La confederación Peruano-boliviana


A pesar de la creación de Bolivia en 1825 y de los 49 años que la región del Alto Perú estuvo desmembrada del virreinato peruano, los vínculos sociales y económicos aún continuaban intactos en esta parte del sur andino. Tanto en Perú como en Bolivia se percibía un futuro común pues desde los inicios del asentamiento español en Sudamérica, esta región se mantuvo unida.

Sin embargo, cuando en ambos países se empezó a hablar de hegemonía, las rencillas y los nacionalismos exacerbados se impusieron sobre cualquier sentimiento de continuidad o unidad. Los caudillos de ambos países no veían factible la unificación de estos territorios, por el contrario, era perjudicial para su desarrollo autónomo.

En el Perú no hubo consenso en el tema de la reunificación. Arequipa sí se mostraba de acuerdo pues los circuitos comerciales entre esta región peruana y el norte boliviano nunca dejaron de intercambiar productos. Cuzco por su parte no estaba tan de acuerdo, aunque sí coincidía en hacer un frente que rompa con el centralismo limeño. Por otro lado, el norte del país se encontraba totalmente en contra de una unión que ponga en peligro las relaciones económicas con Chile. Este país tampoco veía con agrado la unión entre Perú y Bolivia pues sabía con seguridad que esta fusión ponía en riesgo su proyección como país hegemónico del Pacífico Sur. Ante esta situación, cuando Andrés de Santa Cruz propuso la Confederación Peruano-Boliviana, las elites de Lima y Santiago y los principales hacendados del norte del Perú, trataron por todos los medios de disolver dicha unión, apelando a sus ejércitos para acabar con el proyecto santacrucino.

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