Clemente Palma
Semblanza
Clemente Palma nació en Lima en 1872 y murió en 1946 en la misma ciudad.
Hijo de Ricardo Palma, estudió en la Universidad de San Marcos donde se
graduó como bachiller y doctor en Letras con dos tesis, una de ellas
bastante polémica, inclusive en la época. Palma sostenía en su tesis de
bachiller El provenir de las razas en el Pero que era necesario mejorar la
raza peruana y recomendaba, para lograrlo, que se trajese a ciudadanos
alemanes. Pero este es un aspecto anecdótico que no hace sino expresar los
prejuicios de la época.
Palma estaba llamado a ser un gran novelista, si lo juzgamos por los
fragmentos conocidos de su novela La nieta del oidor de 1938. Pero más bien
fue un estupendo cuentista cuya fama ha superado la iniquidad de los años y
ha llegado hasta nosotros. Su libro más célebre Cuentos malévolos de 1904,
lo muestra como un gran conocedor de la tradición occidental de la narración
corta. Ciertamente había leído a Poe, Maupassant, ChZjov, Gorki, Andreiev,
Hoffmann, pero, sobre todo, una gran originalidad y es por ella que tenemos
que juzgarlo, como un autor que al lado de Valdelomar, enriquece la
tradición moderna del cuento. Debemos a Clemente Palma, la instauración de
lo insólito en la narrativa de apariencia realista o naturalista. Y esta
veta es la que otorga distinción y donosura a su prosa verdaderamente
original. Ese libro Cuentos malévolos se reeditó en París en 1912 con un
prólogo de Miguel de Unamuno. Infelizmente, durante décadas, el único
conocimiento que de Clemente Palma han tenido numerosos lectores de
promociones diferentes a la suya, es la página mordaz que dedicó a César
Vallejo en la revista Variedades cuando el vate peruano le alcanzó uno de
sus poemas de Los heraldos negros. Palma fue literalmente ganado por el
periodismo y dirigió las revistas Prisma, Variedades e Ilustración Peruana.
Dedicado a escribir editoriales políticos y críticas, fue abandonando
lentamente su veta mejor, la de cuentista. Sin embargo, en 1924, publicó
Historias malignas y en 1935 XYZ, una pequeña novela que a algunos ha
parecido extravagante, pero que tiene un manejo del ocultismo y en la que se
alternan seres comunes y corrientes con fantasmas y endemoniados, como en
los relatos de Huysmans, autor favorito de Clemente Palma. Palma, como lo
hizo Valdelomar, dio mucha importancia a la política, pero no para
participar directamente de ella, aunque fue convencido por el presidente
Leguía para ser diputado, y fue leal con el mandatario a pesar de una
diferencia anterior, sino para retratarla con mordaz ironía y sarcasmo. Sus
Crónicas, publicadas con el seudónimo de Corrales eran esperadas semana a
semana pues juntaban con rara habilidad lo pintoresco local con lo
fantástico, como si su imaginación prodigiosa se hubiera salido de los
marcos del cuento para pasearse para posesionarse de su prosa periodística.
Palma penetra con estilete afilado en la vanidad de la sociedad limeña,
zahiere el arribismo, las costumbres llamadas de medio pelo. Poético en sus
mocedades, como dice Luis Alberto Sánchez, fue diabólico después, erudito
más tarde. Es nuestro primer escritor fantástico y la veta que inauguró ha
llegado hasta nuestros días merced a escritores posteriores como Julio Ramón
Ribeyro o Luis León Herrera.
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