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Lambayeque
Los Lambayeque se desarrollaron entre el 700 d.C. y 1350 d.C. en la costa norte, teniendo como centro primero la zona de Batán Grande (900 - 1000 d.C.) y luego 10 kilómetros hacia el suroeste, hasta Túcume (1100 - 1350 d.C.) y sus límites por el norte hasta Piura y por el sur al valle de Chicama. Sus orígenes se remontan al fin de la cultura Moche, pasando por las influencias de los Huari y de los Cajamarca, de tal manera que se originó un nuevo estilo cerámico e iconográfico.
El carácter político de los Lambayeque fue el de un Estado teocrático con una estructura social altamente estratificada compuesta por una elite basada en lazos familiares con un origen divino, un cuerpo de administradores, un grupo de artesanos y agricultores. Si bien existía cierta independencia entre estos grupos, la cohesión la daba una serie de alianzas rituales y de parentesco, que era la base de la estructura de poder. Una de las pruebas del poder y complejidad de la sociedad Lambayeque son las magníficas tumbas reales, donde se han encontrado abundante spondylus y oro. Otro elemento son los complejos arquitectónicos tronco-piramidales con rampas de acceso y murales pintados con motivos de aves y escenas marinas en relieve.
El complejo de Batan Grande estaba compuesto por 17 pirámides truncas que alcanzaban alturas superiores a los 30 metros. Relacionadas a estas construcciones encontramos una serie de tumbas reales y patios que las comunicaban. Batan Grande fue el centro religioso, administrativo y económico de los Lambayeque, donde se enterraban a los miembros de la elite y se tomaban las decisiones más importantes, desde el desarrollo y distribución agrícola como la producción metalúrgica.
En el especto mítico religioso, la cultura Lambayeque introduce dos nuevos elementos a la historia de la cultura peruana. El primero es un mito de origen en el cual el personaje principal, Naylamp, proviene de tierras lejanas a través del mar para fundar una dinastía que luego sería la elite de los Lambayeque. Este mito seguía vigente a la llegada de los españoles, y fue recogido por el cronista Miguel Cabello de Balboa con impresionante detalle. El segundo elemento es un personaje alado que se ve repetido en los trabajos de orfebrería y que es el protagonista de unas hachas rituales conocidas como tumi. Se trata de la divinidad central de la cultura Lambayeque, y se cree que se trataría de la misma imagen de Naylamp. Su representación tiene ciertos detalles curiosos, como los ojos con extremo en punta que se eleva, la nariz prominente y las orejas puntiagudas con grandes aretes.
La economía de los Lambayeque estaba basada en la agricultura intensiva de maíz y algodón por irrigación. Durante su desarrollo en Batan Grande es que se desarrolló un avanzado sistema de canales que articuló los valles de Reque, Chancay, Lambayeque y La Leche. Los principales canales eran tres, el Raca Rumi que unía los ríos Chancay con La Leche; el Taymi Antiguo, que irrigaba la zona norte y sur del valle de La Leche; y el Canal de Collique, que irrigaba el valle de Zaña.
En el campo del arte, los Lambayeque desarrollaron finamente la metalurgia. Son ellos, por su trabajo y motivos, los mejores exponentes de todas las culturas prehispánicas en este campo. Esta tradición es conocida en la costa norte desde los Moche, pero recién es en el Intermedio Tardío que logra su máxima expresión, usando el oro, la playa, y una aleación de ambos, además del cobre arsenical. Se han encontrado tal cantidad de vestigios relacionados a la extracción y trabajo de material que los arqueólogos han logrado reconstruir casi todo el proceso, hasta el punto de identificar las impresionantes y complicadas técnicas de aleaciones utilizadas por los Lambayeque para conseguir un dorado con poca presencia aurífera.
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