Hace algunas semanas se anunciaron nuevos cambios en las políticas de privacidad y términos de uso de la popular aplicación de mensajería WhatsApp. Estos cambios permiten que la aplicación comparta información de sus usuarios con Facebook, la compañía dueña de WhatsApp. Luego del anuncio, se comunicó que aceptar los nuevos términos y condiciones sería obligatorio desde febrero. Esto disparó la alarma en los usuarios y la comunidad internacional, causando que muchísimas personas dejen de usar el servicio y lo reemplacen por alternativas como Telegram o Signal. Pero, ¿qué hay detrás de esto?
En resumen, estamos ante un caso en el que conviven la desinformación y los intereses corporativos. Las nuevas políticas de privacidad le permiten a Facebook acceder a información de uso (tiempo de uso y dispositivo en el que se utiliza la aplicación), más no los mensajes enviados y recibidos, ya que estos están encriptados y ni el propio WhatsApp puede leerlos. No obstante, es cierto que Facebook puede emplear esta data para, junto a la información recopilada de Instagram (también su propiedad) y el mismo Facebook, focalizar sus avisos publicitarios y cruzarlos para entregar un mejor servicio a sus anunciantes.
Este punto es clave porque son los anunciantes los que financian casi por completo a la corporación Facebook. Es común creer que los clientes reales de estas redes sociales somos nosotros, los usuarios, cuando en realidad, somos solo una parte de su modelo de negocio. Con estos cambios en la ‘letra pequeña’ los negocios que anuncien en Facebook o que ofrezcan sus servicios allí podrán acceder a más herramientas de anuncio y venta, sumado a la implementación de Facebook Pay.
Si bien la señal de alarma parece estar fundada en el miedo a que terceros accedan a tus conversaciones privadas –desinformación, ya que no afecta ese aspecto–, lo preocupante es, entre otras cosas, que los usuarios no tengan mayor incidencia en las decisiones de las aplicaciones que usan y más bien se encuentren cada vez más inmersos en el juego corporativo de empresas que parecen querer introducirse en cada área de nuestra vida en línea.
La migración de Whatsapp a Telegram fue caracterizada por su CEO como “el éxodo tecnológico más grande de la historia”, con decenas de millones de usuarios nuevos registrados en su plataforma en los primeros días desde el anuncio de WhatsApp. No obstante, Telegram también tiene acusaciones y asuntos legales. En 2018, Telegram fue removido de la App Store de Apple porque se descubrió que se utilizaba por grupos de personas que enviaban imágenes de abuso infantil. A esto se suman reportes comprobados de que su red es usada por grupos extremistas.
Sabemos que la fuente de ingreso de Facebook como corporación es la venta de anuncios; sin embargo, Telegram también es una aplicación gratuita. Según sus fundadores, los hermanos rusos Nikolai y Pavel Durov –creadores de la red social rusa VK–, vender anuncios va en contra de sus principios en pro del usuario antes que de terceros, por lo que Telegram es, hasta hoy, financiada directamente de sus bolsillos.
De esta manera, ¿podemos seguir pensando que nuestras aplicaciones gratuitas son del todo gratis? Conocer quiénes son los dueños de las plataformas que usamos, así como comprender sus modelos de negocio y los términos y condiciones más importantes son algunas de las competencias mediáticas que nos corresponde desarrollar como docentes desde el aula.
Hace algunas semanas se anunciaron nuevos cambios en las políticas de privacidad y términos de uso de la popular aplicación de mensajería WhatsApp. Estos cambios permiten que la aplicación comparta información de sus usuarios con Facebook, la compañía dueña de WhatsApp. Luego del anuncio, se comunicó que aceptar los nuevos términos y condiciones sería obligatorio desde febrero. Esto disparó la alarma en los usuarios y la comunidad internacional, causando que muchísimas personas dejen de usar el servicio y lo reemplacen por alternativas como Telegram o Signal. Pero, ¿qué hay detrás de esto?
En resumen, estamos ante un caso en el que conviven la desinformación y los intereses corporativos. Las nuevas políticas de privacidad le permiten a Facebook acceder a información de uso (tiempo de uso y dispositivo en el que se utiliza la aplicación), más no los mensajes enviados y recibidos, ya que estos están encriptados y ni el propio WhatsApp puede leerlos. No obstante, es cierto que Facebook puede emplear esta data para, junto a la información recopilada de Instagram (también su propiedad) y el mismo Facebook, focalizar sus avisos publicitarios y cruzarlos para entregar un mejor servicio a sus anunciantes.
Este punto es clave porque son los anunciantes los que financian casi por completo a la corporación Facebook. Es común creer que los clientes reales de estas redes sociales somos nosotros, los usuarios, cuando en realidad, somos solo una parte de su modelo de negocio. Con estos cambios en la ‘letra pequeña’ los negocios que anuncien en Facebook o que ofrezcan sus servicios allí podrán acceder a más herramientas de anuncio y venta, sumado a la implementación de Facebook Pay.
Si bien la señal de alarma parece estar fundada en el miedo a que terceros accedan a tus conversaciones privadas –desinformación, ya que no afecta ese aspecto–, lo preocupante es, entre otras cosas, que los usuarios no tengan mayor incidencia en las decisiones de las aplicaciones que usan y más bien se encuentren cada vez más inmersos en el juego corporativo de empresas que parecen querer introducirse en cada área de nuestra vida en línea.
La migración de Whatsapp a Telegram fue caracterizada por su CEO como “el éxodo tecnológico más grande de la historia”, con decenas de millones de usuarios nuevos registrados en su plataforma en los primeros días desde el anuncio de WhatsApp. No obstante, Telegram también tiene acusaciones y asuntos legales. En 2018, Telegram fue removido de la App Store de Apple porque se descubrió que se utilizaba por grupos de personas que enviaban imágenes de abuso infantil. A esto se suman reportes comprobados de que su red es usada por grupos extremistas.
Sabemos que la fuente de ingreso de Facebook como corporación es la venta de anuncios; sin embargo, Telegram también es una aplicación gratuita. Según sus fundadores, los hermanos rusos Nikolai y Pavel Durov –creadores de la red social rusa VK–, vender anuncios va en contra de sus principios en pro del usuario antes que de terceros, por lo que Telegram es, hasta hoy, financiada directamente de sus bolsillos.
De esta manera, ¿podemos seguir pensando que nuestras aplicaciones gratuitas son del todo gratis? Conocer quiénes son los dueños de las plataformas que usamos, así como comprender sus modelos de negocio y los términos y condiciones más importantes son algunas de las competencias mediáticas que nos corresponde desarrollar como docentes desde el aula.
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