La educación inclusiva requiere la búsqueda de una educación de calidad, capaz de equipar a todas y todos los estudiantes con una gama de competencias que les permita ser dueñas y dueños de sus propios destinos.
Sin embargo, esto no es posible cuando las y los estudiantes perciben “amenazas” (ya sean internas: pensamientos, recuerdos; o externas, dentro del aula: bullying, discriminación, vergüenza) que impiden que ciertos estudiantes puedan dirigir su energía y concentración a aprender.
Esto es porque detrás de todas las tareas cognitivas están las emociones. Así lo ha demostrado la neurociencia “sin emoción, no hay aprendizaje”. Las emociones son la llave que permite abrir la puerta al aprendizaje, por lo que, si estas “se agotan”, también lo hace la capacidad de aprender.
Todas y todos los estudiantes pueden experimentar esta sobrecarga emocional que puede bloquear su capacidad para aprender. Recordemos que aprender es una tarea difícil, el camino del aprendizaje implica sensaciones y sentimientos que deben gestionarse durante el proceso de aprender como la sensación de no entender algo, de que la tarea es difícil y no podemos lograrla, o la sensación de fracaso después de múltiples intentos.
Además, debemos considerar el impacto del trauma y el estrés en el aprendizaje. Las poblaciones en situación de vulnerabilidad que han experimentado situaciones de violencia o exclusión llegan a la escuela con cargas adicionales, y es más probable que usen comportamientos “intensos” como método para la comunicación emocional[1]. Tales comportamientos conllevan a que las y los estudiantes suelan ser castigados o desaprobados pero, en realidad, como docentes deberíamos considerarlos como búsqueda de ayuda y apoyo para lidiar con dichas emociones que les impiden aprender.
Para evitar que estas emociones afecten la capacidad de aprender, es fundamental apoyar las emociones que favorecen para el aprendizaje mediante la consideración de cuatro puntos al diseñar nuestras clases:
[1] Chardin, M., & Novak, K. (2021). Equity by design: Delivering on the power and promise of UDL. Corwin
La educación inclusiva requiere la búsqueda de una educación de calidad, capaz de equipar a todas y todos los estudiantes con una gama de competencias que les permita ser dueñas y dueños de sus propios destinos.
Sin embargo, esto no es posible cuando las y los estudiantes perciben “amenazas” (ya sean internas: pensamientos, recuerdos; o externas, dentro del aula: bullying, discriminación, vergüenza) que impiden que ciertos estudiantes puedan dirigir su energía y concentración a aprender.
Esto es porque detrás de todas las tareas cognitivas están las emociones. Así lo ha demostrado la neurociencia “sin emoción, no hay aprendizaje”. Las emociones son la llave que permite abrir la puerta al aprendizaje, por lo que, si estas “se agotan”, también lo hace la capacidad de aprender.
Todas y todos los estudiantes pueden experimentar esta sobrecarga emocional que puede bloquear su capacidad para aprender. Recordemos que aprender es una tarea difícil, el camino del aprendizaje implica sensaciones y sentimientos que deben gestionarse durante el proceso de aprender como la sensación de no entender algo, de que la tarea es difícil y no podemos lograrla, o la sensación de fracaso después de múltiples intentos.
Además, debemos considerar el impacto del trauma y el estrés en el aprendizaje. Las poblaciones en situación de vulnerabilidad que han experimentado situaciones de violencia o exclusión llegan a la escuela con cargas adicionales, y es más probable que usen comportamientos “intensos” como método para la comunicación emocional[1]. Tales comportamientos conllevan a que las y los estudiantes suelan ser castigados o desaprobados pero, en realidad, como docentes deberíamos considerarlos como búsqueda de ayuda y apoyo para lidiar con dichas emociones que les impiden aprender.
Para evitar que estas emociones afecten la capacidad de aprender, es fundamental apoyar las emociones que favorecen para el aprendizaje mediante la consideración de cuatro puntos al diseñar nuestras clases:
[1] Chardin, M., & Novak, K. (2021). Equity by design: Delivering on the power and promise of UDL. Corwin
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