Por: Pablo Andrada Sola (*)
Existe un debate acerca de cuánto tiempo deben pasar los niños y niñas pequeños con las pantallas. Para algunos es necesario restringirlos porque la sobreexposición a ellos puede hiperestimularlos y provocarles problemas para dormir y para concentrarse, como señaló el Consejo del Audivisual Francés hace una década.
Pero el problema no es la televisión, sino el enfoque con el que se aborda la relación con los medios. Si un niño pequeño y un adulto se sobreexponen al sol, la piel del primero se dañará más. ¿Por qué? Porque su cuerpo es más sensible, ya que se está formando. El sol puede ser bueno para el niño, pero en horas adecuadas y con las cremas bloqueadoras que filtren los rayos ultravioletas.
En el caso de las pantallas también se requiere un tiempo adecuado para mirarlas, como por ejemplo después de jugar con los amigos. Por el contrario, no servirá de mucho entregarle el celular o la tablet para que no se aburra en un lugar público porque crearemos un incentivo perverso. Tampoco mientras se sientan a comer, ya que estaremos fomentando el consumo de medios en cualquier espacio y restando momentos para conversar en familia.
Las protecciones básicas ante los medios --la "crema bloqueadora"-- será sin dudas la compañía de un adulto mientras el niño/niña ve sus programas favoritos. Esto permitirá por un lado validar sus gustos y por otro, promover el que se realicen actividades y conversaciones a partir de lo que ven en la pantalla.
Para saber qué y cómo conversar con los niños pequeños sobre su consumo existe una gran cantidad de materiales que son parte de la educación mediática. Este tipo de educación busca “interaccionar de manera crítica con mensajes producidos por los de más, y siendo capaz de producir y de diseminar mensajes propios” (Ferrés & Piscitelli, 2012, pág. 78), lo que se puede lograr desde los primeros años de vida, tal como todos los aprendizajes (como podemos leer en esta entrevista a Valerio Fuenzalida).
El jardín infantil Nuevo San Bernardo, de Santiago de Chile, realizó una experiencia pionera de educación mediática para niños de 3 y 4 años. La actividad se llamó Veo, veo, ¿qué ves? La actividad nació porque las educadoras se dieron cuenta que los niños accedian a los medios de comunicación de forma solitaria, así que se propusieron educarlos sobre los programas infantiles que a ellos les interesaban. En una primera etapa las educadoras fueron capacitadas en educación mediática por el Consejo Nacional de Televisión de Chile y luego desarrollaron una experiencia en cuatro etapas con el dibujo animado Pocoyó, elegido por los niños.
En cada etapa los niños veían un capítulo de Pocoyó. En el primer visionado, conversaron sobre quién creo la historia. En el segundo visionado hubo un "desperfecto" intencional en el televisor por lo que miraron el capítulo sin audio. Cuando lograron arreglar el sonido, “misteriosamente” se fue la imagen. Ver los capítulos de estas formas permitió discutir con los niños sobre las técnicas creativas que se usan para llamar su atención.
Luego del tercer visionado, los niños se pusieron una máscara con distintos personajes de Pocoyó para estimular una conversación sobre la identidad y valores de cada uno de los personajes transmite, la pregunta guía fue: ¿Cuáles estilos de vida, valores y puntos de vista están representados u omitidos en este mensaje?
Finalmente, al terminar el cuarto visionado se mostraron hojas de papel de escenas del capítulo que habían visto. Se le pidió a cada estudiante que asociara cada escena a una imagen que representaba un sentimiento. La pregunta conductora fue ¿cómo pueden diferentes personas entender este mensaje en forma distinta de cómo lo hago yo? Las respuestas de sus compañeros les mostraron a los niños que podían sentir distintas emociones ante la misma escena.
La experiencia fue evaluada positivamente por la comunidad del Nuevo San Bernardo, establecimiento perteneciente a la Fundación Integra. Los estudiantes se involucraron y participaron activamente. Las agentes educativas se sorprendieron de cómo los niños respetaban los gustos de los otros. Las educadoras tomaron mayor conciencia de la importancia de comprender los dibujos animados que los niños ven y utilizarlos para sus experiencias de aprendizajes. Las familias, que colaboraron generando materiales para las experiencias, señalaron su intención de tener mayores espacios de comunicación con sus hijos sobre lo que ven en las pantallas.
Esta experiencia muestra que la educación mediática puede comenzar desde los primeros años y que no debemos temer a que los niños y niñas consuman pantallas. El desafío está en que los adultos los acompañemos y seamos parte de esta experiencia.
[DESCARGAR] Cartilla ¿Qué ves cuándo me ves? Público infantil: 3 a 6 años.
(*) Doctor (c) en Comunicación de la Universidad Pompeu Fabra, de Barcelona, España. Periodista, Licenciado y Magíster en Ciencias Sociales, mención Sociología de la Modernización, de la Universidad de Chile. Es especialista en educación mediática y consumo cultural. Más sobre el autor en este enlace.
Por: Pablo Andrada Sola (*)
Existe un debate acerca de cuánto tiempo deben pasar los niños y niñas pequeños con las pantallas. Para algunos es necesario restringirlos porque la sobreexposición a ellos puede hiperestimularlos y provocarles problemas para dormir y para concentrarse, como señaló el Consejo del Audivisual Francés hace una década.
Pero el problema no es la televisión, sino el enfoque con el que se aborda la relación con los medios. Si un niño pequeño y un adulto se sobreexponen al sol, la piel del primero se dañará más. ¿Por qué? Porque su cuerpo es más sensible, ya que se está formando. El sol puede ser bueno para el niño, pero en horas adecuadas y con las cremas bloqueadoras que filtren los rayos ultravioletas.
En el caso de las pantallas también se requiere un tiempo adecuado para mirarlas, como por ejemplo después de jugar con los amigos. Por el contrario, no servirá de mucho entregarle el celular o la tablet para que no se aburra en un lugar público porque crearemos un incentivo perverso. Tampoco mientras se sientan a comer, ya que estaremos fomentando el consumo de medios en cualquier espacio y restando momentos para conversar en familia.
Las protecciones básicas ante los medios –la “crema bloqueadora”– será sin dudas la compañía de un adulto mientras el niño/niña ve sus programas favoritos. Esto permitirá por un lado validar sus gustos y por otro, promover el que se realicen actividades y conversaciones a partir de lo que ven en la pantalla.
Para saber qué y cómo conversar con los niños pequeños sobre su consumo existe una gran cantidad de materiales que son parte de la educación mediática. Este tipo de educación busca “interaccionar de manera crítica con mensajes producidos por los de más, y siendo capaz de producir y de diseminar mensajes propios” (Ferrés & Piscitelli, 2012, pág. 78), lo que se puede lograr desde los primeros años de vida, tal como todos los aprendizajes (como podemos leer en esta entrevista a Valerio Fuenzalida).
El jardín infantil Nuevo San Bernardo, de Santiago de Chile, realizó una experiencia pionera de educación mediática para niños de 3 y 4 años. La actividad se llamó Veo, veo, ¿qué ves? La actividad nació porque las educadoras se dieron cuenta que los niños accedian a los medios de comunicación de forma solitaria, así que se propusieron educarlos sobre los programas infantiles que a ellos les interesaban. En una primera etapa las educadoras fueron capacitadas en educación mediática por el Consejo Nacional de Televisión de Chile y luego desarrollaron una experiencia en cuatro etapas con el dibujo animado Pocoyó, elegido por los niños.
En cada etapa los niños veían un capítulo de Pocoyó. En el primer visionado, conversaron sobre quién creo la historia. En el segundo visionado hubo un “desperfecto” intencional en el televisor por lo que miraron el capítulo sin audio. Cuando lograron arreglar el sonido, “misteriosamente” se fue la imagen. Ver los capítulos de estas formas permitió discutir con los niños sobre las técnicas creativas que se usan para llamar su atención.
Luego del tercer visionado, los niños se pusieron una máscara con distintos personajes de Pocoyó para estimular una conversación sobre la identidad y valores de cada uno de los personajes transmite, la pregunta guía fue: ¿Cuáles estilos de vida, valores y puntos de vista están representados u omitidos en este mensaje?
Finalmente, al terminar el cuarto visionado se mostraron hojas de papel de escenas del capítulo que habían visto. Se le pidió a cada estudiante que asociara cada escena a una imagen que representaba un sentimiento. La pregunta conductora fue ¿cómo pueden diferentes personas entender este mensaje en forma distinta de cómo lo hago yo? Las respuestas de sus compañeros les mostraron a los niños que podían sentir distintas emociones ante la misma escena.
La experiencia fue evaluada positivamente por la comunidad del Nuevo San Bernardo, establecimiento perteneciente a la Fundación Integra. Los estudiantes se involucraron y participaron activamente. Las agentes educativas se sorprendieron de cómo los niños respetaban los gustos de los otros. Las educadoras tomaron mayor conciencia de la importancia de comprender los dibujos animados que los niños ven y utilizarlos para sus experiencias de aprendizajes. Las familias, que colaboraron generando materiales para las experiencias, señalaron su intención de tener mayores espacios de comunicación con sus hijos sobre lo que ven en las pantallas.
Esta experiencia muestra que la educación mediática puede comenzar desde los primeros años y que no debemos temer a que los niños y niñas consuman pantallas. El desafío está en que los adultos los acompañemos y seamos parte de esta experiencia.
[DESCARGAR] Cartilla ¿Qué ves cuándo me ves? Público infantil: 3 a 6 años.
(*) Doctor (c) en Comunicación de la Universidad Pompeu Fabra, de Barcelona, España. Periodista, Licenciado y Magíster en Ciencias Sociales, mención Sociología de la Modernización, de la Universidad de Chile. Es especialista en educación mediática y consumo cultural. Más sobre el autor en este enlace.
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