Jóvenes, tecnologías y habilidades lectoras

Referencias diagnóstico

Encuesta Nacional de Lectura. En el año 2022 el Ministerio de Cultura y el INEI analizaron el comportamiento lector de los peruanos. Encontraron que entre los que tenían 18 a 64 años, el 82,7% leía contenidos digitales, la mayoría mediante el WhatsApp y el Facebook. Tanto en formato impreso como digital el 64,4% leía periódicos, el 47,3% libros y el 22,5% revistas. Tres de cada diez libros eran textos escolares o universitarios. El promedio de libros leídos al año era de 1,9%, por debajo del 2,9% en México, 4,5% en Argentina y 5,4% en Chile.

Asistencia a instalaciones bibliotecarias. La misma encuesta encontró bajos niveles de uso de los servicios bibliotecarios en las escuelas y fuera de ellas. Mientras un tercio de la población de 3 a 17 años asistió y/o participó en actividades de biblioteca escolar de manera presencial o virtual, tratándose de la población de 18 a 64 años, el indicador es menos alentador: los que asistían a las bibliotecas de manera presencial eran solo el 6,5% y los que utilizaban las bibliotecas digitales el 12,0%. Una investigación de Alvildo, C., estudiante del Vicerrectorado de Investigación de la Universidad del Pacífico (2021), encontró que en la mayoría de los casos, los jóvenes de Lima Metropolitana no interactúan con los servicios bibliotecarios y que podrían reemplazar su visita a la biblioteca con quedarse en su casa o buscar otro ambiente cómodo y silencioso para hacer la misma actividad. No obstante, están complacidos con la biblioteca municipal, probablemente porque tienen una actitud conformista con respecto a los servicios públicos.

Evaluación de Estudiantes 2022. Datos para el segundo año de secundaria revelaban que únicamente el 14,6% de los que asistían a un colegio público y el 34,7% de los que iban a uno privado lograban un nivel satisfactorio de competencia lectora. Sin ser estrictamente válida la comparación, puesto que pueden no ser los mismos estudiantes evaluados, los resultados que obtuvo esa cohorte de estudiantes cuando en el año 2015 cursaba el segundo grado de primaria podrían dar una idea del posible deterioro de los niveles de rendimiento: los que alcanzaron el nivel satisfactorio fueron el triple en los colegios estatales y casi 80% más en los privados.

La experiencia internacional

Sin ser un consuelo, los indicadores de diagnóstico descritos no son un problema exclusivo del Perú. En el mundo se advierte un descenso de las competencias lectoras de los jóvenes que, al igual que la escritura y las matemáticas, son la base para ampliar la riqueza del lenguaje, el vocabulario, la capacidad de síntesis, la creatividad e imaginación y la construcción de conocimientos de mayor complejidad. Además, dichas competencias contribuyen al enriquecimiento cultural y el conocimiento de la realidad local, nacional y global, el buen uso del tiempo libre, la reducción del estrés y muchas otras más. Muchos de los estudiantes que llegan a la universidad y al mercado ocupacional tienen dificultades para redactar una carta o memorandum sencillo, cometen faltas de ortografía y tienen pocos argumentos para fundamentar opiniones, un bajo nivel cognitivo e inseguridad en las relaciones personales.

Hace poco la Nueva Revista de la Universidad Internacional de la Rioja -Unir- publicó un artículo del periodista y ex Director del diario El Mundo de España John Muller sobre el hábito de la lectura de los jóvenes. Analizando los resultados de las pruebas PISA, ilustra cómo la caída de las habilidades de lectura de los jóvenes norteamericanos afecta su desarrollo cognitivo y las expectativas profesionales de las nuevas generaciones, sobre todo ante la importancia que ahora tienen el aprender a aprender, el aprendizaje a lo largo de la vida y la dinámica de transformación de los empleos.

Muller subraya algunas actitudes frente a la lectura que deberían tenerse en cuenta a la hora de establecer estrategias para fomentarla en las escuelas y fuera de ellas. Una primera es corregir el mal empleo de la tecnología que está llevado a los jóvenes a inclinarse por textos cortos, generalmente de no más de 10 páginas, lo que los lleva a leer menos, a realizar lecturas rápidas y superficiales; en consecuencia, deficientes. No retienen información, no analizan, comparan ni sitúan el texto en diferentes planos. Inclusive, a los que estaban acostumbrados a leer habitualmente, el uso excesivo de las pantallas les está reduciendo la capacidad de realizar lecturas largas, comprender los elementos básicos y otras características del texto. El pedagogo Gregori Luri coincide en señalar que cuando los textos se reducen más de lo debido se limitan las posibilidades de situar su contenido en el contexto en el que se desarrolla y surge el riesgo de que los estudiantes se desubiquen, desconcentren y vayan perdiendo el interés por lo que leen. Sin embargo, recuerda que somos seres tecnológicos y que la tecnología no es buena o mala en sí, sólo amplifica nuestros sentidos y capacidades. De otro lado, las tecnologías digitales están rehaciendo los códigos de aprendizaje, fomentando un cambio conductual que implica pasar de una tecnología que privilegia la actitud paciente y más lenta para obtener los resultados a otra donde la búsqueda de la recompensa es inmediata y, si esta no se produce, el lector cambia de pantalla.

Frente a la tendencia de lecturas más cortas, la industria editorial y la de producción de aplicativos digitales están obligadas a enfrentar una multiplicidad de desafíos. Deben esmerarse en cuidar el lenguaje, el estilo de redacción, el vocabulario, el diseño gráfico, la estética, mostrar una eficiente capacidad de síntesis, utilizar estrategias que permitan al lector sentirse cómodo y en un ambiente grato; por ejemplo, enlazar el material impreso a fuentes digitales, a videos, plataformas, códigos QR, redes sociales, otros libros y hasta sitios web como YouTube o Tiktok.

El trabajo armónico y sincronizado de ambos tipos de empresas aportará grandes beneficios al sistema educativo. Los productos que generan tienen en esta era tecnológica muchas fortalezas y limitaciones. A diferencia de muchos de los dispositivos digitales, una de las ventajas de un libro de texto es responder a una estructura ordenada, muy armonizada con el currículo y facilitadora para el docente en sus tareas de preparar clases, desarrollarlas y evaluar. Por otro lado, es evidente que el material digital ha logrado que el libro de texto deje de ser la única fuente de acceso al conocimiento y la información, lo ha obligado a replantear su diseño, estructuras y  contenidos, a producir material no solo pensando en las necesidades del estudiante, sino también las posibilidades de la familia que los comprará y la del docente o la administración que en última instancia decide lo que se utilizará.

La tendencia a leer mal, qué se puede hacer

Frente al descenso de la habilidad lectora hay opiniones divididas respecto del impacto que pueden tener las herramientas digitales. La OCDE al analizar los resultados de los países que intervinieron en PISA 2022 encuentra que cuanto mayor tiempo de empleo del computador menor es el rendimiento de los estudiantes. La diferencia entre los que utilizan los recursos digitales hasta una hora y entre cuatro y cinco horas en el aula y durante el tiempo libre en las escuelas alcanza los 15 y 60 puntos en matemáticas, además que uno de cada cinco estudiantes declara que se distrae en clase o fuera de ella utilizando un dispositivo digital o que otro compañero lo utilice (Salinas, D., Resultados para LAC Pisa 2022, OCDE). A conclusiones parecidas llegó la evaluación realizada por PIRLS que advirtió del rol distractor de las herramientas digitales en los estudiantes recomendando mantener el uso de los libros de papel. Entre los 57 países participantes de la evaluación, obtuvieron peores resultados los estudiantes que utilizaban más tiempo los dispositivos electrónicos para buscar, leer información y hacer tareas escolares. Inclusive hubo nueve países de la Unión Europea donde los estudiantes que no utilizaban los dispositivos electrónicos obtuvieron mejores resultados en comprensión lectora que los de otros países donde los utilizan más de media hora al día.

Con otra mirada, una reciente investigación del Nature Human Behaviour advierte que pese a la alarma generalizada respecto del uso excesivo de las pantallas, no existen estudios abundantes y de calidad que ayuden a entender el problema ni a concluir que la tecnología es negativa o debería descartarse en los grupos de menor edad. Lo que existe como evidencia es que la habilidad para leer y escribir y el aprendizaje en general empeoran ligeramente cuando se pasa más tiempo frente a pantallas (https://elpais.com/salud-y-bienestar/2023-11-13/una-revision-de-estudios-indica-que-los-efectos-del-uso-de-pantallas-en-los-ninos-y-adolescentes-son-pequenos.html).

Una razón del retroceso en la capacidad de leer es olvidar que se comprende mejor un texto hablando e inclusive cantando que leyendo en la pantalla. La lectura digital requiere previas capacidades de lectura en material impreso y no es posible una buena comprensión descuidando la fonética en la edad escolar y sin ejercicios que verifiquen cuanto de lo que se lee se llega a comprender. Una exposición muy larga frente al computador reduce las oportunidades de interactuar verbalmente, puede retrasar el desarrollo del lenguaje, la comprensión y la expresión verbal. El aprendizaje verbal en una interacción social frente a frente es mucho más profundo y efectivo comparado con lo que ofrece cualquier contenido digital (Neurocentro, la Laguna, Tenerife). Los audiolibros han aparecido como una alternativa aprovechable; sin embargo, la sola escucha no es suficiente, tiene que ir acompañada de otras estrategias que permitan la interactividad, el diálogo y el contraste de ideas, esenciales para fomentar del juicio crítico, pasar de lo simple a lo complejo y a la vinculación del contenido del texto con la realidad.

El desarrollo tecnológico hace impredecible lo que pueda ser aconsejable en el futuro, pero mientras no se demuestre lo contrario, es conveniente lograr un equilibrio entre el correcto uso de las tecnologías convencionales y los dispositivos electrónicos; no ir al extremo de abandonar la tecnología convencional ni de apostar solo por lo moderno y en boga. Es lo que comienzan a practicar países que hacen eco de las crecientes preocupaciones sobre la posible disminución de habilidades fundamentales causada por el enfoque hiperdigitalizado de la educación, incluida la introducción temprana de tabletas en las guarderías.

Un ejemplo es Suecia, que ha replanteado sus políticas de aprendizaje y empleo de la tecnología. Reconoce lo imprescindible de su aprovechamiento, pero considera necesario volver a introducir métodos de enseñanza convencionales, centrándose en los libros impresos, la lectura tranquila y la práctica de escritura a mano, al tiempo que reducir el énfasis en tabletas y la investigación en línea en sus escuelas. En los Estados Unidos, para mejorar las habilidades en lectura, en Misisipi y otros 44 Estados se han aprobado leyes que reforman la enseñanza de la lectura basadas en estudios que demuestran lo que da buenos resultados y lo que no funciona.

Los países de América Latina enfrentan desafíos similares a los de países del hemisferio norte pues buena parte de los estudiantes también desde muy niños empiezan a conocer el mundo teniendo a su alrededor una amplia y variada cantidad de dispositivos, ciertamente no todos confiables ni adecuados para impulsar sus habilidades lectoras y otras fundamentales y transversales. Es verdad que en la Región se desarrollan iniciativas diversas, como normativas, campañas, impulso a las bibliotecas escolares y municipales, ferias y festivales del libro, concursos, etc., algunas muy meritorias pero la mayoría insuficientes como para revertir los bajísimos niveles de lectura que se muestran en todas las evaluaciones. En PISA, Chile con el puesto 37 es el país mejor colocado en el ranking de lectura mientras Perú está en el 55 entre los 81 países evaluados. Habría que revisar las estrategias aplicadas y hacer los correctivos necesarios. Es el caso de aumentar el número y propósitos de las visitas a las bibliotecas escolares, universitarias y municipales cuya ambientación debería modernizarse y ser más familiar a las expectativas de los usuarios. Asimismo, aprovechar las buenas prácticas de escuelas como las de Fe y Alegría y las de muchas otras donde hay maestros que evidencian mejores resultados con sus estudiantes en cuanto a cantidad de libros leídos durante el año. Los responsables de la adquisición de material necesitan ser calificados para adoptar mejores decisiones y el Estado debería invertir más en este factor de calidad y alentar las buenas prácticas y la innovación para fomentar el hábito de la lectura.

En ese objetivo, alentador resulta la reglamentación de la Ley del Libro para fortalecer y posicionar el ecosistema del libro y la lectura. Ahora todas las municipalidades y gobiernos regionales están obligadas a contar con bibliotecas públicas. De otro lado, se ha exonerado del IGV a la importación y venta de libros impresos y digitales y se ha dispuesto el reintegro tributario a favor de las editoriales y la exoneración del Impuesto a la Renta a las regalías por derechos de autor. Asimismo, se crea el observatorio del ecosistema y se asignan al Fondo Nacional de Democratización del Libro y la Lectura S/ 16 millones. Es un paso adelante que esperemos sea bien implementado.

*Foto tomada del Estudio Exploratorio de la Lectura en el Perú. Ministerio de Cultura.

Jóvenes, tecnologías y habilidades lectoras

Autor: Hugo Diaz Publicado: abril 30, 2024

Referencias diagnóstico

Encuesta Nacional de Lectura. En el año 2022 el Ministerio de Cultura y el INEI analizaron el comportamiento lector de los peruanos. Encontraron que entre los que tenían 18 a 64 años, el 82,7% leía contenidos digitales, la mayoría mediante el WhatsApp y el Facebook. Tanto en formato impreso como digital el 64,4% leía periódicos, el 47,3% libros y el 22,5% revistas. Tres de cada diez libros eran textos escolares o universitarios. El promedio de libros leídos al año era de 1,9%, por debajo del 2,9% en México, 4,5% en Argentina y 5,4% en Chile.

Asistencia a instalaciones bibliotecarias. La misma encuesta encontró bajos niveles de uso de los servicios bibliotecarios en las escuelas y fuera de ellas. Mientras un tercio de la población de 3 a 17 años asistió y/o participó en actividades de biblioteca escolar de manera presencial o virtual, tratándose de la población de 18 a 64 años, el indicador es menos alentador: los que asistían a las bibliotecas de manera presencial eran solo el 6,5% y los que utilizaban las bibliotecas digitales el 12,0%. Una investigación de Alvildo, C., estudiante del Vicerrectorado de Investigación de la Universidad del Pacífico (2021), encontró que en la mayoría de los casos, los jóvenes de Lima Metropolitana no interactúan con los servicios bibliotecarios y que podrían reemplazar su visita a la biblioteca con quedarse en su casa o buscar otro ambiente cómodo y silencioso para hacer la misma actividad. No obstante, están complacidos con la biblioteca municipal, probablemente porque tienen una actitud conformista con respecto a los servicios públicos.

Evaluación de Estudiantes 2022. Datos para el segundo año de secundaria revelaban que únicamente el 14,6% de los que asistían a un colegio público y el 34,7% de los que iban a uno privado lograban un nivel satisfactorio de competencia lectora. Sin ser estrictamente válida la comparación, puesto que pueden no ser los mismos estudiantes evaluados, los resultados que obtuvo esa cohorte de estudiantes cuando en el año 2015 cursaba el segundo grado de primaria podrían dar una idea del posible deterioro de los niveles de rendimiento: los que alcanzaron el nivel satisfactorio fueron el triple en los colegios estatales y casi 80% más en los privados.

La experiencia internacional

Sin ser un consuelo, los indicadores de diagnóstico descritos no son un problema exclusivo del Perú. En el mundo se advierte un descenso de las competencias lectoras de los jóvenes que, al igual que la escritura y las matemáticas, son la base para ampliar la riqueza del lenguaje, el vocabulario, la capacidad de síntesis, la creatividad e imaginación y la construcción de conocimientos de mayor complejidad. Además, dichas competencias contribuyen al enriquecimiento cultural y el conocimiento de la realidad local, nacional y global, el buen uso del tiempo libre, la reducción del estrés y muchas otras más. Muchos de los estudiantes que llegan a la universidad y al mercado ocupacional tienen dificultades para redactar una carta o memorandum sencillo, cometen faltas de ortografía y tienen pocos argumentos para fundamentar opiniones, un bajo nivel cognitivo e inseguridad en las relaciones personales.

Hace poco la Nueva Revista de la Universidad Internacional de la Rioja -Unir- publicó un artículo del periodista y ex Director del diario El Mundo de España John Muller sobre el hábito de la lectura de los jóvenes. Analizando los resultados de las pruebas PISA, ilustra cómo la caída de las habilidades de lectura de los jóvenes norteamericanos afecta su desarrollo cognitivo y las expectativas profesionales de las nuevas generaciones, sobre todo ante la importancia que ahora tienen el aprender a aprender, el aprendizaje a lo largo de la vida y la dinámica de transformación de los empleos.

Muller subraya algunas actitudes frente a la lectura que deberían tenerse en cuenta a la hora de establecer estrategias para fomentarla en las escuelas y fuera de ellas. Una primera es corregir el mal empleo de la tecnología que está llevado a los jóvenes a inclinarse por textos cortos, generalmente de no más de 10 páginas, lo que los lleva a leer menos, a realizar lecturas rápidas y superficiales; en consecuencia, deficientes. No retienen información, no analizan, comparan ni sitúan el texto en diferentes planos. Inclusive, a los que estaban acostumbrados a leer habitualmente, el uso excesivo de las pantallas les está reduciendo la capacidad de realizar lecturas largas, comprender los elementos básicos y otras características del texto. El pedagogo Gregori Luri coincide en señalar que cuando los textos se reducen más de lo debido se limitan las posibilidades de situar su contenido en el contexto en el que se desarrolla y surge el riesgo de que los estudiantes se desubiquen, desconcentren y vayan perdiendo el interés por lo que leen. Sin embargo, recuerda que somos seres tecnológicos y que la tecnología no es buena o mala en sí, sólo amplifica nuestros sentidos y capacidades. De otro lado, las tecnologías digitales están rehaciendo los códigos de aprendizaje, fomentando un cambio conductual que implica pasar de una tecnología que privilegia la actitud paciente y más lenta para obtener los resultados a otra donde la búsqueda de la recompensa es inmediata y, si esta no se produce, el lector cambia de pantalla.

Frente a la tendencia de lecturas más cortas, la industria editorial y la de producción de aplicativos digitales están obligadas a enfrentar una multiplicidad de desafíos. Deben esmerarse en cuidar el lenguaje, el estilo de redacción, el vocabulario, el diseño gráfico, la estética, mostrar una eficiente capacidad de síntesis, utilizar estrategias que permitan al lector sentirse cómodo y en un ambiente grato; por ejemplo, enlazar el material impreso a fuentes digitales, a videos, plataformas, códigos QR, redes sociales, otros libros y hasta sitios web como YouTube o Tiktok.

El trabajo armónico y sincronizado de ambos tipos de empresas aportará grandes beneficios al sistema educativo. Los productos que generan tienen en esta era tecnológica muchas fortalezas y limitaciones. A diferencia de muchos de los dispositivos digitales, una de las ventajas de un libro de texto es responder a una estructura ordenada, muy armonizada con el currículo y facilitadora para el docente en sus tareas de preparar clases, desarrollarlas y evaluar. Por otro lado, es evidente que el material digital ha logrado que el libro de texto deje de ser la única fuente de acceso al conocimiento y la información, lo ha obligado a replantear su diseño, estructuras y  contenidos, a producir material no solo pensando en las necesidades del estudiante, sino también las posibilidades de la familia que los comprará y la del docente o la administración que en última instancia decide lo que se utilizará.

La tendencia a leer mal, qué se puede hacer

Frente al descenso de la habilidad lectora hay opiniones divididas respecto del impacto que pueden tener las herramientas digitales. La OCDE al analizar los resultados de los países que intervinieron en PISA 2022 encuentra que cuanto mayor tiempo de empleo del computador menor es el rendimiento de los estudiantes. La diferencia entre los que utilizan los recursos digitales hasta una hora y entre cuatro y cinco horas en el aula y durante el tiempo libre en las escuelas alcanza los 15 y 60 puntos en matemáticas, además que uno de cada cinco estudiantes declara que se distrae en clase o fuera de ella utilizando un dispositivo digital o que otro compañero lo utilice (Salinas, D., Resultados para LAC Pisa 2022, OCDE). A conclusiones parecidas llegó la evaluación realizada por PIRLS que advirtió del rol distractor de las herramientas digitales en los estudiantes recomendando mantener el uso de los libros de papel. Entre los 57 países participantes de la evaluación, obtuvieron peores resultados los estudiantes que utilizaban más tiempo los dispositivos electrónicos para buscar, leer información y hacer tareas escolares. Inclusive hubo nueve países de la Unión Europea donde los estudiantes que no utilizaban los dispositivos electrónicos obtuvieron mejores resultados en comprensión lectora que los de otros países donde los utilizan más de media hora al día.

Con otra mirada, una reciente investigación del Nature Human Behaviour advierte que pese a la alarma generalizada respecto del uso excesivo de las pantallas, no existen estudios abundantes y de calidad que ayuden a entender el problema ni a concluir que la tecnología es negativa o debería descartarse en los grupos de menor edad. Lo que existe como evidencia es que la habilidad para leer y escribir y el aprendizaje en general empeoran ligeramente cuando se pasa más tiempo frente a pantallas (https://elpais.com/salud-y-bienestar/2023-11-13/una-revision-de-estudios-indica-que-los-efectos-del-uso-de-pantallas-en-los-ninos-y-adolescentes-son-pequenos.html).

Una razón del retroceso en la capacidad de leer es olvidar que se comprende mejor un texto hablando e inclusive cantando que leyendo en la pantalla. La lectura digital requiere previas capacidades de lectura en material impreso y no es posible una buena comprensión descuidando la fonética en la edad escolar y sin ejercicios que verifiquen cuanto de lo que se lee se llega a comprender. Una exposición muy larga frente al computador reduce las oportunidades de interactuar verbalmente, puede retrasar el desarrollo del lenguaje, la comprensión y la expresión verbal. El aprendizaje verbal en una interacción social frente a frente es mucho más profundo y efectivo comparado con lo que ofrece cualquier contenido digital (Neurocentro, la Laguna, Tenerife). Los audiolibros han aparecido como una alternativa aprovechable; sin embargo, la sola escucha no es suficiente, tiene que ir acompañada de otras estrategias que permitan la interactividad, el diálogo y el contraste de ideas, esenciales para fomentar del juicio crítico, pasar de lo simple a lo complejo y a la vinculación del contenido del texto con la realidad.

El desarrollo tecnológico hace impredecible lo que pueda ser aconsejable en el futuro, pero mientras no se demuestre lo contrario, es conveniente lograr un equilibrio entre el correcto uso de las tecnologías convencionales y los dispositivos electrónicos; no ir al extremo de abandonar la tecnología convencional ni de apostar solo por lo moderno y en boga. Es lo que comienzan a practicar países que hacen eco de las crecientes preocupaciones sobre la posible disminución de habilidades fundamentales causada por el enfoque hiperdigitalizado de la educación, incluida la introducción temprana de tabletas en las guarderías.

Un ejemplo es Suecia, que ha replanteado sus políticas de aprendizaje y empleo de la tecnología. Reconoce lo imprescindible de su aprovechamiento, pero considera necesario volver a introducir métodos de enseñanza convencionales, centrándose en los libros impresos, la lectura tranquila y la práctica de escritura a mano, al tiempo que reducir el énfasis en tabletas y la investigación en línea en sus escuelas. En los Estados Unidos, para mejorar las habilidades en lectura, en Misisipi y otros 44 Estados se han aprobado leyes que reforman la enseñanza de la lectura basadas en estudios que demuestran lo que da buenos resultados y lo que no funciona.

Los países de América Latina enfrentan desafíos similares a los de países del hemisferio norte pues buena parte de los estudiantes también desde muy niños empiezan a conocer el mundo teniendo a su alrededor una amplia y variada cantidad de dispositivos, ciertamente no todos confiables ni adecuados para impulsar sus habilidades lectoras y otras fundamentales y transversales. Es verdad que en la Región se desarrollan iniciativas diversas, como normativas, campañas, impulso a las bibliotecas escolares y municipales, ferias y festivales del libro, concursos, etc., algunas muy meritorias pero la mayoría insuficientes como para revertir los bajísimos niveles de lectura que se muestran en todas las evaluaciones. En PISA, Chile con el puesto 37 es el país mejor colocado en el ranking de lectura mientras Perú está en el 55 entre los 81 países evaluados. Habría que revisar las estrategias aplicadas y hacer los correctivos necesarios. Es el caso de aumentar el número y propósitos de las visitas a las bibliotecas escolares, universitarias y municipales cuya ambientación debería modernizarse y ser más familiar a las expectativas de los usuarios. Asimismo, aprovechar las buenas prácticas de escuelas como las de Fe y Alegría y las de muchas otras donde hay maestros que evidencian mejores resultados con sus estudiantes en cuanto a cantidad de libros leídos durante el año. Los responsables de la adquisición de material necesitan ser calificados para adoptar mejores decisiones y el Estado debería invertir más en este factor de calidad y alentar las buenas prácticas y la innovación para fomentar el hábito de la lectura.

En ese objetivo, alentador resulta la reglamentación de la Ley del Libro para fortalecer y posicionar el ecosistema del libro y la lectura. Ahora todas las municipalidades y gobiernos regionales están obligadas a contar con bibliotecas públicas. De otro lado, se ha exonerado del IGV a la importación y venta de libros impresos y digitales y se ha dispuesto el reintegro tributario a favor de las editoriales y la exoneración del Impuesto a la Renta a las regalías por derechos de autor. Asimismo, se crea el observatorio del ecosistema y se asignan al Fondo Nacional de Democratización del Libro y la Lectura S/ 16 millones. Es un paso adelante que esperemos sea bien implementado.

*Foto tomada del Estudio Exploratorio de la Lectura en el Perú. Ministerio de Cultura.

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  • En cuanto a la lectura se ve con mucha perocupación que los estudiantes cada día leen menos, las bibliotecas estám vacias y el mal uso de la tecnología e ha apoderado de nuestra niñes y sdolescencia, pero este problema es anivel mundial. Se dice que a nivel nacional solo el 30 %de la población en tre los 3 a 17 participó enlas actividades de bibioteca tanto prensial com virtual. A las ferias de libro y lectura tambien asisten un 14% de manera presencial y virtual de la población entre 18 y 60 años. Todo esto es muy preocupante ya que nuestra sociedad cada vez se vuelve más desinteresada por la lectura.

    • Desilvadel. Así es. El Estado y la sociedad tienen que preocuparse más del tema. Se está afectando mucho el futuro de la niñez y la juventud. No es solo el hábito de la lectura que está en juego, con ella el pensamiento crítico, la creatividad,… Saludos

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