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Los cronistas de la Conquista
El ánimo conquistador de los españoles en territorio del Tahuantinsuyo parece sólo poder equipararse a su ánimo de relatar los hechos ocurridos. Si bien en volumen no son muchos los narradores que estuvieron presentes en la empresa de conquista comparados al total de cronistas que escribieron sobre el Perú, sus informaciones son por demás valiosas ya que pueden ser considerados observadores y testigos de primera mano, pero no por ello necesariamente más fidedignos, pues es conocida la manipulación por una parte y la reinterpretación desde el punto de vista hispano occidental que hicieron. Es conocido que muchas de las crónicas escritas, como la de Francisco de Xeréz y Diego de Trujillo, fueron requerimientos a las autoridades peninsulares, en los cuales se buscaba tanto relatar los hechos vividos como resaltar y exagerar las hazañas realizadas a favor del poder y riqueza del Rey.
También hay que tomar en cuenta que la cercanía con los hechos también puede ser motivo para desvirtuar la visión y entendimiento del mundo, al no contar con buenos traductores que les transmitieran complicados conceptos de la cosmovisión andina.
Hernando Pizarro, escribió en 1533 -antes de la muerte de Atahualpa- un memorial con abundantes detalles de su participación en la hueste conquistadora, detalles que fueron complementados por la obra de Francisco de Xerez, Pedro Sancho y Juan Ruiz de Arce, entre otros. A medida que pasaban los años los testigos directos de las guerras de conquista desaparecían y los que lograron, como Pedro Pizarro editar su crónica Relación del Descubrimiento y Conquista de los Reynos del Perú en 1571, una fecha bastante avanzada, tuvieron la ventaja de poder sentenciar y decir la última palabra sobre las crónicas escritas con anterioridad o los relatos orales que circulaban en la época.
Uno de los principales temas de los cronistas de conquista es el concepto de civilización occidental que ellos intentaron adjudicarle a la existente en los Andes. Ya sea por la cantidad de metales preciosos o por el tamaño de los depósitos y andenes, o más bien por lo que lograron percibir confusamente de la sociedad y cultura de los andinos, los cronistas no escatimaron en halagos o diatribas sobre la naturaleza indígena. Así, los primeros cronistas consideraron ilegítimo, tirano y usurpador a Atahualpa, dentro de la necesidad por justificar la conquista. Por otra parte, llegaron a asegurar que en los andes existió mercado, comercio, tributo y en algunos casos moneda, cuando en realidad ahora se sabe que la organización económica andina basó sus principios en la reciprocidad y en la redistribución.
Todos estos detalles no quitan validez ni importancia a los cronistas iniciales, sólo nos recuerdan que es importante comprobar sus informaciones y confrontar sus relatos con otros de la época y con la cosmovisión europea. Vale la pena recordar también que después de las guerras civiles surge un nuevo interés sobre los incas gracias a que se cuenta con mejores intérpretes, aprovechados por cronistas como Juan Diez de Betanzos y Pedro Cieza de León.
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