¿Cuántas veces ofreces retroalimentación a lo largo de una sesión de aprendizaje? ¿Brindas una retroalimentación individualizada o grupal? ¿Otras personas participan en el proceso de retroalimentación? ¿Apoyas la retroalimentación con alguna técnica o algún instrumento?
La retroalimentación es, sin duda, la gran articuladora de los procesos de aprendizaje y de evaluación. Consiste en la información que una persona brinda a otra respecto a un desempeño o un producto. La retroalimentación incide en el rendimiento porque, conforme el alumno entiende cómo va procesando la información, puede tomar decisiones para mejorar su propio aprendizaje.
Comúnmente, se espera que el o la docente brinde la retroalimentación al estudiante. En esta situación, la opinión del docente adquiere primacía respecto a la valoración de las producciones o los desempeños del alumno. Esta retroalimentación unilateral puede convertirse en un problema porque nuestras opiniones no están exentas de prejuicios y sesgos cognitivos que intervienen como atajos mentales en la forma de procesar información.
Una de las causas de estos prejuicios reside en las percepciones negativas que tienen los docentes acerca de la evaluación y que terminan infundiendo, por ejemplo, temor y ansiedad en los estudiantes. Estas percepciones actúan como “teorías implícitas” (Prieto, 2008) que están profundamente enraizadas, no solo en la cultura escolar dominante o en la organización del aula, sino también en la propia estructura cognitiva de profesores y estudiantes. Por ello, es clave entender que la evaluación es un proceso bidireccional, fluido y constante establecido entre docente y estudiante (Anijovich y Cappelletti, 2011). Es importante cortar con las prácticas unidireccionales y empezar a equiparse con estrategias que nos ayuden a ofrecer una retroalimentación capaz de empoderar al estudiante para ser reflexivo y con iniciativa de mejorar sus aprendizajes.
Entonces, ¿qué tal si practicamos una retroalimentación que incluya activamente la mirada del estudiante?
A continuación, te ofrecemos dos modelos.
Ambos modelos coinciden en su segundo paso o peldaño, recalcando la importancia que los estudiantes tengan claridad acerca de los criterios de evaluación o estándares con los que se valoran sus desempeños o productos. Por ello, es crucial explicitar el logro de aprendizaje y los criterios e indicadores de evaluación, a través de instrumentos como listas de cotejo o rúbricas, y socializarlos con los estudiantes.
Ambos modelos se complementan y nos ayudan a trabajar en una mirada fresca y optimista al crear espacios de retroalimentación. Prueba aplicarlos en clase y comparte tus experiencias en la sección de comentarios.
Sobre el lugar:
Isla 92 - Choele Choel (provincia de Río Negro, Argentina). Ubicación
Referencias:
Anijovich, R. y Cappelletti, G. (2011). La evaluación como oportunidad de aprendizaje. Paidós.
Prieto, P. (2008). Creencias de los profesores sobre evaluación y efectos incidentales. Revista de pedagogía, 29(84), 123-144. https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=659/65908405
Hattie, J. y Timperley, H. (2007). The power of feedback. Review of Educational Research. http://growthmindseteaz.org/files/Power_of_Feedback_JHattie.pdf
¿Cuántas veces ofreces retroalimentación a lo largo de una sesión de aprendizaje? ¿Brindas una retroalimentación individualizada o grupal? ¿Otras personas participan en el proceso de retroalimentación? ¿Apoyas la retroalimentación con alguna técnica o algún instrumento?
La retroalimentación es, sin duda, la gran articuladora de los procesos de aprendizaje y de evaluación. Consiste en la información que una persona brinda a otra respecto a un desempeño o un producto. La retroalimentación incide en el rendimiento porque, conforme el alumno entiende cómo va procesando la información, puede tomar decisiones para mejorar su propio aprendizaje.
Comúnmente, se espera que el o la docente brinde la retroalimentación al estudiante. En esta situación, la opinión del docente adquiere primacía respecto a la valoración de las producciones o los desempeños del alumno. Esta retroalimentación unilateral puede convertirse en un problema porque nuestras opiniones no están exentas de prejuicios y sesgos cognitivos que intervienen como atajos mentales en la forma de procesar información.
Una de las causas de estos prejuicios reside en las percepciones negativas que tienen los docentes acerca de la evaluación y que terminan infundiendo, por ejemplo, temor y ansiedad en los estudiantes. Estas percepciones actúan como “teorías implícitas” (Prieto, 2008) que están profundamente enraizadas, no solo en la cultura escolar dominante o en la organización del aula, sino también en la propia estructura cognitiva de profesores y estudiantes. Por ello, es clave entender que la evaluación es un proceso bidireccional, fluido y constante establecido entre docente y estudiante (Anijovich y Cappelletti, 2011). Es importante cortar con las prácticas unidireccionales y empezar a equiparse con estrategias que nos ayuden a ofrecer una retroalimentación capaz de empoderar al estudiante para ser reflexivo y con iniciativa de mejorar sus aprendizajes.
Entonces, ¿qué tal si practicamos una retroalimentación que incluya activamente la mirada del estudiante?
A continuación, te ofrecemos dos modelos.
Ambos modelos coinciden en su segundo paso o peldaño, recalcando la importancia que los estudiantes tengan claridad acerca de los criterios de evaluación o estándares con los que se valoran sus desempeños o productos. Por ello, es crucial explicitar el logro de aprendizaje y los criterios e indicadores de evaluación, a través de instrumentos como listas de cotejo o rúbricas, y socializarlos con los estudiantes.
Ambos modelos se complementan y nos ayudan a trabajar en una mirada fresca y optimista al crear espacios de retroalimentación. Prueba aplicarlos en clase y comparte tus experiencias en la sección de comentarios.
Sobre el lugar:
Isla 92 – Choele Choel (provincia de Río Negro, Argentina). Ubicación
Referencias:
Anijovich, R. y Cappelletti, G. (2011). La evaluación como oportunidad de aprendizaje. Paidós.
Prieto, P. (2008). Creencias de los profesores sobre evaluación y efectos incidentales. Revista de pedagogía, 29(84), 123-144. https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=659/65908405
Hattie, J. y Timperley, H. (2007). The power of feedback. Review of Educational Research. http://growthmindseteaz.org/files/Power_of_Feedback_JHattie.pdf
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Muchas veces el fracaso del maestro en la intervención que realiza con respecto a la retroalimentación con los estudiantes es precisamente esa mirada que está direccionada desde la perspectiva nuestra. Estoy segura que si cambiamos de roles y miramos desde la perspectiva de nuestros estudiantes lograremos mejores resultados y sobre todo empoderar a los estudiantes de ese aprendizaje que queremos.