Hace poco, le pregunté a un grupo de niños y niñas qué es lo que más extrañaban en este largo periodo de confinamiento intermitente. Rápidamente y, sin ponerse de acuerdo, coincidieron en tres cosas: «jugar» con «otros» y «afuera». Estas respuestas me conmovieron, pues condensan simple y sabiamente necesidades fundamentales para el desarrollo del ser humano: jugar como actividad principal para aprender, interactuar con otras personas y explorar el espacio que los rodea.
En este post te propongo enfocarnos en la necesidad de jugar «afuera». Entonces, ¿qué tal si observamos cuáles son los espacios que tienen los niños y las niñas para jugar fuera de su casa?
Para los que vivimos en una ciudad, la primera imagen de un espacio de juego al aire libre que se nos viene a la mente, tal vez, es la de un parque. Y, seguramente, recordamos que cuando volvimos a salir a la calle, luego de los meses más duros del confinamiento, las zonas de juegos infantiles de los parques estaban cercadas con cintas amarillas que prohibían el paso. De pronto, el espacio de juego al aire libre se había limitado. Sí, es cierto, ese espacio fabricado con módulos estandarizados —con escaleras, toboganes y castillos de fantasía de plástico o, en el mejor de los casos, de madera— había quedado clausurado.
Pero, qué tal si complementamos este ejercicio de observación con un poco de sentido crítico: ¿acaso ese es el único espacio de juego afuera de casa? ¿Acaso ese espacio cercado no será otra forma de confinar a los niños y las niñas?
Al ensayar respuestas a estas interrogantes, me resulta inevitable no pensar en Francesco Tonucci, un gran pedagogo y famoso ilustrador italiano (Fratto) que ha reivindicado incansablemente la mirada de los niños y las niñas sobre el espacio público y el juego. Él reclama la necesidad que las ciudades desarrollen «espacios seguros donde los niños puedan explorar, saltar, subirse a los árboles y, en definitiva, jugar».
Cuando pensamos en un espacio de juego «afuera» tenemos que hacer el ejercicio de deconstruir en nuestras mentes que el juego se circunscribe a zonas de juego prefabricadas. El espacio de juego no solo consiste en un terreno en donde los niños se desplazan, sino que es el escenario para vivir experiencias por ellos mismos, en libertad, sin la mirada fiscalizadora del adulto, para que puedan desarrollar su autonomía. Por ello, es importante ampliar nuestra mirada y, sobre todo, nuestra imaginación sobre la función y estructura de los espacios de juego al aire libre. Imaginarnos que el «como si…» es fundamental para el pensamiento y el juego simbólico en la primera infancia. Un tronco puede ser un puente, una liana una soga, una flor un jardín, una hoja seca un escudo, una rampa una montaña, unos cubos un planeta, etc.
«Cuando pensamos en algunos de los mejores recuerdos de nuestra infancia, estos son habitualmente los momentos en que jugamos al aire libre, trepando árboles, jugando en el agua y caminando con amigos a la escuela. Estas experiencias no son triviales sino componentes vitales del desarrollo de los niños; promueven la salud física y mental, y el bienestar emocional».
Natalia Krysiak (2017)
Creo que haber experimentado el cierre de zonas de juego creadas de manera estándar nos debe permitir abrir nuestra mente para pensar en otras oportunidades para el diseño de espacios de juego. Por ejemplo, pensemos en espacios que aprovechen los recursos del entorno y que promuevan la creatividad y la exploración, que sean retadores y seguros y, por qué no, también bellos.
Te propongo observar algunas experiencias y pensar qué puedes hacer en tu comunidad o tu escuela para promover un diseño participativo de espacios retadores de juego.
Video:
Observa el proyecto Cities For Play (Ciudades para jugar) creado en el 2017 por Natalia Krysiak, una urbanista australiana, con la intención de estudiar y diseñar entornos que promuevan la salud, el bienestar físico y emocional de los niños a través de un enfoque centrado en los juegos y la movilidad activa en los espacios públicos.
Finalmente, vale la pena resaltar que este es un tema en el que tiene que involucrarse la ciudadanía y debe convertirse en política pública, tal como señalan Gülgönen y Corona (2013) en las conclusiones de un estudio sobre los espacios de juego en México:
Te propongo pasar a la acción en tu entorno cercano: ¿qué tal si involucras a los niños para que participen en el diseño y la construcción de su propio espacio de juego al aire libre?
Sobre el lugar:
Parque Madrid Río (Madrid, España). Ubicación
Referencias:
Paez, R. (2019, 16 de diciembre). Diseño con niños. Roca Gallery. http://www.rocagallery.com/es/design-with-children
Corona, Y. & Gülgönen, T. (2013). El derecho de los niños al juego en México. Resultado
de las consultas a niños y adultos. Rayuela (Núm. 8). https://programainfancia.uam.mx/pdf/publicaciones/prim_inf/espacios.pdf
Tonucci, F. (2013). La ciudad de los niños. Popular.
Hace poco, le pregunté a un grupo de niños y niñas qué es lo que más extrañaban en este largo periodo de confinamiento intermitente. Rápidamente y, sin ponerse de acuerdo, coincidieron en tres cosas: «jugar» con «otros» y «afuera». Estas respuestas me conmovieron, pues condensan simple y sabiamente necesidades fundamentales para el desarrollo del ser humano: jugar como actividad principal para aprender, interactuar con otras personas y explorar el espacio que los rodea.
En este post te propongo enfocarnos en la necesidad de jugar «afuera». Entonces, ¿qué tal si observamos cuáles son los espacios que tienen los niños y las niñas para jugar fuera de su casa?
Para los que vivimos en una ciudad, la primera imagen de un espacio de juego al aire libre que se nos viene a la mente, tal vez, es la de un parque. Y, seguramente, recordamos que cuando volvimos a salir a la calle, luego de los meses más duros del confinamiento, las zonas de juegos infantiles de los parques estaban cercadas con cintas amarillas que prohibían el paso. De pronto, el espacio de juego al aire libre se había limitado. Sí, es cierto, ese espacio fabricado con módulos estandarizados —con escaleras, toboganes y castillos de fantasía de plástico o, en el mejor de los casos, de madera— había quedado clausurado.
Pero, qué tal si complementamos este ejercicio de observación con un poco de sentido crítico: ¿acaso ese es el único espacio de juego afuera de casa? ¿Acaso ese espacio cercado no será otra forma de confinar a los niños y las niñas?
Al ensayar respuestas a estas interrogantes, me resulta inevitable no pensar en Francesco Tonucci, un gran pedagogo y famoso ilustrador italiano (Fratto) que ha reivindicado incansablemente la mirada de los niños y las niñas sobre el espacio público y el juego. Él reclama la necesidad que las ciudades desarrollen «espacios seguros donde los niños puedan explorar, saltar, subirse a los árboles y, en definitiva, jugar».
Cuando pensamos en un espacio de juego «afuera» tenemos que hacer el ejercicio de deconstruir en nuestras mentes que el juego se circunscribe a zonas de juego prefabricadas. El espacio de juego no solo consiste en un terreno en donde los niños se desplazan, sino que es el escenario para vivir experiencias por ellos mismos, en libertad, sin la mirada fiscalizadora del adulto, para que puedan desarrollar su autonomía. Por ello, es importante ampliar nuestra mirada y, sobre todo, nuestra imaginación sobre la función y estructura de los espacios de juego al aire libre. Imaginarnos que el «como si…» es fundamental para el pensamiento y el juego simbólico en la primera infancia. Un tronco puede ser un puente, una liana una soga, una flor un jardín, una hoja seca un escudo, una rampa una montaña, unos cubos un planeta, etc.
«Cuando pensamos en algunos de los mejores recuerdos de nuestra infancia, estos son habitualmente los momentos en que jugamos al aire libre, trepando árboles, jugando en el agua y caminando con amigos a la escuela. Estas experiencias no son triviales sino componentes vitales del desarrollo de los niños; promueven la salud física y mental, y el bienestar emocional».
Natalia Krysiak (2017)
Creo que haber experimentado el cierre de zonas de juego creadas de manera estándar nos debe permitir abrir nuestra mente para pensar en otras oportunidades para el diseño de espacios de juego. Por ejemplo, pensemos en espacios que aprovechen los recursos del entorno y que promuevan la creatividad y la exploración, que sean retadores y seguros y, por qué no, también bellos.
Te propongo observar algunas experiencias y pensar qué puedes hacer en tu comunidad o tu escuela para promover un diseño participativo de espacios retadores de juego.
Video:
Observa el proyecto Cities For Play (Ciudades para jugar) creado en el 2017 por Natalia Krysiak, una urbanista australiana, con la intención de estudiar y diseñar entornos que promuevan la salud, el bienestar físico y emocional de los niños a través de un enfoque centrado en los juegos y la movilidad activa en los espacios públicos.
Finalmente, vale la pena resaltar que este es un tema en el que tiene que involucrarse la ciudadanía y debe convertirse en política pública, tal como señalan Gülgönen y Corona (2013) en las conclusiones de un estudio sobre los espacios de juego en México:
Te propongo pasar a la acción en tu entorno cercano: ¿qué tal si involucras a los niños para que participen en el diseño y la construcción de su propio espacio de juego al aire libre?
Sobre el lugar:
Parque Madrid Río (Madrid, España). Ubicación
Referencias:
Paez, R. (2019, 16 de diciembre). Diseño con niños. Roca Gallery. http://www.rocagallery.com/es/design-with-children
Corona, Y. & Gülgönen, T. (2013). El derecho de los niños al juego en México. Resultado
de las consultas a niños y adultos. Rayuela (Núm. 8). https://programainfancia.uam.mx/pdf/publicaciones/prim_inf/espacios.pdf
Tonucci, F. (2013). La ciudad de los niños. Popular.
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Buen aporte e investigación. Aprendemos jugando. Gracias