La noción de imperio española comprendía el mando absoluto de un solo individuo en una serie de territorios diversos. Luego de la consolidación y reconquista de la península y la unificación de los reinos de Castilla y Aragón, la expansión española pareció no tener límites. Carlos V detentó poder sobre el Franco Condado, Milán y los Países Bajos en Europa, mientras que se paulatinamente se conquistaba Centro y Sudamérica. El costosísimo proyecto de los Habsburgos de mantener un territorio tan vasto y enfrentarse militarmente a otras potencias europeas llevó a la Corona a delegar una serie de funciones a través de una burocracia proveniente directamente de España, a la vez que aprovechó la producción de minerales preciosos de Perú y México para sustentar nuevas conquistas y proteger territorios, no siempre con éxito.
Con el ascenso de los Borbones a la corona española luego de las guerras de sucesión, Carlos III y sus asesores intentan reconquistar patrimonial y administrativamente las colonias ultramarinas. La primera medida se dio en España, el reforzar la figura real al transformar reino español en una monarquía absoluta. En América las consecuencias directas fueron las conocidas Reformas Borbónicas, que afectaron a los principales grupos de poder de la colonia, a la burocracia y al clero. Sin embargo, la propia crisis de la metrópoli impidió que estas reformas sean exitosas, mas sí fueron lo suficiente como para inducir a ciertos sectores a pensar en la separación de las colonias frente a España.
El detonante del proyecto colonial español fue la propia crisis que vivió la metrópoli entre 1796 y 1814. La alianza española con la Francia de Napoleón iniciada en 1796 provocó la enemistad contra Inglaterra, que tuvo su clímax en la batalla de Trafalgar en 1805 donde la Armada española fue destruida y no pudo sustentar más un poder ultramarino en las colonias. La consecuencia directa más importante es la imposibilidad de proteger el sistema comercial marítimo y la declaratoria de libre comercio con otros países aliados. Significó el fin también de las reformas borbónicas, pero lo peor para España estaba aun por venir.