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Nueva administración del territorio
Fundación española de ciudades
La necesidad de dar un nuevo orden al territorio conquistado y de establecer el poder formal de la Corona española llevó a los conquistadores a fundar una gran cantidad de ciudades. Dentro del gran grupo de ciudades fundadas se pueden distinguir dos tipos: las nuevas ciudades fundadas para españoles y las reducciones.
Las ciudades de españoles, en las cuales habitaron tanto peninsulares, criollos, mestizos, indígenas e indios, fueron estrictamente construidas teniendo en cuenta el trazado de damero o cuadricular. Este trazado tiene origen en la antigua Grecia y su objetivo inmediato fue el de proveer orden y diferenciación espacial, mientras que en un segundo nivel -más abstracto- opera como una representación social y cultural de la civilización entendida como jerarquización del orden. La ciudad de Lima, fundada el 18 de enero de 1535, responde a ese modelo.
En cambio, las reducciones de indios, que también contaron con el modelo de damero y que se encuentran origen en la España de la reconquista, fueron el origen de transformaciones sociales y culturales significativas. A partir de 1550 se establecieron las normas coloniales para trasladar a poblaciones dispersas enteras, como era la costumbre tradicional andina, a nuevos poblados llamados reducciones. En estos poblados se concentró indiscriminadamente la población de una o varias etnias con la finalidad de dar orden y mejorar la administración de la población del nuevo reino, a la vez que facilitaba los censos, las tasas tributarias, la recolección del mismo tributo, la organización de la mita minera y la evangelización.
Las consecuencias fueron diversas. Los asentamientos andinos prehispánicos estuvieron ubicados cerca de pacarinas (lugares de origen) y huacas, así como otros lugares sagrados, por lo cual el traslado a un lugar ubicado con un fin administrativo colonial provocó el desarraigo de la población con su pasado mítico, más aun si consideramos que durante el gobierno del virrey Toledo se quemaron muchos de estos espacios sagrados. Otra consecuencia directa fue la pérdida de recursos como el agua y las tierras cultivables, pues la geografía andina difiere mucho de la de Castilla, de donde se trajo el modelo. Además el traslado de mano de obra a través de pisos ecológicos fue uno de los principales baluartes de la complementariedad de recursos, modo que se vio también afectado por las reducciones. La falta de agua y de tierras para cultivo provocó que en muchos casos las primeras tasas tributarias fueran desproporcionadas, pues ellas se basaban en el volumen de productos que las etnias daban al Inca.
Una consecuencia más fue la reunión en una reducción de más de una etnia o de poblaciones no oriundas trasladadas en tiempos del Tahuantinsuyo como mitimaes, lo cual trajo problemas culturales y conflictos entre poblaciones.
Finalmente el fenómeno de la reducción trajo consigo la aparición de un nuevo rol en la sociedad colonial, el del forastero, personaje que fugaba de las reducciones y que en la mayoría de los casos vendía su mano de obra asalariada en las minas y en las haciendas de producción de coca.
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