La transparente poesía de Xavier Abril (1905)
Semblanza
Dentro de la poesía peruana del siglo XX, Xavier Abril es un claro representante de lo que genéricamente se llama modernidad y que no es otra cosa que incrustar un desaforado trabajo de innovación dentro de la poderosa corriente de la tradición. Es cierto que la circunstancia vital de haber vivido el debate de las vanguardias en Europa le facilitó un acercamiento a esa forma de escritura, pero es verdad también que tenía desde sus inicios un respeto y un conocimiento de la milenaria tradición castellana. Así se explica su primer libro Hollywood (Madrid 1931), cuyo título obviamente hace referencia a la capital del cine, pero al mismo tiempo a la urbe moderna, distinta del París versallesco con que soñaban tanto Rubén Darío como sus congéneres. Allí, en esos poemas y textos de humor, la actitud es nueva (el menage, la taquicardia, el temblor, el pathos, el terror al espacio), pero la forma es reposada, de un ritmo elemental de sístole y diástole, como la de algunos escritores españoles, Azorín, por ejemplo. En Hollywood, como en sus dos libros siguientes, Difícil trabajo (Madrid 1935) y Descubrimiento del alba (Lima 1937), Abril no muestra experimentos, poemas en agraz. Sin excepción posible, todos los escritos de esta década merecen ser considerados en cualquier antología de la poesía peruana o latinoamericana.
Desde una presencia muy fuerte del inconsciente, fruto de una necesidad expresiva íntima y de un conocimiento de primera mano de la vanguardia y del surrealismo y, sin duda, del psicoanálisis, Abril extiende su interés hacia poetas cuya característica principal es el rigor intelectual, de emoción, pero de férreo control de la palabra. Esta es una de las claves para el conocimiento de su poesía.
Abril es, en la poesía peruana, el justo medio entre Vallejo y Eguren. No necesita el lector saber nada de Abril para deslumbrarse con los poemas que escribió. Y esto es probablemente lo mejor que pueda decirse de un poeta.
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