su formulación y aquellas realmente relevantes que estén al alcance de la gran mayoría de los estudiantes, pues de lo contrario podrían aumentar las desigualdades que de por sí ya son grandes en nuestra sociedad. No es un tema sencillo de resolver puesto que la elaboración de una herramienta tan fundamental como el currículum demanda la presencia de personal especializado en el enfoque curricular que se busca aplicar y de expertos en las áreas curriculares que serán objeto de reforma. En el país ese personal es aún escaso y requeriría ser formado en centros de alta especialización en el mundo. Para ello, la cooperación internacional y horizontal podrían ser de gran utilidad; sobre todo en campos del diseño curricular donde no hay suficiente expertise.
El punto de partida
El Currículo Nacional de la Educación Básica se aprobó en el 2016. No obstante que han pasado seis años, no podría afirmarse que se haya avanzado lo deseable en su implementación. Inicialmente tuvo que enfrentar a demandas judiciales que disponían su suspensión, por lo menos en lo relacionado con el enfoque de género. Luego vinieron los dos primeros años de pandemia, en donde hubo que priorizar lo que podía enseñarse en un contexto muy difícil de organización de los procesos de aprendizaje. El regreso a la enseñanza presencial es favorable para retomar su aplicación plena; sin embargo, hay situaciones que hacen difícil lograr ese objetivo. Por un lado, el regreso se complica por la cantidad de alumnos que llegan con diversos problemas: anemia, trabajo infantil, embarazos precoces y otros de carácter socioemocional que en su mayoría se habrían generado en los dos años de pandemia. Esta situación obliga a que tenga que dedicarse tiempo importante para su atención. Por otro lado, parte del tiempo hay que también dedicarlo a que los estudiantes retomen sus ritmos de aprendizaje y a poner en marcha una estrategia que les permita recuperar los aprendizajes no adquiridos en los dos últimos años, de lo contrario tendrán dificultades para avanzar en la adquisición de aquellos que les corresponden al grado que cursan.
La aseveración que hay un antes y un después de la pandemia es real y supone la revisión de las políticas de desarrollo; entre ellas las de educación y específicamente la curricular. Se ha tomado conciencia, por ejemplo, que es necesario revisar el lugar que se le asigna en la formación de las personas en aspectos como la educación ciudadana, la enseñanza de las ciencias informáticas y las ciencias ciudadanas, el aprender a aprender y otras de las denominadas competencias para la vida. En contraposición, se es consciente que existen contenidos en el currículum que podrían ser prescindibles.
Al respecto, expertos en el tema, como H. Partovi, se pregunta se en las escuelas debe insistirse en seguir formando para habilidades ya anticuadas que hoy se solucionan con un móvil u otra de las nuevas tecnologías (Diario El País, España. 13/04/2022). Otro informe, de la OCDE, señala que el estancamiento y baja la productividad de los trabajadores en América Latina, equivalente al 38% de la media de los países de la OCDE se debe, en más de la mitad de los factores, a que existe un déficit de calidad de la educación y una escasa relación entre los contenidos de la educación básica y superior y lo que necesita el mercado ocupacional. Se olvida que muchas de las llamadas competencias para la vida deben adquirirse desde los primeros años de escolaridad y posteriormente continuar perfeccionándolas o actualizándolas.
¿Reformar el currículum de la educación básica: bajo qué alcances?
La reforma del currículum ha sido siempre un tema generador de debates encendidos, más aún en momentos como el que se vive, de incertidumbre respecto de los cambios que se vienen, de urgencia de establecer un conjunto de valores y propósitos que posibiliten a la educación acompañar más de cerca la transformación social y la solución de los problemas mayores del país; en especial de las poblaciones que más lo necesitan.
Hacer de la reforma curricular un proceso con posibilidades de éxito demandaría superar limitaciones como las siguientes. Una primera es que no hay un acuerdo pleno sobre el concepto de competencias. Para unos, descuida aspectos clave de la formación integral, como son las actitudes y valores; para otros, las competencias engloban contenidos y los componentes de la formación integral. Hay quienes opinan que existen aprendizajes competenciales y no competenciales. Para J. Sarramona (2014), es necesario clarificar bien lo que se quiere decir al hablar de competencias en la enseñanza y cómo hacerlas comprensibles y relativamente fáciles de ser llevadas a la práctica. Si no se logra, el riesgo es que se conviertan en una simple jerga para ser depositada sobre publicaciones académicas, documentos oficiales y propuestas curriculares, sin trascendencia real sobre la práctica pedagógica. Añade que hacer referencia a las competencias sin distinguirlas y precisar sus alcances ayuda poco en su implementación. Es distinto hablar de competencias básicas, competencias técnico-profesionales, competencias profesionales y competencias clave.
Se suma a ello que los documentos que norman el currículum no son siempre comprensibles o asumidos plenamente por sectores no despreciables de docentes. En ocasiones caen en lenguajes sofisticados, en sesgos ideológicos o de la realidad que desconciertan a los docentes y hacen perder de vista la utilidad que encierra el concepto de competencias en cuanto a ser una manera diferente de concebir la tarea educativa, de entender que dada la velocidad con la cual se genera conocimiento es imposible brindarlo todo; más bien que deben seleccionarse aquellos que se consideran los más necesarios, significativos y que ayudarán a seguir aprendiendo.
Muchas veces se discute sobre la magnitud de la reforma y la forma de producir el cambio. La experiencia muestra que reformas radicales del currículum tienen pocas posibilidades de éxito debido a que demandan modificaciones importantes en las prácticas docentes, además de un entrenamiento previo y suficiente para que el profesorado se encuentre en capacidad de entender la profundidad de la reforma y poder implementarla. Lo recomendable es que sean cambios graduales, progresivos, no traumáticos para los profesores que deben de sentirse capaces de poder aplicarlos. No obstante, al sistema se le presentan retos que podrían ser asumidos progresivamente bajo proyectos piloto. Es el caso de introducir en las programaciones curriculares contenidos de programación, desarrollo del pensamiento computacional, más presencia de estudios de caso y resolución de problemas, metodologías como el aula invertida, entre otros.
Tampoco existe suficiente consenso sobre cuánto de decisión curricular debería transferirse a las instituciones educativas. Es cierto que su carácter dinámico le otorga cierta flexibilidad y lo aleja de ser en una camisa de fuerza. Pero esa opción no es siempre bien asumida por algunos especialistas de la administración que se resisten a delegar poder de decisiones; más bien se muestran poco flexibles en la posibilidad de avanzar en la diversificación curricular y en las posibilidades de generar procesos más amplios de innovación que respondan a las características del contexto y las necesidades de los estudiantes.
Una crítica ha sido siempre el recargo de contenidos de la propuesta curricular que va más allá de las posibilidades de implementarlo en lo que dura el calendario escolar. Además, un currículum muy detallado estaría dando el mensaje que importa más la cantidad de aprendizajes y no su profundidad, cuando lo que conviene es que los estudiantes puedan consolidar lo que aprenden y dispongan del espacio suficiente para relacionarlo con situaciones de la vida cotidiana. La Constitución refiere a que el aporte de la normatividad debe ceñirse a los lineamientos generales, precepto que no llega a cumplirse. Es verdad que para un sector del profesorado es beneficioso el desarrollo detallado del currículum, pero otros piensan que una buena propuesta de lineamientos les permitiría desarrollar su creatividad y capacidad de innovación. La alternativa podría estar en una fórmula intermedia que permita atender las dos opciones; mejor dicho, que existan docentes que requieran más apoyo y acompañamiento para sus tareas de programación curricular, mientras otros podrían trabajar con más libertad en el cumplimiento de esas tareas.
Finalmente, muchas veces se cae en el error de limitar la reforma curricular a una nueva propuesta de programación de contenidos. Se subestima la importancia que tienen otros factores que condicionan el éxito de la reforma. Es el caso de programar las capacitaciones y acompañamientos pedagógicos necesarios, incorporar en la formación docente el espíritu y propósitos de la reforma, asegurar la pertinencia de los recursos didácticos que serán utilizados, así como el seguimiento y evaluación permanente del proceso.
Ministro anuncia reformulación del currículum de la educación básica
El ministro de Educación, Rosendo Serna, ha anunciado que se iniciará la reformulación del currículum y que su elaboración responderá a un enfoque territorial, promovido desde la escuela; que requerirá la colaboración de los padres de familia y la activa participación de docentes y directores. Ha hecho referencia a que se pretende mejorar el perfil de egreso de los estudiantes.
Según sus declaraciones es un proceso que comienza a ponerse en marcha aunque se desconocen las características que tendrá la reformulación. Sin embargo, siendo el currículum un factor clave, lo recomendable sería que se difunda un documento que establezca los propósitos que llevan a la reformulación, las fases, la forma como se organizará un proceso con componentes políticos y técnicos complejos que difícilmente se manejan sino existen grupos de trabajo especializados y con una visión de lo que se quiere como producto normativo. Por último, cuál será el aporte real de la reforma que se emprende a la mejora las prácticas y resultados académicos.
En tal sentido, dicho documento debería precisar con claridad cómo lograr un balance entre las aspiraciones de participación del nivel local en la elaboración de la propuesta curricular y lo que serán consideraciones de carácter macro que orientarán la concepción global del diseño. Es cierto que tener en cuenta la visión de la realidad que tienen las comunidades locales es fundamental en el tratamiento de temas como la inclusión, la interculturalidad, la diversificación y las posibilidades de incorporar metodologías híbridas que resulten eficientes en contextos territoriales donde las condiciones de aprendizaje son precarias. Pero también será importante que los estudiantes tengan el derecho de aspirar a una base común de metas mínimas de aprendizaje para todo el país, que puedan aspirar a superar dichas metas, a recibir aprendizajes que respondan no únicamente a demandas locales, sino también a las insertas en el proceso de globalización. La tendencia es que los estándares de formación de áreas curriculares como las matemáticas y las ciencias naturales vayan creciendo en contenidos universales de aprendizaje. Es un aspecto que va teniendo creciente relevancia si se tiene en cuenta que la movilidad internacional de los estudiantes es cada vez mayor.
En segundo lugar, deberá asegurarse de concebir una herramienta que encuentre un equilibrio entre las metas de aprendizaje que desearían quienes son responsables de su formulación y aquellas realmente relevantes que estén al alcance de la gran mayoría de los estudiantes, pues de lo contrario podrían aumentar las desigualdades que de por sí ya son grandes en nuestra sociedad. No es un tema sencillo de resolver puesto que la elaboración de una herramienta tan fundamental como el currículum demanda la presencia de personal especializado en el enfoque curricular que se busca aplicar y de expertos en las áreas curriculares que serán objeto de reforma. En el país ese personal es aún escaso y requeriría ser formado en centros de alta especialización en el mundo. Para ello, la cooperación internacional y horizontal podrían ser de gran utilidad; sobre todo en campos del diseño curricular donde no hay suficiente expertise.
El punto de partida
El Currículo Nacional de la Educación Básica se aprobó en el 2016. No obstante que han pasado seis años, no podría afirmarse que se haya avanzado lo deseable en su implementación. Inicialmente tuvo que enfrentar a demandas judiciales que disponían su suspensión, por lo menos en lo relacionado con el enfoque de género. Luego vinieron los dos primeros años de pandemia, en donde hubo que priorizar lo que podía enseñarse en un contexto muy difícil de organización de los procesos de aprendizaje. El regreso a la enseñanza presencial es favorable para retomar su aplicación plena; sin embargo, hay situaciones que hacen difícil lograr ese objetivo. Por un lado, el regreso se complica por la cantidad de alumnos que llegan con diversos problemas: anemia, trabajo infantil, embarazos precoces y otros de carácter socioemocional que en su mayoría se habrían generado en los dos años de pandemia. Esta situación obliga a que tenga que dedicarse tiempo importante para su atención. Por otro lado, parte del tiempo hay que también dedicarlo a que los estudiantes retomen sus ritmos de aprendizaje y a poner en marcha una estrategia que les permita recuperar los aprendizajes no adquiridos en los dos últimos años, de lo contrario tendrán dificultades para avanzar en la adquisición de aquellos que les corresponden al grado que cursan.
La aseveración que hay un antes y un después de la pandemia es real y supone la revisión de las políticas de desarrollo; entre ellas las de educación y específicamente la curricular. Se ha tomado conciencia, por ejemplo, que es necesario revisar el lugar que se le asigna en la formación de las personas en aspectos como la educación ciudadana, la enseñanza de las ciencias informáticas y las ciencias ciudadanas, el aprender a aprender y otras de las denominadas competencias para la vida. En contraposición, se es consciente que existen contenidos en el currículum que podrían ser prescindibles.
Al respecto, expertos en el tema, como H. Partovi, se pregunta se en las escuelas debe insistirse en seguir formando para habilidades ya anticuadas que hoy se solucionan con un móvil u otra de las nuevas tecnologías (Diario El País, España. 13/04/2022). Otro informe, de la OCDE, señala que el estancamiento y baja la productividad de los trabajadores en América Latina, equivalente al 38% de la media de los países de la OCDE se debe, en más de la mitad de los factores, a que existe un déficit de calidad de la educación y una escasa relación entre los contenidos de la educación básica y superior y lo que necesita el mercado ocupacional. Se olvida que muchas de las llamadas competencias para la vida deben adquirirse desde los primeros años de escolaridad y posteriormente continuar perfeccionándolas o actualizándolas.
¿Reformar el currículum de la educación básica: bajo qué alcances?
La reforma del currículum ha sido siempre un tema generador de debates encendidos, más aún en momentos como el que se vive, de incertidumbre respecto de los cambios que se vienen, de urgencia de establecer un conjunto de valores y propósitos que posibiliten a la educación acompañar más de cerca la transformación social y la solución de los problemas mayores del país; en especial de las poblaciones que más lo necesitan.
Hacer de la reforma curricular un proceso con posibilidades de éxito demandaría superar limitaciones como las siguientes. Una primera es que no hay un acuerdo pleno sobre el concepto de competencias. Para unos, descuida aspectos clave de la formación integral, como son las actitudes y valores; para otros, las competencias engloban contenidos y los componentes de la formación integral. Hay quienes opinan que existen aprendizajes competenciales y no competenciales. Para J. Sarramona (2014), es necesario clarificar bien lo que se quiere decir al hablar de competencias en la enseñanza y cómo hacerlas comprensibles y relativamente fáciles de ser llevadas a la práctica. Si no se logra, el riesgo es que se conviertan en una simple jerga para ser depositada sobre publicaciones académicas, documentos oficiales y propuestas curriculares, sin trascendencia real sobre la práctica pedagógica. Añade que hacer referencia a las competencias sin distinguirlas y precisar sus alcances ayuda poco en su implementación. Es distinto hablar de competencias básicas, competencias técnico-profesionales, competencias profesionales y competencias clave.
Se suma a ello que los documentos que norman el currículum no son siempre comprensibles o asumidos plenamente por sectores no despreciables de docentes. En ocasiones caen en lenguajes sofisticados, en sesgos ideológicos o de la realidad que desconciertan a los docentes y hacen perder de vista la utilidad que encierra el concepto de competencias en cuanto a ser una manera diferente de concebir la tarea educativa, de entender que dada la velocidad con la cual se genera conocimiento es imposible brindarlo todo; más bien que deben seleccionarse aquellos que se consideran los más necesarios, significativos y que ayudarán a seguir aprendiendo.
Muchas veces se discute sobre la magnitud de la reforma y la forma de producir el cambio. La experiencia muestra que reformas radicales del currículum tienen pocas posibilidades de éxito debido a que demandan modificaciones importantes en las prácticas docentes, además de un entrenamiento previo y suficiente para que el profesorado se encuentre en capacidad de entender la profundidad de la reforma y poder implementarla. Lo recomendable es que sean cambios graduales, progresivos, no traumáticos para los profesores que deben de sentirse capaces de poder aplicarlos. No obstante, al sistema se le presentan retos que podrían ser asumidos progresivamente bajo proyectos piloto. Es el caso de introducir en las programaciones curriculares contenidos de programación, desarrollo del pensamiento computacional, más presencia de estudios de caso y resolución de problemas, metodologías como el aula invertida, entre otros.
Tampoco existe suficiente consenso sobre cuánto de decisión curricular debería transferirse a las instituciones educativas. Es cierto que su carácter dinámico le otorga cierta flexibilidad y lo aleja de ser en una camisa de fuerza. Pero esa opción no es siempre bien asumida por algunos especialistas de la administración que se resisten a delegar poder de decisiones; más bien se muestran poco flexibles en la posibilidad de avanzar en la diversificación curricular y en las posibilidades de generar procesos más amplios de innovación que respondan a las características del contexto y las necesidades de los estudiantes.
Una crítica ha sido siempre el recargo de contenidos de la propuesta curricular que va más allá de las posibilidades de implementarlo en lo que dura el calendario escolar. Además, un currículum muy detallado estaría dando el mensaje que importa más la cantidad de aprendizajes y no su profundidad, cuando lo que conviene es que los estudiantes puedan consolidar lo que aprenden y dispongan del espacio suficiente para relacionarlo con situaciones de la vida cotidiana. La Constitución refiere a que el aporte de la normatividad debe ceñirse a los lineamientos generales, precepto que no llega a cumplirse. Es verdad que para un sector del profesorado es beneficioso el desarrollo detallado del currículum, pero otros piensan que una buena propuesta de lineamientos les permitiría desarrollar su creatividad y capacidad de innovación. La alternativa podría estar en una fórmula intermedia que permita atender las dos opciones; mejor dicho, que existan docentes que requieran más apoyo y acompañamiento para sus tareas de programación curricular, mientras otros podrían trabajar con más libertad en el cumplimiento de esas tareas.
Finalmente, muchas veces se cae en el error de limitar la reforma curricular a una nueva propuesta de programación de contenidos. Se subestima la importancia que tienen otros factores que condicionan el éxito de la reforma. Es el caso de programar las capacitaciones y acompañamientos pedagógicos necesarios, incorporar en la formación docente el espíritu y propósitos de la reforma, asegurar la pertinencia de los recursos didácticos que serán utilizados, así como el seguimiento y evaluación permanente del proceso.
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