La prosperidad falaz
La economía del Perú entre 1821y 1845 no logró recuperarse tras las batallas de la independencia y las luchas caudillescas que se dieron a lo largo de todos estos años.
El Perú no logró ningún crédito externo pues no era país elegible al no tener reservas y, lo más importante, estabilidad política que garantice la continuidad del pago. Internamente, no existían bancos, ni entidades financieras, los mejores prestamistas fueron los comerciantes, pero su fama de usureros restringía los posibles deudores a tan solo hombres de negocios o extranjeros solventes.
En medio de este panorama de incertidumbre económica apareció el guano de las islas del litoral como recurso de exportación hacia las potencias europeas y norteamericanas que ya atravesaban por un franco proceso de industrialización. En estos países la población aumentó de manera exponencial debido a las mejoras técnicas (máquinas más eficientes en la siembra y cosecha, cambios en la utilización del suelo agrícola). Sin embargo, la producción de alimentos ya no daba abasto. A ello se suma el paulatino abandono del campo y el aumento de la población en las ciudades, lo que restaba mano de obra en los grandes campos agrícolas. La hambruna generalizada en Europa y la poca calidad de sus alimentos hizo que los científicos busquen algún método para que sus campos agrícolas rindan más.
Fue así que el francés Alejandro Cochet y el británico Thomas Way descubrieron las altas concentraciones de amoniaco, ácido úrico y subcarbonato de sodio en las deyecciones de las aves costeñas peruanas.
En el Perú se conocían las propiedades del guano (nombre común de este estiércol), desde épocas prehispánicas. Tanto Bernabé Cobo como Agustín de Zárate y Pedro Cieza de León, mencionan cómo los indígenas costeños lo utilizaban en sus sembríos para mejorar la producción. En los años coloniales el guano fue utilizado en las haciendas, principalmente en los grandes campos agrícolas de la costa central. Sin embargo, no fue hasta el descubrimiento científico de sus propiedades que se pensó en el guano como un producto susceptible a ser exportado y comercializado. Inclusive, Thomas Way recomendó su uso en Inglaterra y fijó su precio: 30 libras por tonelada.
El guano de las islas (Lobos de Afuera, San Gallán y principalmente las Islas Chincha) se había acumulado por muchos miles de años, eran verdaderas montañas de estiércol que de la noche a la mañana se convirtieron en patrimonio del erario peruano.