Transformación digital de la universidad: un futuro necesario

Las redes digitales tienen no menos de veinte años de vigencia. A medida que la conectividad se iba expandiendo y aparecían nuevas herramientas digitales, las redes fueron multiplicándose. No obstante, cabe indicar que en América Latina, y el Perú no es una excepción, son pocas las instituciones de enseñanza superior que supieron aprovechar las ventajas de estas herramientas para fines de formación e investigación para el desarrollo y la innovación. La pandemia evidenció el escaso avance tecnológico de la mayoría de centros de formación y de sus docentes, así como la necesidad de emprender una transformación sustantiva que siga el que vendrá en otros ordenes de la vida social, económica y cultural.

Es cierto que en la educación superior se dan una variedad de desarrollos institucionales y que no es posible pensar en recetas y modelos únicos para planificar su futuro, pero también es verdad que no se trata de un simple cambio dirigido a organizar plataformas, usar la tecnología para dar modernidad a lo que se hacía en una clase presencial o digitalizar los procesos académicos, institucionales y de investigación para reducir costos aumentar en algo la eficiencia. Se trata de conducir a las instituciones a lograr alta eficacia en medio de un complejo proceso en donde, además de la digitalización, el mundo enfrenta grandes desafíos en lo ético, ciudadano, el empleo, la globalización, el medio ambiente, las migraciones internacionales, etc. Concretamente en el campo digital de lo que se trata es que se conviertan en reales instituciones digitales.

Existe creciente consenso en que una de las características de la educación superior será la convivencia de la educación presencial y virtual en procesos en que los estudiantes podrán recibir en unos momentos formación presencial en los campus o edificios y en otros clases virtuales. Los modelos híbridos irán imponiéndose gradualmente a medida que las universidades y los estudiantes en sus hogares dispongan de los recursos tecnológicos para hacer posible esa simultaneidad de formación. Más o menos presencialidad dependerá de factores, como el tipo de formación y de experiencias a trabajar. Por ejemplo, es posible que las ofertas de posgrado sean más virtuales que presenciales, y que lo contrario pueda darse en el pregrado, por lo menos en los primeros ciclos de esa formación. Será determinante que en esas opciones haya siempre la necesidad de contar con diseños curriculares y de tutoría que sigan el ritmo de los avances científicos y tecnológicos de la época, que adapten sus estructuras y dinámicas académicas y de gestión del aprendizaje a las potencialidades de cada alumno, las del grupo de clase y las que necesitan las sociedades. Igualmente, es deseable que se abran oportunidades de formación a personas que por ahora no pueden formarse o actualizarse por distintos motivos para dar cabida a una educación a lo largo de la vida.

La digitalización de los procesos académicos obligará a que las instituciones de educación superior y los profesores asuman el liderazgo necesario para institucionalizar una cultura y competencias tecnológicas y para la vida diferentes a las del pasado. Sin él no habrá transformación aún cuando existan los otros factores requeridos[1]. Los docentes deberán dejar su protagonismo en la formación para que los estudiantes lo asuman y desarrollen capacidades de autoaprendizaje. Esto último será determinante ante el hecho producido como consecuencia de la pandemia: que los docentes durante la educación remota tuvieron que reducir sus expectativas y exigencias a los estudiantes. Para revertir la situación conviene recordar que la gran mayoría pertenecen a generaciones que nacieron y conviven permanentemente con las herramientas digitales, lo que les da la ventaja de aprender, relacionarse, tener ratos de ocio y manifestarse individual y colectivamente teniendo una presencia e influencia cada vez mayor de esos recursos. Las instituciones y docentes deben aprovechar ese perfil de estudiantes ya que de lo contrario correrán el riesgo de ser desplazados del mercado de formación.

Claves para proyectar las universidades del futuro

La misión de las universidades para transformar su futuro tienen múltiples aristas, que van desde la revisión de sus finalidades y prácticas de servicio a la sociedad, evitar la interrupción de las actividades de formación resultado del surgimiento de otras pandemias o fenómenos que lo ocasionen, hasta cuestiones asociadas a sus funciones básicas y, por supuesto, el costo que representará transformar su desarrollo. A continuación las principales claves[2]:

  • Aprovechar las ventajas de las herramientas como el internet de las cosas, las big data, los simuladores, las redes de sensores inalámbricos, el uso de algoritmos y otras que ofrecen la nube y los ordenadores para aplicar métodos de enseñanza y aprendizaje basados principalmente en experiencias que tengan en cuenta las particularidades de cada curso, programa y contexto; el aprovechamiento de redes ad hoc de aprendizaje que faciliten el planteamiento de retos de formación trascendentes y una evaluación más continua y sustentada en evidencias, que una convencional cuyo eje son los conocimientos.
  • Impulsar planes de formación del profesorado en metodologías y tecnologías de apoyo a la docencia que permitan impartir clases de calidad, crear esquemas pedagógicos y recursos de aprendizaje viables de ejecutar, innovadores, interactivos y fomenten el aprendizaje activo y colaborativo. La universidad no podrá formar los profesionales que la sociedad requiere si sus docentes no están calificados para el uso de las tecnologías que se emplean en el mundo de la producción y los servicios. Hay que aprovechar los casos de éxito y aquellos que ayuden a abandonar prácticas obsoletas en favor de otras nuevas y mas prometedoras que contribuyan a superar las limitaciones no solo de una conectividad tecnológica sino de una conectividad cognitiva y conceptual que sigue siendo el desafío central de muchas instituciones de enseñanza superior[3].
  • Adaptar los espacios físicos y virtuales a los nuevos métodos y modelos de enseñanza que tendrán un empleo más intensivo de la robótica, la realidad virtual, el aprendizaje adaptativo y analítico, la enseñanza en línea y la tutoría inteligente; en especial, aprovechar las bondades que representa contar con el ciberespacio convertido en una potente aula. Realizar amplios esfuerzos de depuración de contenidos para que los estudiantes dispongan de recursos que eliminen las ventajas de los que asisten presencialmente frente a los que lo hacen virtualmente. Reforzar las condiciones de conectividad y ciberseguridad.
  • Reformular los programas y planes de estudio teniendo en cuenta que la dinámica del actual desarrollo social y cultural, de la industria 4.0 y la manufactura inteligente, las repercusiones en el mercado laboral y el cambio de los perfiles de calificación; en especial, la necesidad de actualizar y calificar a los trabajadores en habilidades duras y blandas bajo enfoques multidisciplinarios, de emprendimiento en los nuevos modelos de negocio, en el uso de la información y el valor de la productividad y competitividad de las organizaciones, en especial de las PYMES. Todo ello, sin descuidar la formación humanística, ciudadana, los valores éticos, morales y el compromiso social.
  • Establecer en las universidades y centros de enseñanza y aprendizaje, una cultura interna de desarrollo, innovación permanente y mejora de la calidad de los procesos de enseñanza-aprendizaje, potenciando el papel de los profesores como actores claves en el desarrollo de la personalidad, el pensamiento crítico, la ética y la capacidad de autoaprendizaje[4]. Además, estos centros deben propiciar que las universidades no se restrinjan únicamente a la formación e investigación. Ellas están también llamadas a formar incubadoras del pensamiento de avanzada, laboratorios de innovación, desarrollar sus tecnologías y hacer emprendimientos tecnológico propios o en alianza con las empresas.
  • Proyectar el futuro de las carreras y flexibilizar las modalidades y duración de nuevos programas de formación, dando lugar a experiencias cortas de aprendizaje o micro-credenciales. Cerca de la mitad de las actividades remuneradas en el mundo tienen el potencial de ser automatizadas[5] y las profesiones vinculadas a las matemáticas, filosofía, informática, ingeniería y arquitectura se prevé tendrán mayor mercado que el actual. Habrá que definir si las universidades asumirán programas de corta duración y el rol que tendrán en el aprendizaje a lo largo de la vida. Hay aún un largo trabajo dirigido a contar con normas referidas a la calidad y verificación del potencial de las micro-credenciales por parte del empleador. Por ejemplo, lograr que las acreditadoras de instituciones que brindan esas titulaciones adapten sus instrumentos de evaluación al nuevo escenario laboral; de lo contrario, las empresas buscarán otras alternativas de formar a sus trabajadores.
  • Repensar la organización interna de las universidades, de sus facultades y departamentos, sus órganos de diseño y producción de recursos para la enseñanza y aprendizaje, sus horarios, las rutinas basadas en asignaturas con objetivos de formación igual para todos y que no aprovechan el talento personal y colectivo. Asimismo, el valor de las investigaciones las que deberán ser útiles para atender necesidades del país y de la globalización.
  • Ser instituciones abiertas a la cooperación y al impulso de alianzas y asociaciones. Practicar la innovación abierta y trascendente trabajando de cerca con otras universidades y con otras partes interesadas, como empresas productivas e instituciones, tanto locales y de otros países, para ser capaces de aumentar su aporte a la ciencia y tecnología, a un binomio que combine la inteligencia humana con la inteligencia artificial. Una opción es crear clusters que articulen los intereses del sector productivo y del mercado laboral con las áreas de conocimiento que las universidades desarrollan.

El desafío para el Perú

Las claves para el futuro de la universidad peruana son indudablemente vastas pero todas ellas necesarias pues el escenario futuro es el de una mayor y compleja competencia con similares instituciones locales y de cualquier otra nación del mundo y con programas que podrían resultar más atractivos para un sector de la población que no necesariamente serán ofertados por las universidades. Ellas han ido siempre a la zaga del desarrollo científico y tecnológico y la gran mayoría casi siempre a espaldas de las necesidades de formación y de investigación aplicada que necesita el país. La transformación digital de la universidad no es la única, pero si indispensable para responder a las expectativas de cambio acelerado en todo orden de vida. Lo importante será que la universidad no olvide que hay otras demandas de formación como las mencionadas en este informe.

Frente a la transformación hay varias preguntas que surgen: ¿quiénes serán los líderes que la impulsarán?, ¿cómo generar una normativa que la facilite?, ¿cómo incentivar los casos de éxito?, ¿si para algunas áreas no existe el capital humano necesario, cómo suplirlo o conseguirlo rápidamente?, ¿cómo enfrentar la resistencia al cambio y la desactualización que no es pequeña de un sector de trabajadores?, ¿qué tipo de instituciones, procesos y alianzas sería necesario crear o fortalecer para facilitar los planes de transformación y de aplicación de los modelos de enseñanza hibrida o virtual que se adopten? ¿cómo acreditar la calidad de las instituciones y programas de educación semipresencial y virtual?, ¿qué mecanismos serían deseables instaurar para que las instituciones que lo merecen cuenten con el apoyo necesario para la adecuación de su infraestructura, equipamiento y materiales de enseñanza?,¿siendo el costo un factor a determinar, pero que la experiencia comparada enseña que es elevado inicialmente, qué alternativas podrían facilitar el financiamiento?. Son algunas de las preguntas que los gobernantes y las autoridades universitarias deberán evaluar y encontrar las respuestas más convenientes.

Definitivamente hay costos considerables que inicialmente deben asumirse y lo conveniente será buscar alternativas que aminoren tamaño esfuerzo, imposible de realizar por la gran mayoría de universidades individualmente[6]. Algunas experiencias comienzan a darse en algunos países, como el fusionar pequeñas universidades en una de mayor tamaño, hacer inversiones que favorezcan a toda una red de universidades en vez de hacerlo aisladamente, fortalecer los sistemas de becas y crédito educativo, estos últimos bajo mecanismos que no terminen ahogando a futuro profesional durante o después de sus estudios[7]. Igualmente buscar mayor eficiencia y eficacia en el uso de los recursos que actualmente se disponen, aceptar que en la transformación habrán empleos que ya no son necesarios y otros nuevos que deben crearse, permitir y alentar que las universidades realicen actividades de emprendimiento que a la vez de permitirles captar recursos, apoyen la formación práctica de los estudiantes.


1/ UNIR. Transformación digital de las Universidades. Hacia un futuro post-pandemia. Madrid, 2022.

2/ Tomado principalmente de Delgado-Kloss y Alario-Hoyos. Claves de la Universidad del Futuro. InnovaT, Erasmus, Unión Europea. Octubre, 2022, a lo que se han sumado otras contribuciones.

3/ Pardo, Kuklinski, Hugo; Cobo, Cristóbal (2020). Expandir la universidad más allá de la enseñanza remota de emergencia Ideas hacia un modelo híbrido post-pandemia. Outliers School. Barcelona.

4/ Cortés, Y. Berenice, C., Landeta, JM., Bocarando,J., Guadalupe,J., Aguilar, F., Larios, M. El Entorno de la Industria 4.0: Implicaciones y Perspectivas Futuras, Conciencia Tecnológica, núm. 54, 2017

5/ McKinsey Global Institute, 2017.

6/ En el Perú, en el 2020, tenían menos de mil alumnos el 16% de las universidades estatales y un tercio de las privadas. INEI.

7/ Una experiencia exitosa a evaluar debería ser la de crédito educativo adoptada por TECSUP

Transformación digital de la universidad: un futuro necesario

Autor: Hugo Diaz Publicado: octubre 31, 2022

Las redes digitales tienen no menos de veinte años de vigencia. A medida que la conectividad se iba expandiendo y aparecían nuevas herramientas digitales, las redes fueron multiplicándose. No obstante, cabe indicar que en América Latina, y el Perú no es una excepción, son pocas las instituciones de enseñanza superior que supieron aprovechar las ventajas de estas herramientas para fines de formación e investigación para el desarrollo y la innovación. La pandemia evidenció el escaso avance tecnológico de la mayoría de centros de formación y de sus docentes, así como la necesidad de emprender una transformación sustantiva que siga el que vendrá en otros ordenes de la vida social, económica y cultural.

Es cierto que en la educación superior se dan una variedad de desarrollos institucionales y que no es posible pensar en recetas y modelos únicos para planificar su futuro, pero también es verdad que no se trata de un simple cambio dirigido a organizar plataformas, usar la tecnología para dar modernidad a lo que se hacía en una clase presencial o digitalizar los procesos académicos, institucionales y de investigación para reducir costos aumentar en algo la eficiencia. Se trata de conducir a las instituciones a lograr alta eficacia en medio de un complejo proceso en donde, además de la digitalización, el mundo enfrenta grandes desafíos en lo ético, ciudadano, el empleo, la globalización, el medio ambiente, las migraciones internacionales, etc. Concretamente en el campo digital de lo que se trata es que se conviertan en reales instituciones digitales.

Existe creciente consenso en que una de las características de la educación superior será la convivencia de la educación presencial y virtual en procesos en que los estudiantes podrán recibir en unos momentos formación presencial en los campus o edificios y en otros clases virtuales. Los modelos híbridos irán imponiéndose gradualmente a medida que las universidades y los estudiantes en sus hogares dispongan de los recursos tecnológicos para hacer posible esa simultaneidad de formación. Más o menos presencialidad dependerá de factores, como el tipo de formación y de experiencias a trabajar. Por ejemplo, es posible que las ofertas de posgrado sean más virtuales que presenciales, y que lo contrario pueda darse en el pregrado, por lo menos en los primeros ciclos de esa formación. Será determinante que en esas opciones haya siempre la necesidad de contar con diseños curriculares y de tutoría que sigan el ritmo de los avances científicos y tecnológicos de la época, que adapten sus estructuras y dinámicas académicas y de gestión del aprendizaje a las potencialidades de cada alumno, las del grupo de clase y las que necesitan las sociedades. Igualmente, es deseable que se abran oportunidades de formación a personas que por ahora no pueden formarse o actualizarse por distintos motivos para dar cabida a una educación a lo largo de la vida.

La digitalización de los procesos académicos obligará a que las instituciones de educación superior y los profesores asuman el liderazgo necesario para institucionalizar una cultura y competencias tecnológicas y para la vida diferentes a las del pasado. Sin él no habrá transformación aún cuando existan los otros factores requeridos[1]. Los docentes deberán dejar su protagonismo en la formación para que los estudiantes lo asuman y desarrollen capacidades de autoaprendizaje. Esto último será determinante ante el hecho producido como consecuencia de la pandemia: que los docentes durante la educación remota tuvieron que reducir sus expectativas y exigencias a los estudiantes. Para revertir la situación conviene recordar que la gran mayoría pertenecen a generaciones que nacieron y conviven permanentemente con las herramientas digitales, lo que les da la ventaja de aprender, relacionarse, tener ratos de ocio y manifestarse individual y colectivamente teniendo una presencia e influencia cada vez mayor de esos recursos. Las instituciones y docentes deben aprovechar ese perfil de estudiantes ya que de lo contrario correrán el riesgo de ser desplazados del mercado de formación.

Claves para proyectar las universidades del futuro

La misión de las universidades para transformar su futuro tienen múltiples aristas, que van desde la revisión de sus finalidades y prácticas de servicio a la sociedad, evitar la interrupción de las actividades de formación resultado del surgimiento de otras pandemias o fenómenos que lo ocasionen, hasta cuestiones asociadas a sus funciones básicas y, por supuesto, el costo que representará transformar su desarrollo. A continuación las principales claves[2]:

  • Aprovechar las ventajas de las herramientas como el internet de las cosas, las big data, los simuladores, las redes de sensores inalámbricos, el uso de algoritmos y otras que ofrecen la nube y los ordenadores para aplicar métodos de enseñanza y aprendizaje basados principalmente en experiencias que tengan en cuenta las particularidades de cada curso, programa y contexto; el aprovechamiento de redes ad hoc de aprendizaje que faciliten el planteamiento de retos de formación trascendentes y una evaluación más continua y sustentada en evidencias, que una convencional cuyo eje son los conocimientos.
  • Impulsar planes de formación del profesorado en metodologías y tecnologías de apoyo a la docencia que permitan impartir clases de calidad, crear esquemas pedagógicos y recursos de aprendizaje viables de ejecutar, innovadores, interactivos y fomenten el aprendizaje activo y colaborativo. La universidad no podrá formar los profesionales que la sociedad requiere si sus docentes no están calificados para el uso de las tecnologías que se emplean en el mundo de la producción y los servicios. Hay que aprovechar los casos de éxito y aquellos que ayuden a abandonar prácticas obsoletas en favor de otras nuevas y mas prometedoras que contribuyan a superar las limitaciones no solo de una conectividad tecnológica sino de una conectividad cognitiva y conceptual que sigue siendo el desafío central de muchas instituciones de enseñanza superior[3].
  • Adaptar los espacios físicos y virtuales a los nuevos métodos y modelos de enseñanza que tendrán un empleo más intensivo de la robótica, la realidad virtual, el aprendizaje adaptativo y analítico, la enseñanza en línea y la tutoría inteligente; en especial, aprovechar las bondades que representa contar con el ciberespacio convertido en una potente aula. Realizar amplios esfuerzos de depuración de contenidos para que los estudiantes dispongan de recursos que eliminen las ventajas de los que asisten presencialmente frente a los que lo hacen virtualmente. Reforzar las condiciones de conectividad y ciberseguridad.
  • Reformular los programas y planes de estudio teniendo en cuenta que la dinámica del actual desarrollo social y cultural, de la industria 4.0 y la manufactura inteligente, las repercusiones en el mercado laboral y el cambio de los perfiles de calificación; en especial, la necesidad de actualizar y calificar a los trabajadores en habilidades duras y blandas bajo enfoques multidisciplinarios, de emprendimiento en los nuevos modelos de negocio, en el uso de la información y el valor de la productividad y competitividad de las organizaciones, en especial de las PYMES. Todo ello, sin descuidar la formación humanística, ciudadana, los valores éticos, morales y el compromiso social.
  • Establecer en las universidades y centros de enseñanza y aprendizaje, una cultura interna de desarrollo, innovación permanente y mejora de la calidad de los procesos de enseñanza-aprendizaje, potenciando el papel de los profesores como actores claves en el desarrollo de la personalidad, el pensamiento crítico, la ética y la capacidad de autoaprendizaje[4]. Además, estos centros deben propiciar que las universidades no se restrinjan únicamente a la formación e investigación. Ellas están también llamadas a formar incubadoras del pensamiento de avanzada, laboratorios de innovación, desarrollar sus tecnologías y hacer emprendimientos tecnológico propios o en alianza con las empresas.
  • Proyectar el futuro de las carreras y flexibilizar las modalidades y duración de nuevos programas de formación, dando lugar a experiencias cortas de aprendizaje o micro-credenciales. Cerca de la mitad de las actividades remuneradas en el mundo tienen el potencial de ser automatizadas[5] y las profesiones vinculadas a las matemáticas, filosofía, informática, ingeniería y arquitectura se prevé tendrán mayor mercado que el actual. Habrá que definir si las universidades asumirán programas de corta duración y el rol que tendrán en el aprendizaje a lo largo de la vida. Hay aún un largo trabajo dirigido a contar con normas referidas a la calidad y verificación del potencial de las micro-credenciales por parte del empleador. Por ejemplo, lograr que las acreditadoras de instituciones que brindan esas titulaciones adapten sus instrumentos de evaluación al nuevo escenario laboral; de lo contrario, las empresas buscarán otras alternativas de formar a sus trabajadores.
  • Repensar la organización interna de las universidades, de sus facultades y departamentos, sus órganos de diseño y producción de recursos para la enseñanza y aprendizaje, sus horarios, las rutinas basadas en asignaturas con objetivos de formación igual para todos y que no aprovechan el talento personal y colectivo. Asimismo, el valor de las investigaciones las que deberán ser útiles para atender necesidades del país y de la globalización.
  • Ser instituciones abiertas a la cooperación y al impulso de alianzas y asociaciones. Practicar la innovación abierta y trascendente trabajando de cerca con otras universidades y con otras partes interesadas, como empresas productivas e instituciones, tanto locales y de otros países, para ser capaces de aumentar su aporte a la ciencia y tecnología, a un binomio que combine la inteligencia humana con la inteligencia artificial. Una opción es crear clusters que articulen los intereses del sector productivo y del mercado laboral con las áreas de conocimiento que las universidades desarrollan.

El desafío para el Perú

Las claves para el futuro de la universidad peruana son indudablemente vastas pero todas ellas necesarias pues el escenario futuro es el de una mayor y compleja competencia con similares instituciones locales y de cualquier otra nación del mundo y con programas que podrían resultar más atractivos para un sector de la población que no necesariamente serán ofertados por las universidades. Ellas han ido siempre a la zaga del desarrollo científico y tecnológico y la gran mayoría casi siempre a espaldas de las necesidades de formación y de investigación aplicada que necesita el país. La transformación digital de la universidad no es la única, pero si indispensable para responder a las expectativas de cambio acelerado en todo orden de vida. Lo importante será que la universidad no olvide que hay otras demandas de formación como las mencionadas en este informe.

Frente a la transformación hay varias preguntas que surgen: ¿quiénes serán los líderes que la impulsarán?, ¿cómo generar una normativa que la facilite?, ¿cómo incentivar los casos de éxito?, ¿si para algunas áreas no existe el capital humano necesario, cómo suplirlo o conseguirlo rápidamente?, ¿cómo enfrentar la resistencia al cambio y la desactualización que no es pequeña de un sector de trabajadores?, ¿qué tipo de instituciones, procesos y alianzas sería necesario crear o fortalecer para facilitar los planes de transformación y de aplicación de los modelos de enseñanza hibrida o virtual que se adopten? ¿cómo acreditar la calidad de las instituciones y programas de educación semipresencial y virtual?, ¿qué mecanismos serían deseables instaurar para que las instituciones que lo merecen cuenten con el apoyo necesario para la adecuación de su infraestructura, equipamiento y materiales de enseñanza?,¿siendo el costo un factor a determinar, pero que la experiencia comparada enseña que es elevado inicialmente, qué alternativas podrían facilitar el financiamiento?. Son algunas de las preguntas que los gobernantes y las autoridades universitarias deberán evaluar y encontrar las respuestas más convenientes.

Definitivamente hay costos considerables que inicialmente deben asumirse y lo conveniente será buscar alternativas que aminoren tamaño esfuerzo, imposible de realizar por la gran mayoría de universidades individualmente[6]. Algunas experiencias comienzan a darse en algunos países, como el fusionar pequeñas universidades en una de mayor tamaño, hacer inversiones que favorezcan a toda una red de universidades en vez de hacerlo aisladamente, fortalecer los sistemas de becas y crédito educativo, estos últimos bajo mecanismos que no terminen ahogando a futuro profesional durante o después de sus estudios[7]. Igualmente buscar mayor eficiencia y eficacia en el uso de los recursos que actualmente se disponen, aceptar que en la transformación habrán empleos que ya no son necesarios y otros nuevos que deben crearse, permitir y alentar que las universidades realicen actividades de emprendimiento que a la vez de permitirles captar recursos, apoyen la formación práctica de los estudiantes.


1/ UNIR. Transformación digital de las Universidades. Hacia un futuro post-pandemia. Madrid, 2022.

2/ Tomado principalmente de Delgado-Kloss y Alario-Hoyos. Claves de la Universidad del Futuro. InnovaT, Erasmus, Unión Europea. Octubre, 2022, a lo que se han sumado otras contribuciones.

3/ Pardo, Kuklinski, Hugo; Cobo, Cristóbal (2020). Expandir la universidad más allá de la enseñanza remota de emergencia Ideas hacia un modelo híbrido post-pandemia. Outliers School. Barcelona.

4/ Cortés, Y. Berenice, C., Landeta, JM., Bocarando,J., Guadalupe,J., Aguilar, F., Larios, M. El Entorno de la Industria 4.0: Implicaciones y Perspectivas Futuras, Conciencia Tecnológica, núm. 54, 2017

5/ McKinsey Global Institute, 2017.

6/ En el Perú, en el 2020, tenían menos de mil alumnos el 16% de las universidades estatales y un tercio de las privadas. INEI.

7/ Una experiencia exitosa a evaluar debería ser la de crédito educativo adoptada por TECSUP

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