Buenas intenciones o innovación socialPor: Arlette Fernández Poner en el reflector mundial temas como cambio climático, equidad de género e inclusión ha traído no sólo mucha información, posturas diversas y reflexiones, sino también la creación de startups y proyectos que proponen servicios y productos innovadores a estos importantes temas. De la misma manera, está siendo de interés brindar soluciones a los desafíos que presentan las personas con discapacidad en la sociedad actual, lo cual genera esperanza y mucho aprendizaje. Lo que en décadas anteriores sólo algunos cuantos entusiastas profesionales de la ciencia, la educación y/o la rehabilitación, familiares o voluntarios caritativos creaban o desarrollaban (y a muy alto costo) para mejorar la calidad de vida y educación de personas con diferentes tipos de discapacidad y en cualquier etapa de sus vidas, hoy es un terreno fértil, asequible, digital y amplio, cuenta con respaldo global, e incluso representa uno de los objetivos con los que el mundo actual busca para alcanzar el tan ansiado desarrollo sostenible. Tablets con teclados en Braille, juguetes que visibilizan la diversidad humana, apps para diferentes tipos de comunicación, recursos educativos accesibles, etc., han empezado a destacar, lo que abre un mundo de posibilidades para la inclusión efectiva en una sociedad que ya es 4.0. Pero sobre todo, marcan una agenda: una agenda donde no se quiere dejar a nadie atrás, donde hay oportunidades de negocio, pero también de desarrollo, de aprendizaje, de compromiso. Y ante esto, la escuela en todos sus niveles y modalidades debe reinventarse, apoderarse de la tecnología, de nuevas metodologías, debe leer, proponer debates, involucrar a toda la comunidad, y empoderar a maestros, directores y alumnos. Porque las innovaciones sociales deben tener personas que las usen, que las validen, que las reten a actualizarse, a ser cada vez más útiles y funcionales. Y esto se trabaja desde la escuela. Sino, se quedarán en sólo buenas intenciones.