Nuevo escenario para los materiales de enseñanza: ¿vamos a la zaga?

El progreso de las tecnologías digitales ha acelerado en menos de tres décadas y de forma irreversible la transformación constante de los textos escolares, el material de lectura complementaria, los cuadernos de trabajo, los cuadernos de fichas y las guías para docentes. Para no convertirse en recursos desfasados del interés de estudiantes y docentes desde hace tres décadas ingresaron a un proceso de transformación que cambió la estructura y flexibilidad de sus contenidos. Los mejores que circulan en el mercado buscan que sus usuarios se sientan cómodos e identificados con su empleo; disponen de formatos ágiles y enriquecidos en información, recursos y estrategias de motivación; fortalecen con rigor académico el conocimiento actualizado, articulan la teoría con la práctica y la adquisición de capacidades fundamentales e indispensables. Además, permiten aprender en cualquier lugar, a cualquier hora y facilitan el manejo de variados lenguajes y medios -imágenes, sonido, color, movimiento, robótica, inteligencia artificial, plataformas y otras herramientas-.

El material digital, ha logrado sumarse al libro de texto como una fuente adicional de acceso al conocimiento y la información. Su imparable desarrollo obliga a rehacer los códigos de aprendizaje, abre la opción de personalizar la experiencia de aprendizaje programando el progreso según los niveles de dificultad, hace posible que el docente obtenga información en tiempo real y con amplio detalle sobre cómo cada estudiante asimila los aprendizajes y si es necesario replantear estrategias y didácticas de enseñanza. Al estudiante, le ayuda a realizar una autoevaluación guiada que con la información que provee puede identificar sus fortalezas y errores cometidos y cómo corregirlos. No se olvida que las plataformas, inteligencia artificial, chatbot están revolucionando roles y paradigmas: reconocen voz, interactúan, conversan, traducen idiomas, crean textos, imágenes, música y mucho más.

Como sucedió en el pasado con otras tecnologías, la fuerza con que llegaron los recursos digitales a los sistemas educativos no ha afectado el empleo del material impreso; más bien lo complementan, ayudan a transformarlos y adaptarlos. Cuando son de buena calidad son aliados ideales para una pedagogía efectiva, con equidad y el disfrute del aprendizaje que logra adquirirse con mayor profundidad. En los países de mayor desarrollo el uso del texto escolar es alto -entre el 80% y 100%-, en unos casos en forma obligatoria, en otros a decisión del docente (PISA, 2018). Aquellos que en un momento quisieron reemplazar el material convencional por otro preferentemente digital tuvieron que dar marcha atrás. Suecia tuvo que reiniciar la distribución de textos escolares impresos; California volvió a establecer en el 2024 el requisito de que los estudiantes de 1º a 6º grado de las escuelas públicas aprendan a escribir en letra cursiva. Para la neurocientífica Claudia Aguirre, en comparación con la escritura a máquina, escribir en cursiva puede activar vías neurales específicas que facilitan y optimizan el aprendizaje y el desarrollo del lenguaje en general (https://eldiariony.com/2024/01/29/los-beneficios-para-el-cerebro-de-la-escritura-cursiva-a-mano-y-por-que-vuelve-a-algunas-escuelas/). Sarramona destaca que es mediante el dominio comprensivo del lenguaje que se accede a conocimientos superiores y complejos, y mediante la expresión lingüística es que se pueden debatir y comunicar. Los emoticones, las abreviaturas y equivalentes pueden servir para la comunicación informal, pero no para tratar el conocimiento científico (https://www.bellaterradiari.cat/opinio/101611/lortografia-no-compta).

Es crucial que los recursos de enseñanza se organicen bajo ecosistemas que aprovechen las bondades y las potencialidades del material impreso y digital. Para Nuno Crato, en “Apología del Libro de Texto. Cómo escribir, elegir y utilizar un buen manual” (2024), los libros de texto tienen entre sus ventajas responder a una estructura ordenada, muy armonizada con el currículo, contribuyen al aprendizaje activo, a la relación de los conceptos entre sí y retan a los alumnos a integrar los nuevos conocimientos con los anteriores. Para la especialista mexicana García-Bullé (2019), los textos escolares brindan al alumno la experiencia de interactuar con un libro en físico, actividad que por sí sola conlleva beneficios propios que no están presentes en la lectura de textos digitales, además que para la práctica de la lectura digital el requisito es desarrollar aptitudes y estrategias de comprensión lectora que deben adquirirse con la lectura del libro impreso (https://observatorio.tec.mx/libros-de-texto/).

Es verdad que la lectura y escritura digital se realizan en contextos muy diferentes a los encontrados cuando se lee un libro impreso o se escribe en una hoja de papel pues les acompañan características visuales y textuales mucho más variadas en información. Sin embargo, la evidencia termina demostrando la indisoluble convivencia del material impreso y digital si se quiere sacarles el mejor provecho. La condición para lograr una eficacia óptima es que los elementos interactivos inherentes al libro digital no se conviertan en una distracción en una etapa en que al niño se le van formando las estructuras cognitivas para aprender a leer. A los jóvenes, aún cuando ya conocen técnicas para la lectura, les resulta más difícil generar una experiencia de inmersión cuando lo hacen en una tableta o en cualquier dispositivo con conexión a Internet, en gran medida por la influencia de factores distractores como el correo electrónico, WhatsApp, YouTube, TikTok, Linkedin y otras redes sociales que terminan promoviendo la sobreexposición y dificultando la concentración. De allí lo crucial de la complementariedad, coexistencia y buen uso de materiales impresos y digitales.

En el Perú, la Encuesta Nacional de Docentes 2018 encontró que el 74% de educadores opinaba que tener materiales suficientes y adecuados es el principal factor que le ayudaba a mejorar la práctica pedagógica. A 17% de distancia le seguía el acceso a la tecnología y a Internet y a 32% la infraestructura adecuada. En sexto lugar, con 27%, figuraba el acceso a material de consulta, como las bibliotecas de aula. Asimismo, tomando como referencia los resultados de PISA 2022, la Oficina de Medición de la Calidad de los Aprendizajes del Ministerio de Educación, destaca que los estudiantes que viven en hogares donde existen 26 o más libros obtienen mayores puntajes en pensamiento creativo.

Presupuesto para material educativo: cuesta abajo

Es entendible que varios países cayeran en la tentación de reorientar su inversión hacia materiales de enseñanza digital al considerarlos indispensables para adquirir las habilidades correspondientes y ser más atractivos al alumno. En el Perú lo que no debió suceder fue descuidar esas inversiones. Esas reducciones llevaron al PIM 2025 por alumno de inicial a S/ 0.25; en primaria a S/ 1.20 y en secundaria a S/ 1.85; es decir, a la tercera parte, el  15% y el 5%, respectivamente del PIM 2016. Asimismo, comparado con el 2016 el PIM 2025 para Libros, Textos y Otro Material Impreso se reduce 21 veces; el referido a Material Didáctico, Accesorios y Útiles de Enseñanza en cinco veces y el de Otros Materiales Diversos de Enseñanza en más de la mitad.

No solo hay insuficiencia de financiamiento. Territorialmente sorprenden los desbalances la distribución la inversión en material de enseñanza. Lima concentra el 21,2% del alumnado de educación básica regular pero el 32% del presupuesto. La Libertad, Ancash y Cusco, que en conjunto atienden al 14,8% de estudiantes tienen un presupuesto 2,6 veces mayor. En cambio, Loreto y Ucayali, que tienen las mayores tasas de deserción acumulada en la educación básica en el grupo de edad 13-19 años, de repetidores en primaria y secundaria y los más altos porcentajes de alumnos en el nivel inicial o debajo de ese nivel en las evaluaciones de aprendizajes, reciben una asignación que es casi catorce veces menor que su matrícula. Situaciones parecidas se observan en Huánuco y Cajamarca.

La desigual asignación territorial es un claro indicador de inequidad que perjudica con dureza a los departamentos con los mayores déficit de cobertura y calidad. No sorprende entonces que los aprendizajes no mejoren si el alumno no tiene con qué reforzar lo que les da el profesor. La escasez o inexistencia de libros de texto, material de lectura y otros recursos didácticos en las escuelas públicas es notoria; inclusive en aquellas que forman parte de programas especiales como las Escuelas Bicentenario que absorben buena parte de la inversión: varias tienen los estantes de la biblioteca vacíos (https://www.bing.com/videos/search?q=Colegos+bicentenario+sin+bibliotecas&view=detail&mid=60519CBA001FCEE6397B60519CBA001FCEE6397B&FORM=VIRE). Tampoco sorprende que los peruanos leamos muy poco: el promedio de libros leídos es 1,9, por debajo del 2,9 en México, 4,5 en Argentina y 5,4 en Chile (Ministerio de Cultura y el INEI, 2022).

Reflexión final: urge una política para materiales

El Presupuesto del Sector Público para el 2026 está en proceso de formulación. Hay tiempo para corregir distorsiones como las descritas en este Informe pues es condición insustituible para superar las brechas que separan a escuelas públicas y privadas. Una primera y urgente medida es retomar los niveles de inversión en material de enseñanza registrados a mediados de la década pasada. El dramático descenso va en contra de las evidencias sobre su rol clave en los aprendizajes, el desarrollo de habilidades fundamentales, como aliviador de la carga de trabajo de los docentes y estudiantes, e inclusive, como lo destaca Crato, “cambiar de escuela cuando lo necesitan y seguir estudiando en la misma línea”. Mientras la conectividad no se generalice, para la población pobre y más vulnerable, los libros de texto y de lectura resultan cruciales.

Además, son importantes buenas y equilibradas decisiones de adquisición de material y capacitar para su buen uso. No son raras las ocasiones en que se critica al texto escolar o a las tecnologías; sin embargo, ellos no son el problema, lo es la mala selección o el mal uso. Son recursos que tienen éxito si los docentes y alumnos adquieren las capacidades para aprovecharlos y si sus estrategias e inversiones se articulan con el resto de factores de aprendizaje en las disciplinas que forman parte del currículo.

En un entorno en donde el crecimiento de los materiales de enseñanza crece a pasos agigantados, elegirlos bien es fundamental. Deben alinearse con el estilo formativo; que su contenido sea preciso, profundo, actualizado y proveniente de fuentes confiables; que sus herramientas se adapten a diferentes niveles de habilidad y estilos de aprendizaje; que sean de uso fácil y colaborativo tanto para docentes como para los alumnos y que sean compatibles con plataformas y recursos que la se utilizan en las aulas. Igualmente, debe evaluarse si el costo justifica la calidad y utilidad de la herramienta, si ofrecen soporte técnico o formación adicional y si pueden aprovecharse opciones gratuitas efectivas.

En un escenario de intenso dinamismo de los procesos de transformación corresponde al Estado abrir los espacios, apoyos y estímulos necesarios para que, en especial, las industrias editorial y tecnológicas continúen la transformación y mejora de los materiales didácticos. Es una alianza que no solo debe limitarse a sostener investigación e innovación permanentes, sino también al combate de la piratería que debilita fuertemente los esfuerzos y recursos que puedan destinarse a tal fin.

Finalmente, son varios los temas que requieren mayor reflexión para apoyar adecuadas decisiones. Solo mencionaremos dos. El primero se refiere a la necesidad de diseñar un sistema que articule la adquisición de material impreso y digital. No solo coexisten y se complementan sino que forman un paquete integrado y amplio de diversos servicios de soporte pedagógico. Es la razón por la que las compras por el Estado y en las escuelas privadas no deben estar disociadas. El segundo se refiere a la disyuntiva abordada con pertinencia por Eguren y Belaúnde (IEP, 2022): se preguntan si los textos escolares deberían ser de propiedad del estudiante, en especial de aquellos que pertenecen a las familias más pobres. Advierten que con el sistema del banco del libro pueden llevarlos a casa y regresarlos a la escuela, pero el problema es que muchos estudiantes se olvidan de regresarlos o los pierden, llegando un momento en que ya no existe cantidad suficiente del material para todos en el aula, más aún cuando las inversiones en textos escolares prácticamente impiden su reposición todos los años. Lo mismo ocurre con los cuadernos de trabajo debido a que la administración no siempre llega a cubrir los faltantes. Además, la reposición es calificada como un mecanismo discriminatorio en donde los estudiantes que utilizan el libro de texto recién distribuido tendrán ventajas respecto de aquellos que van a utilizarlo con algún nivel de deterioro o desgaste luego de dos o tres años. Muchos docentes se quejan porque los procesos de distribución del material se realizan con escasa consulta lo que lleva a recortarles su libertad de elección. La situación se agrava cuando la administración genera normativas para que en las escuelas públicas se prohíba a los docentes recomendar a los padres de familia adquirir libros de texto complementarios a los que reparte el Estado.

Este informe puede verse en:

Nuevo escenario para los materiales de enseñanza: ¿vamos a la zaga?

Autor: Hugo Diaz Publicado: agosto 30, 2025

El progreso de las tecnologías digitales ha acelerado en menos de tres décadas y de forma irreversible la transformación constante de los textos escolares, el material de lectura complementaria, los cuadernos de trabajo, los cuadernos de fichas y las guías para docentes. Para no convertirse en recursos desfasados del interés de estudiantes y docentes desde hace tres décadas ingresaron a un proceso de transformación que cambió la estructura y flexibilidad de sus contenidos. Los mejores que circulan en el mercado buscan que sus usuarios se sientan cómodos e identificados con su empleo; disponen de formatos ágiles y enriquecidos en información, recursos y estrategias de motivación; fortalecen con rigor académico el conocimiento actualizado, articulan la teoría con la práctica y la adquisición de capacidades fundamentales e indispensables. Además, permiten aprender en cualquier lugar, a cualquier hora y facilitan el manejo de variados lenguajes y medios -imágenes, sonido, color, movimiento, robótica, inteligencia artificial, plataformas y otras herramientas-.

El material digital, ha logrado sumarse al libro de texto como una fuente adicional de acceso al conocimiento y la información. Su imparable desarrollo obliga a rehacer los códigos de aprendizaje, abre la opción de personalizar la experiencia de aprendizaje programando el progreso según los niveles de dificultad, hace posible que el docente obtenga información en tiempo real y con amplio detalle sobre cómo cada estudiante asimila los aprendizajes y si es necesario replantear estrategias y didácticas de enseñanza. Al estudiante, le ayuda a realizar una autoevaluación guiada que con la información que provee puede identificar sus fortalezas y errores cometidos y cómo corregirlos. No se olvida que las plataformas, inteligencia artificial, chatbot están revolucionando roles y paradigmas: reconocen voz, interactúan, conversan, traducen idiomas, crean textos, imágenes, música y mucho más.

Como sucedió en el pasado con otras tecnologías, la fuerza con que llegaron los recursos digitales a los sistemas educativos no ha afectado el empleo del material impreso; más bien lo complementan, ayudan a transformarlos y adaptarlos. Cuando son de buena calidad son aliados ideales para una pedagogía efectiva, con equidad y el disfrute del aprendizaje que logra adquirirse con mayor profundidad. En los países de mayor desarrollo el uso del texto escolar es alto -entre el 80% y 100%-, en unos casos en forma obligatoria, en otros a decisión del docente (PISA, 2018). Aquellos que en un momento quisieron reemplazar el material convencional por otro preferentemente digital tuvieron que dar marcha atrás. Suecia tuvo que reiniciar la distribución de textos escolares impresos; California volvió a establecer en el 2024 el requisito de que los estudiantes de 1º a 6º grado de las escuelas públicas aprendan a escribir en letra cursiva. Para la neurocientífica Claudia Aguirre, en comparación con la escritura a máquina, escribir en cursiva puede activar vías neurales específicas que facilitan y optimizan el aprendizaje y el desarrollo del lenguaje en general (https://eldiariony.com/2024/01/29/los-beneficios-para-el-cerebro-de-la-escritura-cursiva-a-mano-y-por-que-vuelve-a-algunas-escuelas/). Sarramona destaca que es mediante el dominio comprensivo del lenguaje que se accede a conocimientos superiores y complejos, y mediante la expresión lingüística es que se pueden debatir y comunicar. Los emoticones, las abreviaturas y equivalentes pueden servir para la comunicación informal, pero no para tratar el conocimiento científico (https://www.bellaterradiari.cat/opinio/101611/lortografia-no-compta).

Es crucial que los recursos de enseñanza se organicen bajo ecosistemas que aprovechen las bondades y las potencialidades del material impreso y digital. Para Nuno Crato, en “Apología del Libro de Texto. Cómo escribir, elegir y utilizar un buen manual” (2024), los libros de texto tienen entre sus ventajas responder a una estructura ordenada, muy armonizada con el currículo, contribuyen al aprendizaje activo, a la relación de los conceptos entre sí y retan a los alumnos a integrar los nuevos conocimientos con los anteriores. Para la especialista mexicana García-Bullé (2019), los textos escolares brindan al alumno la experiencia de interactuar con un libro en físico, actividad que por sí sola conlleva beneficios propios que no están presentes en la lectura de textos digitales, además que para la práctica de la lectura digital el requisito es desarrollar aptitudes y estrategias de comprensión lectora que deben adquirirse con la lectura del libro impreso (https://observatorio.tec.mx/libros-de-texto/).

Es verdad que la lectura y escritura digital se realizan en contextos muy diferentes a los encontrados cuando se lee un libro impreso o se escribe en una hoja de papel pues les acompañan características visuales y textuales mucho más variadas en información. Sin embargo, la evidencia termina demostrando la indisoluble convivencia del material impreso y digital si se quiere sacarles el mejor provecho. La condición para lograr una eficacia óptima es que los elementos interactivos inherentes al libro digital no se conviertan en una distracción en una etapa en que al niño se le van formando las estructuras cognitivas para aprender a leer. A los jóvenes, aún cuando ya conocen técnicas para la lectura, les resulta más difícil generar una experiencia de inmersión cuando lo hacen en una tableta o en cualquier dispositivo con conexión a Internet, en gran medida por la influencia de factores distractores como el correo electrónico, WhatsApp, YouTube, TikTok, Linkedin y otras redes sociales que terminan promoviendo la sobreexposición y dificultando la concentración. De allí lo crucial de la complementariedad, coexistencia y buen uso de materiales impresos y digitales.

En el Perú, la Encuesta Nacional de Docentes 2018 encontró que el 74% de educadores opinaba que tener materiales suficientes y adecuados es el principal factor que le ayudaba a mejorar la práctica pedagógica. A 17% de distancia le seguía el acceso a la tecnología y a Internet y a 32% la infraestructura adecuada. En sexto lugar, con 27%, figuraba el acceso a material de consulta, como las bibliotecas de aula. Asimismo, tomando como referencia los resultados de PISA 2022, la Oficina de Medición de la Calidad de los Aprendizajes del Ministerio de Educación, destaca que los estudiantes que viven en hogares donde existen 26 o más libros obtienen mayores puntajes en pensamiento creativo.

Presupuesto para material educativo: cuesta abajo

Es entendible que varios países cayeran en la tentación de reorientar su inversión hacia materiales de enseñanza digital al considerarlos indispensables para adquirir las habilidades correspondientes y ser más atractivos al alumno. En el Perú lo que no debió suceder fue descuidar esas inversiones. Esas reducciones llevaron al PIM 2025 por alumno de inicial a S/ 0.25; en primaria a S/ 1.20 y en secundaria a S/ 1.85; es decir, a la tercera parte, el  15% y el 5%, respectivamente del PIM 2016. Asimismo, comparado con el 2016 el PIM 2025 para Libros, Textos y Otro Material Impreso se reduce 21 veces; el referido a Material Didáctico, Accesorios y Útiles de Enseñanza en cinco veces y el de Otros Materiales Diversos de Enseñanza en más de la mitad.

No solo hay insuficiencia de financiamiento. Territorialmente sorprenden los desbalances la distribución la inversión en material de enseñanza. Lima concentra el 21,2% del alumnado de educación básica regular pero el 32% del presupuesto. La Libertad, Ancash y Cusco, que en conjunto atienden al 14,8% de estudiantes tienen un presupuesto 2,6 veces mayor. En cambio, Loreto y Ucayali, que tienen las mayores tasas de deserción acumulada en la educación básica en el grupo de edad 13-19 años, de repetidores en primaria y secundaria y los más altos porcentajes de alumnos en el nivel inicial o debajo de ese nivel en las evaluaciones de aprendizajes, reciben una asignación que es casi catorce veces menor que su matrícula. Situaciones parecidas se observan en Huánuco y Cajamarca.

La desigual asignación territorial es un claro indicador de inequidad que perjudica con dureza a los departamentos con los mayores déficit de cobertura y calidad. No sorprende entonces que los aprendizajes no mejoren si el alumno no tiene con qué reforzar lo que les da el profesor. La escasez o inexistencia de libros de texto, material de lectura y otros recursos didácticos en las escuelas públicas es notoria; inclusive en aquellas que forman parte de programas especiales como las Escuelas Bicentenario que absorben buena parte de la inversión: varias tienen los estantes de la biblioteca vacíos (https://www.bing.com/videos/search?q=Colegos+bicentenario+sin+bibliotecas&view=detail&mid=60519CBA001FCEE6397B60519CBA001FCEE6397B&FORM=VIRE). Tampoco sorprende que los peruanos leamos muy poco: el promedio de libros leídos es 1,9, por debajo del 2,9 en México, 4,5 en Argentina y 5,4 en Chile (Ministerio de Cultura y el INEI, 2022).

Reflexión final: urge una política para materiales

El Presupuesto del Sector Público para el 2026 está en proceso de formulación. Hay tiempo para corregir distorsiones como las descritas en este Informe pues es condición insustituible para superar las brechas que separan a escuelas públicas y privadas. Una primera y urgente medida es retomar los niveles de inversión en material de enseñanza registrados a mediados de la década pasada. El dramático descenso va en contra de las evidencias sobre su rol clave en los aprendizajes, el desarrollo de habilidades fundamentales, como aliviador de la carga de trabajo de los docentes y estudiantes, e inclusive, como lo destaca Crato, “cambiar de escuela cuando lo necesitan y seguir estudiando en la misma línea”. Mientras la conectividad no se generalice, para la población pobre y más vulnerable, los libros de texto y de lectura resultan cruciales.

Además, son importantes buenas y equilibradas decisiones de adquisición de material y capacitar para su buen uso. No son raras las ocasiones en que se critica al texto escolar o a las tecnologías; sin embargo, ellos no son el problema, lo es la mala selección o el mal uso. Son recursos que tienen éxito si los docentes y alumnos adquieren las capacidades para aprovecharlos y si sus estrategias e inversiones se articulan con el resto de factores de aprendizaje en las disciplinas que forman parte del currículo.

En un entorno en donde el crecimiento de los materiales de enseñanza crece a pasos agigantados, elegirlos bien es fundamental. Deben alinearse con el estilo formativo; que su contenido sea preciso, profundo, actualizado y proveniente de fuentes confiables; que sus herramientas se adapten a diferentes niveles de habilidad y estilos de aprendizaje; que sean de uso fácil y colaborativo tanto para docentes como para los alumnos y que sean compatibles con plataformas y recursos que la se utilizan en las aulas. Igualmente, debe evaluarse si el costo justifica la calidad y utilidad de la herramienta, si ofrecen soporte técnico o formación adicional y si pueden aprovecharse opciones gratuitas efectivas.

En un escenario de intenso dinamismo de los procesos de transformación corresponde al Estado abrir los espacios, apoyos y estímulos necesarios para que, en especial, las industrias editorial y tecnológicas continúen la transformación y mejora de los materiales didácticos. Es una alianza que no solo debe limitarse a sostener investigación e innovación permanentes, sino también al combate de la piratería que debilita fuertemente los esfuerzos y recursos que puedan destinarse a tal fin.

Finalmente, son varios los temas que requieren mayor reflexión para apoyar adecuadas decisiones. Solo mencionaremos dos. El primero se refiere a la necesidad de diseñar un sistema que articule la adquisición de material impreso y digital. No solo coexisten y se complementan sino que forman un paquete integrado y amplio de diversos servicios de soporte pedagógico. Es la razón por la que las compras por el Estado y en las escuelas privadas no deben estar disociadas. El segundo se refiere a la disyuntiva abordada con pertinencia por Eguren y Belaúnde (IEP, 2022): se preguntan si los textos escolares deberían ser de propiedad del estudiante, en especial de aquellos que pertenecen a las familias más pobres. Advierten que con el sistema del banco del libro pueden llevarlos a casa y regresarlos a la escuela, pero el problema es que muchos estudiantes se olvidan de regresarlos o los pierden, llegando un momento en que ya no existe cantidad suficiente del material para todos en el aula, más aún cuando las inversiones en textos escolares prácticamente impiden su reposición todos los años. Lo mismo ocurre con los cuadernos de trabajo debido a que la administración no siempre llega a cubrir los faltantes. Además, la reposición es calificada como un mecanismo discriminatorio en donde los estudiantes que utilizan el libro de texto recién distribuido tendrán ventajas respecto de aquellos que van a utilizarlo con algún nivel de deterioro o desgaste luego de dos o tres años. Muchos docentes se quejan porque los procesos de distribución del material se realizan con escasa consulta lo que lleva a recortarles su libertad de elección. La situación se agrava cuando la administración genera normativas para que en las escuelas públicas se prohíba a los docentes recomendar a los padres de familia adquirir libros de texto complementarios a los que reparte el Estado.

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