Por: Melissa Huamán (*) (Foto de cabecera: Grupo Chaski)
Entre las expresiones artísticas estudiadas y utilizadas para transformar la sociedad y formar ciudadanos, el cine ha demostrado una alta capacidad de penetrar en la vida de las personas, las costumbres e influir en sus conductas (Alonso y Pereira, 2000; Lifschitz, 2012; Mercader, 2008; Punte, 2011). No es gratuito lo que se observa en pantalla, son sentimientos universales y experiencias de emociones compartidas, compuestas con intencionalidad discursiva por el cineasta. Sus decisiones de colocar, ocultar y delimitar su punto de vista, revela una mirada, un juicio sobre la realidad, una ideología (Gumucio, 2014; Trujillo, 1996; Mercader, 2008).
Desde los ochenta, se democratizó la tecnología para la realización audiovisual. Diferentes grupos sociales se han autogestado para la producción cinematográfica como instrumento de recuperación histórica, reconocimiento y reforzador de la identidad, promoción cultural, denuncia y educación (Gumucio, 2014), desarrollándose así, el cine comunitario.
“Mujeres que no aprendieron a leer y a escribir, y que nunca habían soñado con unavida más allá de acarrear agua y tener hijos, usan el video como medio de comunicación, y se sienten empoderadas para tomar decisiones, documentar los acontecimientos importantes de su comunidad y construir a revitalizar su cultura. Se trata de que la comunidad sea la protagonista de todo el proceso, que responda a sus intereses e inquietudes y que no sea algo impuesto o trasladado por visiones externas de su entorno.” (Gumucio, 2014, p.16).
Al hacer cine ejercemos nuestro derecho de la libertad de expresión, comunicación e información. Asimismo, aprender con y desde el cine implica contenidos y estrategias de aprendizaje como: trabajo en equipo, organización y planificación, verbalización de ideas y gestión de toma de decisiones (Pereira, 2009). Permite además, el desarrollo de competencias como la observación, el análisis, la reflexión, el juicio crítico, el gusto estético (ibid.). Por lo tanto, estos procesos de aprendizaje destacan en ámbitos formales y no formales, involucrando los niveles cognitivo, afectivo, psicomotor, ético, social e individual (MINCUL, 2018).
Lifschitz (2012) menciona que el cine puede implementarse bajo dos direcciones: formación para el cine o a través de él. El primero corresponde a la capacitación con respecto a los aspectos técnicos, estéticos y formales de una producción cinematográfica, dando una aproximación a los códigos narrativos y audiovisuales. El segundo, en cambio, se enfoca en la discusión social y las manifestaciones artísticas, saliendo de la estética, ya que el objetivo es la reflexión histórica y sociológica de la obra. El cine debate estaría entre sus formas.
Finalmente, en el Perú se han gestado diferentes propuestas de cine comunitario, como la del Grupo Chaski, Colectivo Proyecta, Espacios de Libertad Creativa del Ministerio de Cultura, entre otros. Es de importancia generar más cine en sociedad, visibilizar realidades y sentires de diferentes grupos, desde niñas y niños hasta diferentes grupos étnicos; en el cine comunitario, lo que más importa es el proceso que el producto final; puesto que, el objetivo es reforzar la solidaridad y la colectividad, ejercer nuestros derechos de expresión, comunicación y abrazar nuestras capacidades de expresión.
Referencias
Por: Melissa Huamán (*) (Foto de cabecera: Grupo Chaski)
Entre las expresiones artísticas estudiadas y utilizadas para transformar la sociedad y formar ciudadanos, el cine ha demostrado una alta capacidad de penetrar en la vida de las personas, las costumbres e influir en sus conductas (Alonso y Pereira, 2000; Lifschitz, 2012; Mercader, 2008; Punte, 2011). No es gratuito lo que se observa en pantalla, son sentimientos universales y experiencias de emociones compartidas, compuestas con intencionalidad discursiva por el cineasta. Sus decisiones de colocar, ocultar y delimitar su punto de vista, revela una mirada, un juicio sobre la realidad, una ideología (Gumucio, 2014; Trujillo, 1996; Mercader, 2008).
Desde los ochenta, se democratizó la tecnología para la realización audiovisual. Diferentes grupos sociales se han autogestado para la producción cinematográfica como instrumento de recuperación histórica, reconocimiento y reforzador de la identidad, promoción cultural, denuncia y educación (Gumucio, 2014), desarrollándose así, el cine comunitario.
“Mujeres que no aprendieron a leer y a escribir, y que nunca habían soñado con unavida más allá de acarrear agua y tener hijos, usan el video como medio de comunicación, y se sienten empoderadas para tomar decisiones, documentar los acontecimientos importantes de su comunidad y construir a revitalizar su cultura. Se trata de que la comunidad sea la protagonista de todo el proceso, que responda a sus intereses e inquietudes y que no sea algo impuesto o trasladado por visiones externas de su entorno.” (Gumucio, 2014, p.16).
Al hacer cine ejercemos nuestro derecho de la libertad de expresión, comunicación e información. Asimismo, aprender con y desde el cine implica contenidos y estrategias de aprendizaje como: trabajo en equipo, organización y planificación, verbalización de ideas y gestión de toma de decisiones (Pereira, 2009). Permite además, el desarrollo de competencias como la observación, el análisis, la reflexión, el juicio crítico, el gusto estético (ibid.). Por lo tanto, estos procesos de aprendizaje destacan en ámbitos formales y no formales, involucrando los niveles cognitivo, afectivo, psicomotor, ético, social e individual (MINCUL, 2018).
Lifschitz (2012) menciona que el cine puede implementarse bajo dos direcciones: formación para el cine o a través de él. El primero corresponde a la capacitación con respecto a los aspectos técnicos, estéticos y formales de una producción cinematográfica, dando una aproximación a los códigos narrativos y audiovisuales. El segundo, en cambio, se enfoca en la discusión social y las manifestaciones artísticas, saliendo de la estética, ya que el objetivo es la reflexión histórica y sociológica de la obra. El cine debate estaría entre sus formas.
Finalmente, en el Perú se han gestado diferentes propuestas de cine comunitario, como la del Grupo Chaski, Colectivo Proyecta, Espacios de Libertad Creativa del Ministerio de Cultura, entre otros. Es de importancia generar más cine en sociedad, visibilizar realidades y sentires de diferentes grupos, desde niñas y niños hasta diferentes grupos étnicos; en el cine comunitario, lo que más importa es el proceso que el producto final; puesto que, el objetivo es reforzar la solidaridad y la colectividad, ejercer nuestros derechos de expresión, comunicación y abrazar nuestras capacidades de expresión.
Referencias
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