Las tecnologías basadas en inteligencia artificial adaptativa y la neurociencia ponen en el debate la forma en que las naciones y los centros de enseñanza deben enfrentarlas. Deseable sería partir por tener claridad sobre interrogantes como las siguientes: ¿cómo plantear estrategias diversas para un Perú moderno, en camino de serlo o viviendo fuera de la modernidad?, ¿cómo asegurar procesos más inclusivos, equitativos y una calidad en ascenso?, ¿cómo proceder a la transformación pedagógica y de la gestión esos variados contextos?, ¿cómo redefinir la escuela y los aprendizajes cuando el conocimiento está también en las redes informáticas?, ¿qué roles tendrán los docentes, estudiantes, familias, comunidades, Estado y Sociedad?. No hay respuestas fáciles pero si derroteros que ayudan.
Desigualdad y desarrollo del talento. Para evitar que las tecnologías sean un factor de mayor desigualdad hay que impedir que la educación que recibe la población vulnerable siga dándose en un contexto de desventaja respecto de la impartida al resto de la sociedad. Por ello, es inaplazable resolver a la brevedad posible los problemas de acceso y calidad de la conectividad, heterogeneidad del equipamiento informático - antiguo e inadaptado en su mayoría-, pertinencia de la formación docente, mejorar las competencias digitales de los docentes y acceso a recursos educativos adaptados a los nuevos desafíos.
Aceptando que las tecnologías avanzan a una velocidad que los sistemas educativos no pueden seguir, sobre todo por limitaciones financieras y de capacidad técnica, lo deseable sería emprender reformas graduales que combinen lo bueno que se viene ofreciendo y el valor agregado que aportan las recientes tecnologías. Implica repensar la organización, objetivos y formas de enseñar y aprender entendiéndose que más importante que modernizar los procesos de enseñanza o introducir metodologías activas de moda es saber si son eficaces para conseguir mejores logros de aprendizaje. No se parte de cero, pues desde antes de la pandemia el diseño curricular nacional generó amplias reflexiones sobre el perfil de ciudadano se necesita formar y para qué sociedad. Un ejemplo es el suficiente acuerdo acerca de lo significativo de las habilidades blandas, los enfoques integrados, las actividades STEAM, la alfabetización digital, una visión que vaya más allá de lo pedagógico para enfrentar los problemas de cambio climático, convivencia global, migraciones internacionales, preparación para los procesos de reconversión laboral y aumento de la productividad. Componentes del perfil ciudadano como los descritos podrán lograrse si se da una mejor direccionalidad a la puesta en práctica de las políticas curriculares apostando por aquellas que siendo efectivas no demandan mayor costo. Los años venideros podrían estar caracterizados por austeridad presupuestal. Sin embargo, tres de las políticas curriculares que podrían adoptarse son las siguientes:
a. Apuntar a la formación integral, cultural, global y práctica. Los ciudadanos seguirán necesitando una buena base de conocimientos fundamentales, a lo que hay que añadir: competencias para vivir en un entorno incierto y cambiante, actitudes que los haga partícipes activos del enfrentamiento de los desafíos principales de la humanidad, un sano desarrollo físico y emocional incluidas prácticas de adecuadas relaciones sociales, y habilidades para desempeñarse en cosas prácticas para la vida, por ejemplo, para sobrevivir ante emergencias de diversa naturaleza. Lograr estos conocimientos y competencias sería posible si: (i) se incrementa el peso en la carga curricular de los aprendizajes transversales, que además, son una manera eficaz de promover pensamiento crítico, creatividad, responsabilidad, trabajo en grupo, solidaridad..., y (ii) se prioriza el aprendizaje profundo; es decir, si se seleccionan y enfatizan aquellos que ahora son necesarios, imperecederos y durables en el tiempo. Ello obliga a diseñar y desarrollar un currículo integrado y simplificado. Los temporales podrán adquirirse o actualizarse con el aprender a aprender a lo largo de la vida. Mejorar sustantivamente el vocabulario, lectoescritura, dominio de variados lenguajes de comunicación (materno, inglés, de imágenes y el digital) son la puerta de acceso a otros saberes y deben desarrollarse desde la educación inicial.
c. Tener en cuenta a los usuarios y prestadores del servicio educativo. Conocer la evolución de los perfiles de las nuevas generaciones, sus expectativas sobre la escuela y cómo aprender. Redefinir la formación inicial de los docentes y las acciones dedicadas a capacitar y evaluar a los docentes en servicio. Hacer partícipes de las definiciones curriculares a los centros de formación docente y los empleadores.
Competencias digitales para toda la población. El INEI en sus encuestas sobre el uso de las tecnologías señala que se utilizan principalmente para chatear, buscar información en su mayoría poco trascendente y entretenerse. La revisión de los contenidos curriculares debería tener entre sus objetivos: (i) calificar a las personas para lidiar con el cambio tecnológico, en especial con las herramientas de inteligencia artificial y los lenguajes digitales (coding); (ii) enfatizar actividades que exijan mayor manejo técnico y aplicación de conocimientos matemáticos, científicos, sociales, de programación y otros más complejos; (iii) contribuir en abrir nuevos canales de aprendizaje y nuevos itinerarios diversificados y adaptativos; y (iv) asumir un enfoque más humano y de educación ciudadana global, no limitando su cobertura a la población en edad escolar sino a la población en general.
Transformación pedagógica con eficaces maneras de aprender. Las herramientas de inteligencia artificial y de la neurociencia ayudarán a un objetivo que hasta ahora ha sido difícil de implementar en las aulas regulares: la personalización, que cada estudiante estudie a su ritmo, potencie sus talentos, disponga de recursos apropiados para mantener la motivación, interés y concentración. También a emplear con mayor intensidad metodologías valiosas para recuperar los aprendizajes perdidos, mejorar la gestión de la diversidad, potenciar las competencias blandas y socioemocionales. Para aprovechar los avances tecnológicos y científicos es indispensable promover la creación y difusión de plataformas y materiales adecuados a las nuevas características de la enseñanza y aprendizaje.
Intensificar el uso de las tecnologías en el aula implica recordar la necesidad de que los docentes sepan utilizarlas y articularlas con las buenas prácticas que vienen aplicando. El rol de las tecnologías es complementar y ayudar a mejorar procesos; por ejemplo, que los estudiantes consigan información veraz y coherente, fundamentada y organizada, que aporte en el desarrollo de capacidades de análisis y síntesis, indagación de lo que no se entiende o desconoce, pensar críticamente, crear, colaborar, evitar la sumisión frente a lo que se divulga en las redes. También las tecnologías facilitan la flexibilidad metodológica. Tanto los docentes como los estudiantes no deberían estar forzados al empleo de determinados métodos o maneras de aprender, seguir el mismo plan de estudios, horarios y calendarios sin considerar las diferencias personales y de grupo, el estilo de aprender y las realidades de cada escuela. Lo que hay que exigir es el logro de objetivos y metas. En ese propósito, la colaboración entre pares es la mejor herramienta para promover equidad y desarrollo del talento.
Codocencia en la educación primaria. Siendo crucial la formación en los primeros años de escolaridad, convendría evaluar el establecimiento gradual de la codocencia. Las ventajas de que dos docentes se encarguen de un grupo de estudiantes son múltiples. No representan mayor costo pues, en lugar de estar uno a cargo de 25 o 30 estudiantes habrían dos que atiendan a un solo grupo de 50 o 60. Los docentes trabajarían como equipo, fortalecerían la comunicación entre ellos y con los estudiantes; distribuirían actividades y seleccionarían metodologías en función de sus fortalezas; buscarían maneras inclusivas y diversas de generar mayor interés; optimizarían el uso del tiempo y la creación de un clima favorable para una disciplina flexible, participación, autocontrol y trato respetuoso en el aula.
Rumbos de la evaluación. Los chatbots obligan a replantear la finalidad de las tareas como herramientas de evaluación. Sin impedir su utilización, algunos docentes vuelven al lápiz y papel, solicitan contextualizar con buena redacción textos obtenidos del internet, comparar diversos textos y proponer un texto único, discutir críticamente lo encontrado y exponerlo oralmente en clase o virtualmente, analizar las estructuras, veracidad y utilidad de la información. Algunas instituciones empiezan a incorporar en sus reglamentos criterios y espacios de empleo de las tecnologías emergentes, consideraciones de ética y de respeto a las fuentes, entre otros.
Se cuestiona a la evaluación su carácter competitivo, individualista y escasamente predictor del éxito futuro que tienen muchos estudiantes que no destacaron durante su escolaridad. Se subvalora la evaluación grupal, el éxito grupal en vez del éxito individual y el aprendizaje entre pares como factor para mejorar los logros de quien es apoyado y del compañero que presta el apoyo (Zariquiey, Enseñamos a ayudar a nuestro alumnado. Cinética). Aplicaciones y plataformas como Khan Academy, Moodle y Matemáticas Profuturo aprovechan la inteligencia artificial y la neurociencia para combinar tecnología y pedagogía con un abordaje basado en el alto involucramiento del alumno y el uso de variados recursos. Con ellas los docentes pueden monitorear de cerca a sus estudiantes y destinar el tiempo que ahorran en tareas administrativas para analizar, con detalle nunca antes disponible, información sobre la evolución del desempeño académico y socioemocional de cada alumno y del grupo de clase, por cada actividad de aprendizaje. Además, es posible asignar y desasignar contenidos; medir la capacidad de recuerdo de lo significativo que se aprende; planificar individualmente clases de repaso y nuevas actividades.
Docente como factor de cambio
Sin profesores competentes para adoptar acertadas decisiones pedagógicas, lo descrito previamente carece de viabilidad. Siendo las realidades muy diversas, lo conveniente es situar la ejecución de las estrategias de capacitación preferentemente en las instituciones educativas. Tanto la formación inicial como en servicio requieren tener en cuenta algunas capacidades fundamentales que necesita el docente: (i) conocer los rasgos de la sociedad actual, las demandas de socialización e interculturalidad; (ii) estar calificado didácticamente, en el uso de la evaluación formativa y metacognición para educar en medio de diferentes motivaciones, actitudes y talentos; (iii) saber inspirar, innovar y crear confianza; (iv) conocer los avances de su especialidad y de la psicología cognitiva experimental; (v) comprender y manejar en el aula las tecnologías que van emergiendo; (vi) aprovechar la data que las plataformas pueden ofrecerle; y (vii) formar alianzas con las familias para crear el ambiente favorable de aprendizaje. Lograr que los docentes asuman el reto que les impone la transformación es posible si se aseguran condiciones mínimas de funcionamiento de los centros que los forman; entre ellas, formadores de docentes altamente calificados e infraestructura y equipamiento para mejorar la gestión académica.
Reflexiones finales
Transformar exitosamente el sistema educativo depende, en especial, de cuatro factores: (i) el diseño y ejecución de las políticas, (ii) dotar a las instituciones educativas de capacidades para decidir con mayor autonomía cómo lograr las metas de aprendizaje, (iii) usar las tecnologías como complemento para mejorar y no para hacer lo mismo de antes, y (iv) un entorno que facilite la transformación, incluido un sustantivo cambio de actitud de los decisores políticos, la burocracia y las comunidades educativas sobre el papel que deben cumplir.
La multiplicidad de escenarios en los que hay que actuar exige normativas flexibles y modelos de gestión basados en la confianza. El cambio no tiene que producirse de la noche a la mañana, lo que no significa ir a paso lento. Hay que invertir eficazmente, en lo posible con respaldo en la evidencia para asegurar los resultados esperados. Además, para procesos de aprendizaje más complejos que en el pasado, la organización de las instituciones debería convocar la presencia de otros profesionales ya que hay responsabilidades que el docente difícilmente podrá asumir con la solvencia necesaria.
En tercer lugar, es indispensable corregir el rumbo de algunas medidas. Las reformas curriculares no han sido exitosas en definir la cantidad de contenidos que fueron incorporándose en los planes de estudio y en su implementación. La sede central centralizó las decisiones sobre qué y cómo enseñar acogiendo toda novedad, pero sin desechar lo que iba siendo prescindible; subestimó que un diseño curricular ambicioso no es posible en la jornada escolar, olvidó que la escuela ya no posee el monopolio del saber y que las personas, al no acabar su educación en la etapa escolar, seguirán aprendiendo durante su vida; finalmente, la atención a la diversidad estuvo presente pero solo como una aspiración al ser difícil implementarla en realidades tan heterogéneas como las existentes. Finalmente, la administración debe hacer más esfuerzos para racionalizar las demandas de información.Los sistemas de información son más flexibles y enlazados a otros sistemas, pero existen aún limitaciones que deben superarse. La navegación en el SIAGIE sería más ágil si se reducen los indicadores y pasos para registrarlos. Algunos no tienen utilidad para el proceso educativo y pueden prescindirse, por lo menos hasta que contemos con una mejor conectividad en muchos lugares del país. Una plataforma menos densa en variables ayudaría a que el sistema no se cuelgue. Hay que plantearse si conviene seguir con sistemas que demandan mucha información o simplificarlos para alentar una mejor planificación y ejecución de los aprendizajes.
Las tecnologías basadas en inteligencia artificial adaptativa y la neurociencia ponen en el debate la forma en que las naciones y los centros de enseñanza deben enfrentarlas. Deseable sería partir por tener claridad sobre interrogantes como las siguientes: ¿cómo plantear estrategias diversas para un Perú moderno, en camino de serlo o viviendo fuera de la modernidad?, ¿cómo asegurar procesos más inclusivos, equitativos y una calidad en ascenso?, ¿cómo proceder a la transformación pedagógica y de la gestión esos variados contextos?, ¿cómo redefinir la escuela y los aprendizajes cuando el conocimiento está también en las redes informáticas?, ¿qué roles tendrán los docentes, estudiantes, familias, comunidades, Estado y Sociedad?. No hay respuestas fáciles pero si derroteros que ayudan.
Desigualdad y desarrollo del talento. Para evitar que las tecnologías sean un factor de mayor desigualdad hay que impedir que la educación que recibe la población vulnerable siga dándose en un contexto de desventaja respecto de la impartida al resto de la sociedad. Por ello, es inaplazable resolver a la brevedad posible los problemas de acceso y calidad de la conectividad, heterogeneidad del equipamiento informático – antiguo e inadaptado en su mayoría-, pertinencia de la formación docente, mejorar las competencias digitales de los docentes y acceso a recursos educativos adaptados a los nuevos desafíos.
Aceptando que las tecnologías avanzan a una velocidad que los sistemas educativos no pueden seguir, sobre todo por limitaciones financieras y de capacidad técnica, lo deseable sería emprender reformas graduales que combinen lo bueno que se viene ofreciendo y el valor agregado que aportan las recientes tecnologías. Implica repensar la organización, objetivos y formas de enseñar y aprender entendiéndose que más importante que modernizar los procesos de enseñanza o introducir metodologías activas de moda es saber si son eficaces para conseguir mejores logros de aprendizaje. No se parte de cero, pues desde antes de la pandemia el diseño curricular nacional generó amplias reflexiones sobre el perfil de ciudadano se necesita formar y para qué sociedad. Un ejemplo es el suficiente acuerdo acerca de lo significativo de las habilidades blandas, los enfoques integrados, las actividades STEAM, la alfabetización digital, una visión que vaya más allá de lo pedagógico para enfrentar los problemas de cambio climático, convivencia global, migraciones internacionales, preparación para los procesos de reconversión laboral y aumento de la productividad. Componentes del perfil ciudadano como los descritos podrán lograrse si se da una mejor direccionalidad a la puesta en práctica de las políticas curriculares apostando por aquellas que siendo efectivas no demandan mayor costo. Los años venideros podrían estar caracterizados por austeridad presupuestal. Sin embargo, tres de las políticas curriculares que podrían adoptarse son las siguientes:
a. Apuntar a la formación integral, cultural, global y práctica. Los ciudadanos seguirán necesitando una buena base de conocimientos fundamentales, a lo que hay que añadir: competencias para vivir en un entorno incierto y cambiante, actitudes que los haga partícipes activos del enfrentamiento de los desafíos principales de la humanidad, un sano desarrollo físico y emocional incluidas prácticas de adecuadas relaciones sociales, y habilidades para desempeñarse en cosas prácticas para la vida, por ejemplo, para sobrevivir ante emergencias de diversa naturaleza. Lograr estos conocimientos y competencias sería posible si: (i) se incrementa el peso en la carga curricular de los aprendizajes transversales, que además, son una manera eficaz de promover pensamiento crítico, creatividad, responsabilidad, trabajo en grupo, solidaridad…, y (ii) se prioriza el aprendizaje profundo; es decir, si se seleccionan y enfatizan aquellos que ahora son necesarios, imperecederos y durables en el tiempo. Ello obliga a diseñar y desarrollar un currículo integrado y simplificado. Los temporales podrán adquirirse o actualizarse con el aprender a aprender a lo largo de la vida. Mejorar sustantivamente el vocabulario, lectoescritura, dominio de variados lenguajes de comunicación (materno, inglés, de imágenes y el digital) son la puerta de acceso a otros saberes y deben desarrollarse desde la educación inicial.
c. Tener en cuenta a los usuarios y prestadores del servicio educativo. Conocer la evolución de los perfiles de las nuevas generaciones, sus expectativas sobre la escuela y cómo aprender. Redefinir la formación inicial de los docentes y las acciones dedicadas a capacitar y evaluar a los docentes en servicio. Hacer partícipes de las definiciones curriculares a los centros de formación docente y los empleadores.
Competencias digitales para toda la población. El INEI en sus encuestas sobre el uso de las tecnologías señala que se utilizan principalmente para chatear, buscar información en su mayoría poco trascendente y entretenerse. La revisión de los contenidos curriculares debería tener entre sus objetivos: (i) calificar a las personas para lidiar con el cambio tecnológico, en especial con las herramientas de inteligencia artificial y los lenguajes digitales (coding); (ii) enfatizar actividades que exijan mayor manejo técnico y aplicación de conocimientos matemáticos, científicos, sociales, de programación y otros más complejos; (iii) contribuir en abrir nuevos canales de aprendizaje y nuevos itinerarios diversificados y adaptativos; y (iv) asumir un enfoque más humano y de educación ciudadana global, no limitando su cobertura a la población en edad escolar sino a la población en general.
Transformación pedagógica con eficaces maneras de aprender. Las herramientas de inteligencia artificial y de la neurociencia ayudarán a un objetivo que hasta ahora ha sido difícil de implementar en las aulas regulares: la personalización, que cada estudiante estudie a su ritmo, potencie sus talentos, disponga de recursos apropiados para mantener la motivación, interés y concentración. También a emplear con mayor intensidad metodologías valiosas para recuperar los aprendizajes perdidos, mejorar la gestión de la diversidad, potenciar las competencias blandas y socioemocionales. Para aprovechar los avances tecnológicos y científicos es indispensable promover la creación y difusión de plataformas y materiales adecuados a las nuevas características de la enseñanza y aprendizaje.
Intensificar el uso de las tecnologías en el aula implica recordar la necesidad de que los docentes sepan utilizarlas y articularlas con las buenas prácticas que vienen aplicando. El rol de las tecnologías es complementar y ayudar a mejorar procesos; por ejemplo, que los estudiantes consigan información veraz y coherente, fundamentada y organizada, que aporte en el desarrollo de capacidades de análisis y síntesis, indagación de lo que no se entiende o desconoce, pensar críticamente, crear, colaborar, evitar la sumisión frente a lo que se divulga en las redes. También las tecnologías facilitan la flexibilidad metodológica. Tanto los docentes como los estudiantes no deberían estar forzados al empleo de determinados métodos o maneras de aprender, seguir el mismo plan de estudios, horarios y calendarios sin considerar las diferencias personales y de grupo, el estilo de aprender y las realidades de cada escuela. Lo que hay que exigir es el logro de objetivos y metas. En ese propósito, la colaboración entre pares es la mejor herramienta para promover equidad y desarrollo del talento.
Codocencia en la educación primaria. Siendo crucial la formación en los primeros años de escolaridad, convendría evaluar el establecimiento gradual de la codocencia. Las ventajas de que dos docentes se encarguen de un grupo de estudiantes son múltiples. No representan mayor costo pues, en lugar de estar uno a cargo de 25 o 30 estudiantes habrían dos que atiendan a un solo grupo de 50 o 60. Los docentes trabajarían como equipo, fortalecerían la comunicación entre ellos y con los estudiantes; distribuirían actividades y seleccionarían metodologías en función de sus fortalezas; buscarían maneras inclusivas y diversas de generar mayor interés; optimizarían el uso del tiempo y la creación de un clima favorable para una disciplina flexible, participación, autocontrol y trato respetuoso en el aula.
Rumbos de la evaluación. Los chatbots obligan a replantear la finalidad de las tareas como herramientas de evaluación. Sin impedir su utilización, algunos docentes vuelven al lápiz y papel, solicitan contextualizar con buena redacción textos obtenidos del internet, comparar diversos textos y proponer un texto único, discutir críticamente lo encontrado y exponerlo oralmente en clase o virtualmente, analizar las estructuras, veracidad y utilidad de la información. Algunas instituciones empiezan a incorporar en sus reglamentos criterios y espacios de empleo de las tecnologías emergentes, consideraciones de ética y de respeto a las fuentes, entre otros.
Se cuestiona a la evaluación su carácter competitivo, individualista y escasamente predictor del éxito futuro que tienen muchos estudiantes que no destacaron durante su escolaridad. Se subvalora la evaluación grupal, el éxito grupal en vez del éxito individual y el aprendizaje entre pares como factor para mejorar los logros de quien es apoyado y del compañero que presta el apoyo (Zariquiey, Enseñamos a ayudar a nuestro alumnado. Cinética). Aplicaciones y plataformas como Khan Academy, Moodle y Matemáticas Profuturo aprovechan la inteligencia artificial y la neurociencia para combinar tecnología y pedagogía con un abordaje basado en el alto involucramiento del alumno y el uso de variados recursos. Con ellas los docentes pueden monitorear de cerca a sus estudiantes y destinar el tiempo que ahorran en tareas administrativas para analizar, con detalle nunca antes disponible, información sobre la evolución del desempeño académico y socioemocional de cada alumno y del grupo de clase, por cada actividad de aprendizaje. Además, es posible asignar y desasignar contenidos; medir la capacidad de recuerdo de lo significativo que se aprende; planificar individualmente clases de repaso y nuevas actividades.
Docente como factor de cambio
Sin profesores competentes para adoptar acertadas decisiones pedagógicas, lo descrito previamente carece de viabilidad. Siendo las realidades muy diversas, lo conveniente es situar la ejecución de las estrategias de capacitación preferentemente en las instituciones educativas. Tanto la formación inicial como en servicio requieren tener en cuenta algunas capacidades fundamentales que necesita el docente: (i) conocer los rasgos de la sociedad actual, las demandas de socialización e interculturalidad; (ii) estar calificado didácticamente, en el uso de la evaluación formativa y metacognición para educar en medio de diferentes motivaciones, actitudes y talentos; (iii) saber inspirar, innovar y crear confianza; (iv) conocer los avances de su especialidad y de la psicología cognitiva experimental; (v) comprender y manejar en el aula las tecnologías que van emergiendo; (vi) aprovechar la data que las plataformas pueden ofrecerle; y (vii) formar alianzas con las familias para crear el ambiente favorable de aprendizaje. Lograr que los docentes asuman el reto que les impone la transformación es posible si se aseguran condiciones mínimas de funcionamiento de los centros que los forman; entre ellas, formadores de docentes altamente calificados e infraestructura y equipamiento para mejorar la gestión académica.
Reflexiones finales
Transformar exitosamente el sistema educativo depende, en especial, de cuatro factores: (i) el diseño y ejecución de las políticas, (ii) dotar a las instituciones educativas de capacidades para decidir con mayor autonomía cómo lograr las metas de aprendizaje, (iii) usar las tecnologías como complemento para mejorar y no para hacer lo mismo de antes, y (iv) un entorno que facilite la transformación, incluido un sustantivo cambio de actitud de los decisores políticos, la burocracia y las comunidades educativas sobre el papel que deben cumplir.
La multiplicidad de escenarios en los que hay que actuar exige normativas flexibles y modelos de gestión basados en la confianza. El cambio no tiene que producirse de la noche a la mañana, lo que no significa ir a paso lento. Hay que invertir eficazmente, en lo posible con respaldo en la evidencia para asegurar los resultados esperados. Además, para procesos de aprendizaje más complejos que en el pasado, la organización de las instituciones debería convocar la presencia de otros profesionales ya que hay responsabilidades que el docente difícilmente podrá asumir con la solvencia necesaria.
En tercer lugar, es indispensable corregir el rumbo de algunas medidas. Las reformas curriculares no han sido exitosas en definir la cantidad de contenidos que fueron incorporándose en los planes de estudio y en su implementación. La sede central centralizó las decisiones sobre qué y cómo enseñar acogiendo toda novedad, pero sin desechar lo que iba siendo prescindible; subestimó que un diseño curricular ambicioso no es posible en la jornada escolar, olvidó que la escuela ya no posee el monopolio del saber y que las personas, al no acabar su educación en la etapa escolar, seguirán aprendiendo durante su vida; finalmente, la atención a la diversidad estuvo presente pero solo como una aspiración al ser difícil implementarla en realidades tan heterogéneas como las existentes. Finalmente, la administración debe hacer más esfuerzos para racionalizar las demandas de información.Los sistemas de información son más flexibles y enlazados a otros sistemas, pero existen aún limitaciones que deben superarse. La navegación en el SIAGIE sería más ágil si se reducen los indicadores y pasos para registrarlos. Algunos no tienen utilidad para el proceso educativo y pueden prescindirse, por lo menos hasta que contemos con una mejor conectividad en muchos lugares del país. Una plataforma menos densa en variables ayudaría a que el sistema no se cuelgue. Hay que plantearse si conviene seguir con sistemas que demandan mucha información o simplificarlos para alentar una mejor planificación y ejecución de los aprendizajes.
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