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La iglesia católica tuvo presencia en el nuevo mundo desde los primeros días de conquista. Los soldados se encargaron de extender la fe cristiana pues ellos mismos se consideraron agentes de evangelización frente a los indígenas. Y es que la conquista fue entendida por muchos españoles como un intento de la corona, no solo por extender sus dominios, sino también como justificación en la propagación de la fe. No faltaron los milagros en los que se avistaron al Apóstol Santiago "Matamoros" o a la virgen María en situaciones de real peligro. Hechos fortuitos que lograron una verdadera convicción entre los soldados de la ayuda divina en la conquista. Así, durante los primeros años de presencia española en el Perú, fueron los soldados los que se encargaron de mantener la fe.
Al virreinato del Perú llegaron las órdenes religiosas casi al mismo tiempo que los conquistadores. Fray Vicente Valverde, aquel dominico que le hiciera a Atahualpa el requerimiento, fue años mas tarde obispo de Cuzco y bautizado con el título de Defensor de los Indios. Al Perú llegaron cinco órdenes religiosas que se encargaron de la evangelización de los indígenas. Por su parte, el clero regular se encargó de crear los mecanismos para una adecuada evangelización y adoctrinamiento.

No pasaron muchos años para que la Iglesia se convirtiera en una de las instituciones más poderosas del virreinato peruano. Los criollos y mestizos también ingresaron al clero regular y secular, no sin antes pasar por largas disputas para legitimar su derecho.

La iglesia perfiló el carácter comunitario de la vida en la ciudad y fue el centro de las expediciones evangelizadoras en las zonas rurales.


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