La conciencia creadora de Blanca Varela
Semblanza
Blanca Varela es una de las voces mayores de la lírica latinoamericana. Su poesía trabajada con mucho rigor desde los primeros textos, tiene la altura y la intensidad de las mejores composiciones de sus pares femeninos: Gabriela Mistral o Juana de Ibarbourou, y alcanza pareja calidad a la de cualquier poeta-varón de renombre. Las influencias literarias que suelen mencionarse cuando se habla de su obra (el surrealismo de Breton y sus versiones peruanas, el surrealismo bajo control de Emilio Adolfo Westphalen o los exacerbados versos de César Moro, o, en el terreno de las ideas, el existencialismo de Jean Paul Sartre y de Simone de Beauvoir) son integradas dentro de un universo poético personal e intransferible.
En su caso, la poesía está estrechamente ligada a la verdad. ¿Y cuál es esa verdad? La íntima vida, la frustración y el desencanto de la poeta. Alejada voluntariamente de todo lo que pueda ser reconocimiento literario, gloria u honor público Blanca Varela prefiere sólo comunicarse a través de los textos. A veces pareciera que escribe poesía a su pesar. Su estilo es de un castigado rigor. La poeta no publicita sus desgarramientos. Tal vez por eso lo expresa con mayor eficacia. En el terreno formal, en su poesía se asocian varias tradiciones: la que viene de las grandes corrientes vigentes en el siglo XIX (romanticismo, parnasianismo y simbolismo, junto con la vanguardia surrealista) y otra muy concreta que en nuestro país es la que se origina en Vallejo (la poesía exacta, precisa, que prefiere las palabras de todos los días, que no busca el lucimiento, sino la expresión natural).
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