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    Semblanza
    Poesía
La delicada poesía de Juan Gonzalo Rose

Narrativa

Las cartas secuestradas

Tengo en el alma una baranda en sombras.
A ella diariamente me asomo, matutino, 
a preguntar si no ha llegado carta; 
y cuántas veces 
la tristeza celebra con mi rostro 
sus óperas de nada.

Una carta.

Que me escriba una carta quien me hizo 
los ojos negros y la letra gótica, 
que me escriba una carta aquella amiga 
analfabeta de pasión cristiana; 
duraznos de mi tierra: que me escriban, 
vientos los de mi rambla: que me escriban, 
y redacte una carta pequeñita 
mi hermana abecedaria y pensativa.

Muertos los de mi infancia 
que se fueron 
dormidos entre el humo de las flores, 
novias que se marcharon 
bajo un farol diciendo eternidades, 
amigos hasta el vino torturado:
¿no hay una carta para Juan Gonzalo?

Si no fuera poeta, expresidiario, 
extranjero hasta el colmo de la gracia, 
descubridor de calles en la noche, 
coleccionista de apellidos pálidos: 
quisiera ser cartero de los tristes 
para que ellos bendigan mis zapatos.

El día que me muera ¿en una piedra? 
el día que navegue ¿en una cama? 
desgarren mi camisa y en el pecho 
¡manos sobrevivientes que me amaron! 
entierren una carta.

(De Cantos desde lejos)

Geografía implacable

Mi corazón limita con el mar, 
por las noches; 
con tu amor, 
por mi cuerpo. 
Entre islas fragantes y tus manos pequeñas 
mi distancia se extiende. 
A veces en los vientos marineros me pierdo, 
a veces en los actos de tu vida 
me encuentro. 
A veces yo confundo tus brazos en la sombra 
con un blanco archipiélago, 
a veces en tus ojos diviso el mar abierto. 
Si me ausento no vayan 
a las altas montañas: 
buscadme entre las algas de la mar más cercana, 
o en los bosques de sombra que derrama su pelo. 
Si me muero, buscadme 
en las altas montañas. 
Cual un ave sombría 
me hallaréis en la nieve 
largamente dormido, 
sin saber si me han muerto de la mar las nostalgias, 
o la gran marejada que desata su olvido.

Exacta dimensión

Me gustas porque tienes el color de los patios 
de las casas tranquilas… 

y más precisamente: 
me gustas porque tienes el color de los patios 
de las casas tranquilas 
cuando llega el verano… 

Y más precisamente: 
me gustas porque tienes el color de los patios 
de las casas tranquilas en las tardes de enero 
cuando llega el verano… 

y más precisamente: 
me gustas porque te amo.

(De Simple canción)

Nata natal

Yo te perdono, Lima, el haberme parido 
en un quieto verano 
de abanicos y moscas.

Por varias veces fuime 
lejos de tu pechuga y conocí avenidas 
con el pelo rapado, 
divanes consumidos por las pulgas 
prendadas de mi cuero; pero también hamacas 
colgadas de la luna.

Y en todas partes, Lima, te extrañaba. 
Más que pasión 
la mía, es tu mala costumbre de quererme 
casi sin consultarme, de servirme en la cama 
garrafas de agua viva 
traídas por doncellas 
y pajes malandrines.

Yo te perdono, antigua, tu chochera conmigo, 
mi chochera contigo, nuestros ambos cariños 
al pie de la mampara.

Tristes reliquias somos 
de un hermoso país 
que jamás conocimos.

(De Informe al rey y otros libros secretos)

Los malos poemas

No los destruyas.
No los eches 
al pozo de los cielos.

Tal vez ellos retornen 
después que la belleza 
se haya ido.

Cuando la soledad 
camine libremente 
de la cama hasta el patio 
y mi casa parezca 
-al ojo del infante- 
algún enorme erizo.

Entonces, 
quizás entre sus líneas 
descubras un instante 
inadvertido; 
la palabra extraviada 
en domingos zoológicos; 
algo más verdadero que lo hermoso.

Nadie sabe.
Consérvalos.

Cambia tu piel. También 
la piel del mundo. 
Pero el poema queda 
guardando su misterio.

Tal vez no hay en tu cuerpo 
-todavía- 
esa única lámpara 
con la que puedes verlo.

(De Cuarentena)

TOCATA Y FUGA

Te busco, Muerte. Te busco
y no te encuentro.

Entre la nada te busco
y te busco
entre la gente.

Y no te encuentro.

Pero cuando tú 
me busques...
todo será diferente.

SI UN ROSAL SE MUERE

Si un rosal se muere
herido de aromas,
y se hunde en el polvo
su rosa mejor
el jardín recoge
aquel mismo aroma
y sobre el olvido
dibuja otra flor.

Si un amor nos quita
la luz de la vida,
y en la despedida
nos ciega el dolor
la vida recoge
la luz de esa herida
y en la despedida
renace otro amor.

Así tu corazón dejó
nubes de invierno
en el cielo
doliente del adiós
más traerá el estío
su costumbre de rosas
y la más hermosa
me dará su amor.