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La áspera y tierna poesía de Enrique Verástegui

Semblanza

Enrique Verástegui (Cañete 1950), apareció en el ámbito de la poesía formando parte del grupo literario Hora Zero, que dirigió Jorge Pimentel. Su primer libro, verdaderamente notable, En los extramuros del mundo (1950), llamó la atención por su sostenido aliento lírico dado dentro de una técnica que podríamos llamar cinematográfica, donde la poesía, si bien narrativa, no sigue un hilo argumental preciso: con aparente capricho salta de Catherine Deneuve a Giotto, de Jorge Manrique a un decreto ley. Colón es llamado "mochilero de la Rábida" y la musa del poeta, todavía en la escenografía que presta el balneario literario de Barranco, "gusta de la poesía, pero no tanto como del pastel de fresa". Su poesía, como la de ningún otro poeta de su grupo literario, es capaz de unificar contrarios, de construir imágenes, que, como quería Vicente Huidobro, podemos ver y palpar en el mismo instante. El libro, más que influencia inglesa, como se dijo en su momento, revela la lectura pertinaz de los poetas beatniks y de Ernesto Cardenal.

De ser un poeta iconoclasta, Verástegui fue evolucionando hasta convertirse en un poeta de la cultura. Sus libros posteriores, en especial Angelus Novus, exigen un lector participante de vasta erudición. Dueño en vida de una leyenda, semejante a la de Martín Adán o a la de Luis Hernández, la del poeta capaz de vivir precaria pero victoriosamente en los intersticios del sistema, Verástegui es vivo ejemplo de lo que puede hacer un poeta de talento en sus años más rigorosos. Retirado en su ciudad natal, de cuando en cuando sorprende con un texto nuevo que desconcierta por algunas semanas, pero que no logra penetrar en el círculo de la crítica y de la lectura masiva.