Gregorio Martínez
Semblanza
Gregorio Martínez Navarro, nacido en Coyungo, Nazca, en 1942, es uno de los más destacados representantes, junto con Antonio Gálvez Ronceros, de la literatura de los negros en el Perú. Ambos escritores, para evitar la confusión evidente con la "novela negra" que es la literatura policial, han elegido una frase para referirse a sus escritos: literatura de campiña. Y efectivamente, los escritos de Martínez y de Gálvez aluden al campo costeño y sus personajes casi siempre son campesinos de la etnía negra. Martínez hizo sus estudios iniciales en Nazca, luego, en 1961, ingresó a la Universidad Nacional de Educación en Chosica, luego pasó a la Universidad Nacional Mayor de San Marcos en 1964, se graduó como bachiller en 1967 y obtuvo el título de profesor en 1969. Siguió estudios de lingüística entre 1969 y 1971 y fue incorporado como docente en 1971. Entre 1982 y 1984 trabajó en la Universidad de Grenoble. Actualmente reside en Estados Unidos y trabaja como anticuario. Ha escrito, entre otros, los siguientes libros: Tierra de caléndula (1977), Canto de sirena (1985), La gloria del piturrín y otros embrujos del amor (1985) y Crónica de músicos y diablos (1991). Si el primero de sus libros, Tierra de caléndula, es un conjunto de cuentos, de sabor clásico, que reúne relatos con personajes negros en su mayoría, los libros que siguieron son difícilmente clasificables. Puede decirse que Canto de sirena es una novela, pero es una narración peculiar, hasta cierto punto inimitable. Se trata de reflexiones sobre la vida que se hace un personaje negro de mucha edad, Candelario Navarro, quien aparte de caracterizarse por un humor, al mismo tiempo reflexivo y desenfadado, va llevando el apunte, de cada una de las aventuras amorosas que ha tenido durante su dilatada existencia. El texto muestra la sabiduría popular en distintos terrenos: en el conocimiento de la cocina popular, de la flora y fauna de Nazca, de las conductas de hombres y mujeres. Gregorio Martínez es en cierto sentido un continuador de la prosa vigorosa de Enrique López Albújar, quien en 1928 en su novela Matalaché, describe los desenfadados amores de un negro con una mujer blanca en los arenales de Piura. Martínez reivindica su filiación popular, lo hace a través de su límpido lenguaje que recoge y da lustre al habla de los negros, pero al mismo tiempo, en una serie de citas, muestra su aspiración de ser reconocido como un actor de la literatura del canon. El español que utiliza es aproximativo, a ratos arcaizante, lleno de neologismos, en conflicto permanente con la escritura académica. Por eso no llama la atención que en algunos textos de no ficción, que publica en diarios y revistas, Martínez entra en conflicto con la propia Academia de la Lengua a la que le reclama por su lentitud en incorporar palabras populares al diccionario. No otra cosa hizo Ricardo Palma en las postrimerías del siglo XIX. Crónica de músicos y diablos es un relato donde la historia se mezcla con la literatura y donde se narra la historia de los negros cimarrones de Huachipa. Con Gregorio Martínez se afirma la identidad afroperuana en nuestra cultura.
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