Además de creer que los padres deben dar una educación basada en el respeto, es decir, que no deben escatimar ningún esfuerzo en el cuidado de sus hijos, la autora también sostiene que todo método disciplinario debe preservar tanto la dignidad del progenitor como la del hijo. Los padres deben respetar el poder de decisión de sus hijos e influir sobre ellos, en lugar de tratar de controlarlos y enseñarles a obedecer o indicarles cómo deben pensar. A partir de estos principios, la autora analiza la diferencia entre estímulo y recompensa, disciplina y castigo.
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