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Los vestigios
Al poblador del periodo arcaico se le conoce mayormente por las herramientas e instrumentos que fabricaron que por los restos encontrados en los diferentes estadios culturales. Son tres las grandes tradiciones que permiten un análisis interpretativo: tradición lítica de los Andes, tradición paijense y tradición noreste. En la tradición serrana la industria lítica se compuso principalmente de puntas de proyectil con especiales características para la caza de grandes mamíferos: puntas con forma de hoja, triangulares o con espinas laterales. Por su tamaño y forma estas puntas debieron utilizarse en las lanzas o como dardos para la caza de tarucas y camélidos, principalmente guanacos. En la confección de utensilios domésticos los raspadores tuvieron un papel fundamental en la trata de pieles.
Fueron de uso común los chancadores o machacadores que sirvieron para romper huesos y extraer la médula ósea, ya sea para consumo o para la elaboración de algún rito ofrendatorio. Solo en pocas cuevas secas se han conservado algunas herramientas de madera.
En la tradición paijense las herramientas, principalmente los cuchillos y puntas líticas, variaron en forma y tamaño. Fueron más finas que las de la sierra y eran de forma triangular con bordes rectos aunque algunas veces también se las han encontrado cóncavos. La ausencia de raspadores indica que la caza de animales como camélidos o cérvidos fue poco practicada. Las puntas líticas más grandes fueron utilizadas principalmente para la pesca.
En lo que se refiere a la vivienda, existe igualmente diferentes formas de adaptarse a la geografía y al clima de la costa y la sierra. La sierra posee abrigos rocosos y cuevas que fueron el principal refugio para los pobladores serranos. A través de dibujos y pinturas en estas cuevas los hombres dejaron huellas de su vida y organización social. En los suelos, los fogones y hornos nos dan cuenta de su vida domestica.
En la costa predominó la presencia de talleres y campamentos al aire libre. La extensión de los estos lugares dependió principalmente de la cantidad de habitantes que poseía pero cabe recordar que la población de estos sitios era flotante. Al parecer se construyeron parapetos circulares que servían como protección frente a los fuertes vientos, comunes en toda la costa peruana.
Pinturas rupestres
En las paredes de las cuevas los hombres del arcaico dejaron las huellas e impresiones de su quehacer diario. Ya sea porque fue parte de un rito ancestral o porque simplemente quisieron expresar un hecho importante en sus vidas, las pinturas rupestres son, que duda cabe, uno de los principales registros que el hombre andino ha dejado y que después de miles de años se conservan intactas. Todas las pinturas se encuentran en sitios de difícil acceso y en las partes medias y altas de la cordillera.
La constante en las distintas pinturas rupestres es la escena de caza. Hombres armados con lanzas se abalanzan sobre camélidos y cérvidos y estos huyen despavoridos, pero muchos de ellos ya han sido heridos. En las cuevas de Toquepala, Huargo y Lauricocha se aprecia a los animales y cazadores o a los animales con heridas sangrantes. Las pinturas permiten establecer la dieta del hombre andino y conocer las herramientas con las que cazaban y obtenían su sustento diario. Se cree que estas pinturas responden a ritos ofrendatorios relacionados con la caza con el fin de que los animales no se vayan o no se terminen en la zona y por esta razón los hombres deban emigrar a otros lugares en búsqueda de alimento.
Entre los principales pinturas rupestres se encuentran las ubicadas en las cuevas de Lauricocha, Chuiqichaca (Junín), Huargo (Huánuco) y Toquepala (Tacna).
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