La idealización del espacio andino en Edgardo Rivera Martínez
Semblanza
Nacido en Jauja en 1933, Edgardo Rivera Martínez es uno de los más destacados narradores del Perú contemporáneo. Desde que apareció en 1974 El visitante, una novela corta, Rivera fue recibido con beneplácito por la crítica literaria. Sus otros libros de cuentos, cinco en total, no han hecho sino confirmar sus dotes de narrador y llamar la atención sobre las condiciones de El unicornio (1963), un libro que había pasado desapercibido. Pero con la novela País de Jauja de 1993, fue que Rivera Martínez alcanzó una audiencia nacional e internacional. Alguna vez Goethe habló de la perpetua adolescencia del artista. Rivera Martínez, en el pórtico del libro, explica sus propósitos: hacer que el adolescente dialogue con el adulto que será y el adulto con el niño o adolescente que fue, con la finalidad de reinventar una y otra vez la propia vida. La novela privilegia el espacio de la ciudad de Jauja donde acudía gente de todo el Perú, de los países vecinos y de Europa en busca de la curación de la tisis pulmonar. Se formaba así una pequeña comunidad de gente cultivada que alternaba con el resto de la población. El relato muestra a Jauja como imagen de un Perú posible e integrado; en sus páginas alternan diversos personajes de muy variada edad y procedencia. Realista en algún sentido, la novela es también lírica en muchos pasajes. Los sentimientos básicos del ser humano, amor, odio, envidia, gratitud, expresados a través de la alegría, la nostalgia, el dolor, aparecen a lo largo de estas páginas, que dejan satisfecho al más exigente lector.
En la tradición literaria occidental ha habido algunos novelistas que, en algún momento de su carrera, han reflexionado, en la propia ficción sobre la formación del artista. Los dos ejemplos más conocidos y estimados son los de James Joyce, que en 1914 escribió El retrato del artista adolescente, y el de Dylan Thomas, que en 1940 publicó El retrato del artista cachorro. Ambos textos fueron escritos en lo que se puede llamar la primera juventud de sus autores. La novela de Rivera, en cambio, aunque con el mismo tema, es un relato de madurez y muestra al escritor en plena posesión de sus recursos. Haríamos mal en tomar a País de Jauja como un testimonio histórico novelado de la Jauja de los años cuarenta. La Jauja de Rivera Martínez, más que a la pequeña urbe que conoció en su adolescencia, se parece a la ciudad irreal que inventa su irrefrenable nostalgia y termina siendo un hermoso castillo de palabras que cada lector va recreando mientras lee ese país de Jauja de los sueños. Así como los jaujinos sienten que algo de ellos mismos está representado en la novela, el resto de peruanos que hemos nacidos en distintos puntos del territorio nacional, sentimos que algo nuestro está en esas cinceladas páginas. Tal vez lo más valioso sea esa veta de cortesía, buen trato y afecto que predomina entre los personajes de la novela, que se alterna con humor, con bromas que surgen de improviso o que están preparadas y que contribuyen a variar en algo un relato previsible.
Basadre en su caracterización de la sociedad peruana introdujo el concepto de "república aristocrática" para referirse a la que existió hacia 1920. Una de las características formales del Perú de ese tiempo era la forma de relación entre los peruanos, afectuosa y cortés entre quienes estaban en el mismo rango de escala social, y respetuosa y distante para quienes estaban en diferente lugar. Algo de ese aliento se siente pervivir en la novela de Rivera, como si el llamado espíritu de campanario, la conservación de vocablos arcaicos en zonas alejadas a las metrópolis, tuviese su correlato en la fina conducta de estos personajes.
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