La confederación Peruano-boliviana
Los inicios de la Confederación
En 1835, una serie de hechos políticos propiciaron la unión entre ambos países andinos.
Andrés de Santa Cruz, presidente boliviano se puso en contacto con Agustín Gamarra, ex presidente del Perú y uno de los caudillos más importantes de los primeros años republicanos, con el fin de exponerle la idea de unir los dos países en un gran estado confederado. Santa Cruz no quiso dividir al país altiplánico, por el contrario, el Perú sí seria partido en dos estados: Norperuano y Surperuano, que con el tiempo este último podría anexarse a Bolivia. Sin pedir nada a cambio, Gamarra se subordinó a Santa Cruz y rápidamente ocupó el Cuzco.
El presidente de facto era José Luis Orbegoso, sin embargo muchos caudillos desconocieron su autoridad. Uno de ellos, Felipe Santiago Salaverry se sublevó en el Callao y destituyó a Orbegoso. Sitiado el principal puerto del Perú, Orbegoso busca ayuda en Santa Cruz. El boliviano, al percatarse del clima de inestabilidad que existía en territorio peruano, le promete ayuda a Orbegoso, pero con la condición de que le otorgue facultades extraordinarias para poder ingresar con sus tropas y posteriormente hacerse cargo del poder.
Al enterarse Gamarra de este pacto, rompe relaciones con Santa Cruz y se une con Salaverry. Rápidamente las tropas bolivianas cruzaron el Desaguadero y se dirigieron hacia las principales ciudades del sur del Perú. El 13 de agosto de 1835, Santa Cruz derrotó a las fuerzas comandadas por Gamarra, en Yanacocha. Al verse perdido, Gamarra buscó ayuda en Lima; sin embargo, fueron los allegados del propio Salaverry quienes lo deportaron ya que percibían en el caudillo cuzqueño demasiada ambición.
Al encontrarse solo, Salaverry le hizo frente a Santa Cruz, pero el boliviano lo venció fácilmente en Socabaya y lo mando a fusilar en la plaza de armas de Arequipa (18 de febrero de 1836).
Para Santa Cruz, el clima político por fin le era favorable para llevar a cabo la gran ansiada unificación. Con Gamarra desterrado, Salaverry muerto y Orbegoso a su lado, convocó a los representantes de los tres estados en tres asambleas (Huaura, Sicuani y Tapacari) y finalmente en Tacna reunió al congreso (conformado por los representantes de los tres estados, un militar y un representante de la iglesia) que decidió la creación de la Confederación Peruano-Boliviana y la designación de Andrés de Santa Cruz como supremo protector por diez años renovables.
La iniciativa de Santa Cruz si bien era favorable para el desarrollo de Perú y Bolivia, no tuvo aceptación en el norte peruano pues desde un inicio la política de la Confederación apuntaba a la consolidación y hegemonía del sur. Económicamente el norte tenía vínculos con Chile a través de la exportación de azúcar y algodón; por el contrario, con el sur no existía un circuito comercial importante.
Al ver sus intereses comprometidos la elite limeña y norteña se opuso frontalmente, revistiendo sus intereses económicos con un discurso nacionalista que mostraba a la Confederación como un intento de Bolivia para invadir el Perú.
En el país altiplánico la situación no era diferente. Las ciudades de La Paz y Chuquisaca (hoy Sucre), se encontraban divididas y la mayoría de ciudades importantes (Tarija y Potosí) no se encontraban de acuerdo con la Confederación.
El sur peruano no era tampoco un bloque compacto. Sólo Arequipa se encontraba totalmente de acuerdo con la unificación pues el antiguo circuito comercial iba a ser reactivado, contando además con la posibilidad de introducir a través de esta vía los producto importados de Europa, principalmente de Gran Bretaña. En el Cuzco, la elite se encontraba dividida ya que, a pesar de los lazos comerciales que unían ambas regiones, la política liberal que Santa Cruz pretendía imponer hacía temblar a los pequeños productores textiles pues creían que no tendrían oportunidad ante la llegada de productos extranjeros.
Como era de esperarse, Chile se opuso tajantemente a la Confederación pues representaba un peligro político, y especialmente comercial. Un país tan grande como lo sería la Confederación tendría en un corto plazo el dominio hegemónico en esta parte del continente.
El ministro y ex gobernador de Valparaíso, Diego Portales fue el principal artífice del ataque político y militar a la Confederación. Rápidamente se comunicó con el jefe de las fuerzas navales y militares chilenas, Manuel Blanco Encalada, y le propuso acabar con Santa Cruz y su proyecto político. Como parte de sus acciones para destruir la unión de Perú y Bolivia, Portales se contactó con los enemigos de la confederación afincados en Lima y La Paz y también con la legión de peruanos que habían sido deportados nada menos que al país sureño. Así, Agustín Gamarra, Ramón Castilla, Manuel Ignacio de Vivanco, Felipe Pardo y Aliaga y Antonio Gutiérrez de la Fuente, entre otros personajes del mundo político limeño, no dudaron en ponerse de lado del gobierno chileno para acabar con la Confederación. Inclusive, algunos militares peruanos se pusieron al frente de batallones chilenos y en dos expediciones llamadas "restauradoras" invadieron el Perú, llegando inclusive a ocupar Lima.
Cabe resaltar que la presencia de tropas chilenas en territorio peruano, polarizó más a los pobladores, quienes no querían la intromisión militar de aquel país, pero tampoco eran partidarios de la permanente ocupación boliviana. Es por ello que numerosos caudillos se hicieron a las armas y pelearon principalmente por la emancipación del Perú de cualquier fuerza extranjera.