La narrativa total de Mario Vargas Llosa
Semblanza
Nacido en Arequipa en 1936, Mario Vargas Llosa es el autor peruano más prolífico del siglo XX. Autor de libros de ensayo, de obras de teatro, de artículos periodísticos, es sobre todo un autor de prosa de ficción y es novelista por antonomasia. Traducido a más de cuarenta idiomas, su fama ha superado, inclusive a la de Ciro Alegría y de José María Arguedas. Cada año su nombre es mencionado como posible ganador del Premio Nobel de Literatura. La multitud de premios que obtiene, las distinciones que le otorgan gobiernos e instituciones culturales lo han convertido en el escritor paradigmático del Perú y uno de los más representativos de la lengua castellana.
El primer libro de Mario Varas Llosa, Los jefes, un conjunto de cuentos que narra experiencias juveniles en Piura y Lima, le mereció ya una distinción internacional. Si bien el libro evidencia las inexperiencias de quien se inicia en la literatura, también da muestras de una temprana maestría. En uno de sus cuentos, Día domingo, nos encontramos con una pandilla llamada "Los pajarracos", desafiante, de lenguaje lleno de modismos de la jerga limeña, con expresiones pintorescas que parecen insultantes, pero que son encomiásticas, dentro de la lógica machista. En ese cuento también se halla una angustia en medio de la violencia, temores religiosos, educación burguesa y soledad existencial.
Su primera novela, La ciudad y los perros (1962), catapultó a Mario Vargas Llosa al escenario literario internacional, pues con ella obtuvo el premio Seix Barral, la más importante distinción literaria en lengua castellana de ese momento. Como es sabido, "perro", aparte de sus significados conocidos, en el Perú es utilizado para nombrar a los cadetes más jóvenes de los colegios militares. La novela narraba las aventuras y desventuras de un grupo de cadetes del Colegio militar Leoncio Prado de Lima. La anécdota ha sido contada muchas veces: el cadete Porfirio Cava roba un examen de química, antes de que la prueba sea rendida, siguiendo las instrucciones de un grupo secreto que impone el terror y la violencia en el Colegio Leoncio Prado y cuyo jefe indiscutido es el temible Jaguar. Las autoridades descubren el delito y el más dolido es un muchacho al que llaman el Esclavo, cuyo verdadero nombre es Ricardo Arana, que no puede ver a su enamorada Teresa. El esclavo denuncia a Cava, quien es expulsado de la institución. La sospecha de que hay un soplón en el grupo desespera a los cadetes del Círculo secreto, pero sobre todo al Jaguar, que exige el cumplimiento de un código de honor. En una maniobra militar el Esclavo recibe un balazo en la cabeza y muere poco después. Aunque todos sospechan del Jaguar, las autoridades temen las consecuencias del escándalo y en la versión oficial se establece que se trata de un accidente. Alberto, llamado el Poeta, por su afición a las letras y porque hace las cartas de amor de varios de sus condiscípulos, rompe con los pactos que lo unen al círculo y acusa al Jaguar ante el capitán Gamboa, el hombre aparentemente más honrado de la institución. Pero el pacto del silencio se ha extendido por toda la institución. El caso se da por cerrado y la investigación no se reabre. Alberto se ve amenazado por las autoridades, que se muestran dispuestas a mostrar a sus padres las novelitas pornográficas que escribe para vender a sus compañeros. Alberto cede, entonces, como también cede Gamboa, que ha perdido un ascenso. En el epílogo, todos se adaptan. Gamboa parte a ocupar un puesto en una guarnición perdida en la sierra, Alberto reinicia su vida de miraflorino con nuevas amistades; el Jaguar, despojado de todo su antiguo poder, se restituye a la sociedad como empleado de banco y como esposo de Teresa.
En la novela, El Colegio no aparece como una entidad aislada. El mal es símbolo de las convulsiones que agitan al cuerpo social. El colegio es la caricatura del hogar. La novela es un texto donde predomina la acción y el espacio. Los actos son de un dinamismo extraordinario. Lo que ocurre en un espacio, la ciudad, tiene su resonancia en el otro espacio, el colegio, y viceversa. Desde el punto de vista técnico, la novela significó la incorporación definitiva a la literatura peruana de una serie de recursos de la novelística mundial, principalmente los que habían trabajado James Joyce y William Faulkner. Uno de ellos, muy visible en toda la escritura de Mario Vargas Llosa, es la multiplicidad de focos narrativos que permite la elusión de ciertos desarrollos de la acción. Así se producen diversas acciones sucesivas o simultáneas de personajes que se desconocen o ignoran contactos comunes, que terminan por converger en un momento. Un sutil vínculo los ha unido, sin que ellos hayan tomado conciencia de la situación. La ciudad y los perros es una novela de aprendizaje y su clásico dilema entre el individuo y la sociedad, la hacen homóloga de El joven Törless de Robert Musil, El retrato del artista adolescente de James Joyce y El retrato del artista cachorro de Dylan Thomas.
Con La casa verde (1966), Mario Vargas Llosa obtuvo otro premio de resonancia internacional, el "Rómulo Gallegos", distinción otorgada en Venezuela cada cinco años a la mejor novela publicada en ese periodo. Después ha publicado Los cachorros (1967), Conversación en la Catedral (1969), Pantaleón y las visitadoras (1973), La tía Julia y el escribidor (1977), La guerra del fin del mundo (1981), Historia de Mayta (1984), ¿Quién mató a Palomino Molero? (1986), Elogio de la madrastra (1988), El hablador (1987), Lituma en los andes (1993), El pez en el agua (1993) Cuadernos de don Rigoberto (1997), La fiesta del chivo (2000). Ha publicado también los siguientes ensayos; García Márquez, historia de un deicidio, (1971), Historia secreta de una novela (1971), La orgía perpetua (1975), La verdad de las mentiras (1990), Cartas a un novelista (1997).
De modo general puede decirse que Mario Vargas Llosa en sus primeras novela emplea recursos expresivos de bastante complejidad, particularmente en La casa verde y en Conversación en la catedral. Esta etapa de experimentación formal, la ardua elaboración y complejidad del mundo narrado se corresponde con una concepción del mundo en la que se rechaza la inmoralidad, la explotación y el robo o los convencionalismos de una sociedad conservadora. Pero, paralelamente, Vargas Llosa ha ido desarrollando, en la medida que ampliaba el círculo de sus lectores, una literatura más convencional, menos audaz, con propósitos de diversión y, por lo tanto con recursos expresivos más limitados y al alcance de lectores menos exigentes. Ejemplos claros de esta segunda tendencia son Pantaleón y las visitadoras, una novela que trata de la organización de visitas de un conjunto de prostitutas a los cuarteles del ejército en la selva o Cuadernos de don Rigoberto, donde hace algunas exploraciones sobre el erotismo.
La última novela de Mario Vargas Llosa, La fiesta del chivo, está desarrollada, también siguiendo cánones tradicionales. Es un relato ambientado en República Dominicana durante la tiranía de Rafael Leonidas Trujillo. La novela escoge la fase final de esa dictadura, que concluyó en 1961. Hay tres historias que se entretejen alternando los 24 capítulos de la novela. Ese procedimiento había sido usado por Vargas Llosa en El pez en el agua, libro autobiográfico donde un capítulo se refería a la juventud del autor y otro a la campaña presidencial de 1990. En La fiesta del chivo, el primero de los relatos corresponde al reencuentro de Urania Cabral con su país, con su familia, y con su padre, uno de los colaboradores del dictador; el segundo es el relato de la decadencia del dictador y el tercero el es recuento de las actividades de los conspiradores par matarlo. Estas historias no son lineales sino que incluyen varios recuerdos y relatos de los personajes que abarca gran cantidad de sucesos en un periodo de setenta años.
Los recursos técnicos que Vargas Llosa conoce bien, cajas chinas (relatos dentro del relato), vasos comunicantes, elementos escondidos, diferentes puntos de vista, no son escogidos como antaño de manera profusa, antes por el contrario, se usan de manera mesurada. Bien puede ser que el Vargas Llosa maduro se esté diferenciando casi definitivamente del Vargas Llosa audaz y temerario de los primeros escritos.
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