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    Poesía
Dolor y esperanza de Javier Heraud

Semblanza

Javier Heraud (1942-1963) es un poeta emblemático de los años sesenta. Su libro El río (1960) apareció como las verdaderas novedades literarias, sin hacer ostentación de su condición; el poeta tomaba ese símbolo de la tradición filosófica y literaria que pertenece a lo que llama la lógica paradójica, según la cual las palabras estrictamente verdaderas, parecen justamente paradójicas. El río de Heraud es cristalino en la mañana y luego baja con furia y rencor. El poeta continúa la tradición de Jorge Manrique, poeta español del siglo XV, que compara nuestras vidas con los ríos, seguida por Antonio Machado, quien dijo que la vida es como un ancho río y por T. Eliot, que compara al río con un Dios pardo, adusto, indómito, intratable.

La novedad perceptible del libro es el contenido dramático que Heraud confiere al viejo símbolo. La voz que escribe se trasmuta en río y, aparentemente con el mismo capricho con que las aguas bajan de las alturas, va alineando los versos cuidadosamente libres, anunciando las cualidades contradictorias de las que el río viene poseído.

		Yo soy un río,
		voy bajando por
		las piedras anchas,
		voy bajando por
		las rocas duras,
		por el sendero
		dibujado por el
		viento.

Al final el río habla de la necesidad de mezclar sus aguas limpias con las turbias del mar, de silenciar su canto, de tener que abandonar mucho de lo querido, campos fértiles, nuevas aguas luminosas, nuevas aguas apagadas. Heraud trae en ese pequeño texto una frescura personalísima, un modo de hacer poesía transformador de los símbolos tradicionales. En ese mismo año de 1960 Heraud ganó un importante premio para escritores jóvenes. Con su libro El viaje compartió con César Calvo los lauros del concurso "Poeta joven del Perú" convocado en Trujillo por la revista Cuadernos trimestrales de poesía. El libro apareció en 1961 y fue el último que alcanzó a ver a Javier Heraud. En esta ocasión el poeta asume su "yo personal"; sigue atraído por los elementos naturales, el mar, las vertientes, pero el transfondo es el de un hombre madurando a trancos, fatigado prematuramente, que va a encontrarse con los suyos para cumplir involuntariamente con el rito de la despedida. Unos de los poemas más hermosos por su hermosa factura y su honda nostalgia es Mi casa muerta. El éxito de sus dos primeros libros fue para Heraud un viaje rápido, un partir sin despedirse "porque en su corazón no cabían más flores" como lo dijo en uno de sus textos. Heraud no tuvo mucho tiempo para corregir sus poemas posteriores. Sabemos sí por su Arte poética, que concebía a la poesía como trabajo de alfarero, arcilla que se cuece entre las manos, arcilla que modelan fuegos rápidos.