La unitaria poesía de Javier Sologuren
Semblanza
Cuando en 1947 Javier Sologuren publicó su segundo libro, Detenimientos -que continuaba el clima de El morador (1944)- Tomás Acosta Mejía, en el número 4 de Las Moradas (Lima, 1948), escribió unas palabras que nos parecen válidas décadas más tarde para el conjunto de la poesía sologureniana: "Detenimientos -título que cifra la más reciente poesía de Sologuren-es un término que evoca aquellas pausas del tiempo en que lo eterno se va mostrando al ojo de la poesía con el fragilísimo disfraz de la belleza. A lo largo de la existencia a cada quien le ocurre topar con hechos y cosas que van cayendo como granos de arena al acervo indiferente de lo que se olvida. Sólo el poeta sabe detenerse, significar su deslumbramiento, hacer memoria de las trascendencias escondidas y, en actitud heroica, convocar renovadamente ante nosotros la belleza de las humildes bellezas pasajeras. Javier Sologuren es de estos finos espíritus, sutiles y zahoríes en el examen moroso y placentero del paisaje íntimo y del vario panorama externo. Dotado de la cualidad lírica necesaria para parcelar y definir cada zona de belleza sin llegar a extremos de racionales atomizaciones, sabe ganar su diaria batalla con el ángel de Jacob".
Armando Rojas, en los estudios que consagró a Sologuren en 1973, juzgó que podía hacerse un corte en la poesía de este autor en 1950. Hasta ese momento, según Rojas, la poesía sologureniana conllevaba dos notas paralelas: la angustia del hombre en el mundo y la permanente búsqueda de un espacio vital de liberación. Lo que caracteriza a su segunda etapa es un lento despojamiento de la riqueza inicial hasta llegar a una poesía que conjuga la desnudez física de su estructura con la esencialidad, situación alcanzada en Surcando el aire oscuro (1970). Admitiendo la validez de estos juicios debemos agregar que, sin embargo, existe, como en pocos poetas, una continuidad en el trabajo poético de Sologuren. Esa depuración que consiguió en los años setenta, la estuvo buscando siempre, y la supo mantener a lo largo de todos estos años. La elección misma del título, Vida continua, para la recopilación de sus poemas muestra que el propio poeta desea entregarnos una idea de trabajo sin pausa, como en otra época lo hizo Jorge Guillén al escoger Cántico como título lírico. Acierta Rojas, de otro lado al decirnos que la poesía de Sologuren, en una y otra época expresa la libertad del hombre, posibilidad perceptible en la transposición de la realidad circundante. Para Sologuren es necesario trascender la realidad, para llegar al mundo que es el propio de la poesía. Hay pues, una desrealización de la realidad, una recreación en el plano de pureza. Pero esta poesía emerge de la experiencia y nace del ser mismo del hombre y si bien se orienta a la irrealidad, desde allí destaca más la realidad.
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